Cuba 2011: el año que vivimos peligrosamente
Elías Amor, Economista
No cabe duda que
en más de medio siglo de existencia, si hay que recordar algún año como
especialmente activo para el régimen castrista, 2011 no deja dudas al respecto.
Sobre todo, si los cambios afectan al ámbito de la ineficiente y postrada
economía.
Desde meses antes de la celebración del VI Congreso del partido único que rige los destinos de Cuba, el régimen había venido impulsando una serie de medidas dirigidas a paliar la fuerte tensión interna derivada de una grave crisis económica iniciada en 2007, cuando las principales fuentes de financiación externa entraron en crisis y el gobierno tuvo los primeros problemas para afrontar pagos a nivel internacional.
El alcance de estas medidas hasta la fecha ha sido limitado, y aunque algunos observadores y analistas quieran ver más allá, lo cierto es que el resultado de las mismas deja mucho que desear. Un crecimiento económico anunciado por las autoridades del 2,5%, inferior al 3% previsto, en un ejercicio en el que América Latina ha crecido más del 6% en promedio, deja a la economía castrista en una posición de muy deficiente desempeño, que confirma el escaso impacto de las decisiones adoptadas por las autoridades dentro de este proceso de cambios.
Sin embargo, de lo que no cabe duda es que asistimos a un nuevo escenario en el que algunas de las medidas económicas se pueden calificar como "inéditas" en la historia del régimen comunista, provocando una cierta expectación sobre la naturaleza del proceso que se ha iniciado con la aprobación de los llamados “Lineamientos” cuyo objetivo es precisamente, la “actualización del socialismo”.
Esto es por lo que no podemos estar de acuerdo con quiénes piensan que las medidas impulsan una amplia reestructuración económica con elementos de mercado. Más bien todo lo contrario. Ante la escasez de recursos y la improductividad general de la economía, el régimen está provocando la aparición vía decreto, de un nuevo agente económico, el trabajador por cuenta propia, sobre el que quiere hacer recaer el peso de la tributación y del control económico del modelo de planificación central de la economía sin propiedad privada.
Algunos economistas como Espinosa Chepe califican a estas nuevas actividades por cuenta propia como “empresas bonsái”, para situar su dimensión real y sobre todo, las trabas para facilitar su crecimiento. Aunque la propaganda del régimen ha intentado presentar esta reforma como la estrella del proceso, lo cierto es que el alcance de la misma ha sido limitado, y la mayor parte de los trabajadores por cuenta propia que se han establecido proceden de los jubilados y de los que venían realizando dichas tareas en la economía clandestina que circula en la Isla.
Al mismo tiempo, se mantiene el aparato de empresas estatales ineficientes, que siguen obteniendo recursos cuantiosos de los presupuestos estatales, de las cooperativas y de UBPs en el sector agrícola, y de los monopolios vinculados en determinados casos a las joint ventures con capital extranjero en sectores estratégicos de la economía, dirigidos por la seguridad del estado y el ejército bajo la protección de la cúpula de poder. Una economía de estas características, genera un entorno peligroso e incierto, en el que los nuevos agentes económicos, sin acceso a la propiedad privada, sin capacidad de autofinanciación y sin recursos para crecer, se verán abocados a un infortunio que en muchos casos, provocará la quiebra y desaparición de sus proyectos.
Es por ello, que la estrategia que se contiene en los “Lineamientos” no supone introducir cambios en la economía de base estalinista creada por los Castro, en una línea similar a la provocada por China o Vietnam en años anteriores. Con un derroche de propaganda y una dialéctica orientada a luchar contra la corrupción generada por el mismo sistema económico e institucional, el régimen se muestra incapaz de afrontar las reformas que realmente necesita, dirigidas a una amplia privatización del obsoleto capital productivo, a una remoción definitiva de los obstáculos existentes a la libertad económica y un funcionamiento efectivo del mercado como instrumento de asignación de los recursos, ni llegan ni se las espera.
En ese debate entre el “querer y no poder”, el régimen introduce a la economía en 2011 en un escenario de profunda incertidumbre, en el que todos los días se anuncian medidas y decisiones inconexas que van de un lado al otro del espectro, sin que supongan los cambios reales que se necesitan. Figuras como la reactivación del crédito bancario, limitado a determinados segmentos de la sociedad y operaciones muy concretas, o la autorización para el traspaso de viviendas y automóviles (cuya propiedad mayoritaria sigue siendo estatal después de las confiscaciones de los inicios de la llamada “revolución”), no suponen más que nuevas sombras de oscuridad e incertidumbre sobre una economía de profundos desequilibrios internos y externos. ¿De dónde van a salir los recursos que se presten por las entidades bancarias estatales? ¿Qué tipo de garantías pueden sostener un quebranto generalizado de proyectos cuando no existe propiedad privada generalizada?
A pesar de que las autoridades siguen culpando al denominado “embargo” de todos los problemas de la economía, durante 2011, ésta ha vuelto a depender, de forma mayoritaria, del exterior para suplir sus graves carencias. Las remesas de las familias residentes en el extranjero suponen un aporte, según algunas estimaciones, de 2.500 millones de dólares, empujando con fuerza el consumo privado que es la única variable que crece en la demanda interna, como consecuencia de la parálisis inversora ante la falta de recursos, sobre todo en los llamados logros de la revolución, educación y sanidad. Los fondos procedentes del petróleo de Venezuela mantienen la elevada dependencia energéticas de una estructura productiva obsoleta e ineficiente, y le permiten al régimen obtener unos recursos de bajo coste con los que financia el único sector que crece en las cuentas nacionales, el de servicios sociales, lo que le ha costado no pocas polémicas con los organismos internacionales, como CEPAL.
Por desgracia, el régimen sigue sin proporcionar datos estadísticos actualizados de comercio exterior o de nivel de endeudamiento. En 2011 se han mantenido contactos por el Club de Paris para tratar de dar solución a la deuda no reconocida unilateralmente por el régimen con esta institución financiera internacional lo que supone para la Isla la incapacidad para obtener crédito, y obliga al pago al contado de todo lo que compra en el exterior, básicamente alimentos a Estados Unidos, para afrontar la improductividad del sector agrícola y ganadero, mayoritariamente estatal, a pesar de las entregas de tierras que siguen siendo insuficientes y mal diseñadas para provocar una auténtica reestructuración del sector agrícola.
Los problemas económicos e internos se acumulan en la agenda de Raúl Castro. La presión social en demanda de reformas no cesa, y esa es una magnífica noticia, porque los cambios políticos e institucionales en la Isla sólo pueden venir de los propios cubanos. La máxima atención de la sociedad cubana a la reforma migratoria, paralizada tras los debates de final de año en la Asamblea Nacional, vuelve a mostrar la existencia de fuertes discusiones internas dentro del aparato político que dirige el régimen castrista. Otro tanto ocurrió meses atrás con las medidas dirigidas a la reducción del empleo estatal que, ante la aparición de intensas protestas sociales, se decidió ralentizar.
La liberación de presos, unos 2.900 anunciada para recuperar imagen internacional ante la visita del Papa en el mes de marzo y la celebración del cónclave comunista del mes de enero, vuelven a mostrar ese perfil reactivo de Raúl Castro ante la acumulación creciente de anomalías en un régimen cuya viabilidad es para muchos analistas y observadores internacionales, insostenible. Las prolongadas ausencias del máximo líder, Fidel Castro, que ni siquiera obsequia a su pléyade de seguidores con las reflexiones en las que anunciaba una imposible guerra nuclear, arrojan dudas crecientes sobre la estabilidad de las distintas facciones del castrismo. Los inversores internacionales con intereses económicos en la Isla observan todo este escenario con preocupación.
Por ello, existe gran expectación sobre la próxima conferencia del partido único a finales de enero, básicamente sobre la eventual adopción de decisiones que permitan profundizar en los llamados “lineamientos” y delimitar en qué medida se resuelven las eventuales diferencias entre los distintos sectores que algunos analistas señalan dentro de la dirigencia. Este es el peligro para la economía, que se produzca una involución que frene los cambios, hasta ahora limitados, como sucedió en épocas anteriores, por ejemplo, durante el período especial.
Aunque las circunstancias sean diferentes, no cabe duda que si la cúpula comunista ve amenazados sus intereses y considera que la presión social es inadmisible, volverán a concentrar los elementos de represión para mantener el poder. Esta sería la peor solución para el régimen castrista, y posiblemente dejaría los asuntos internos en manos de una camarilla en la que el propio Raúl Castro sería la cabeza visible, sin poder, de un núcleo de poderosa influencia que mantendría a la Isla alejada de cualquier proceso de modernización.
La economía, en tales condiciones, sería un mero instrumento al servicio del poder. Y aunque se continuasen abriendo espacios para el desarrollo del trabajo por cuenta propia, la cesión de tierras o figuras como el crédito y los traspasos de activos, las decisiones fundamentales podrían seguir postergadas. Decisiones que tienen que ver con la necesaria transformación hacia una economía mixta, en la que una parte relevante de la producción y propiedad controlada por el Estado pase realmente a manos privadas, permitiendo su crecimiento, acumulación y distribución. Decisiones que deben concretarse en un amplio desarrollo del mercado como instrumento de asignación de recursos sustituyendo a una planificación central ineficiente y que de forma sistemática yerra en sus previsiones. Cambios en suma reales y de impacto en la obsoleta, ineficiente e improductiva economía castrista.
Tomado de: Miscelánea de Cuba y de Cubaliberal, 31 de diciembre 2011
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