¿Es justo el sistema tributario castrista?
El
portavoz oficial del régimen castrista Granma publica un artículo hoy titulado
“¿Por qué pagamos impuestos?” que contiene una serie de afirmaciones incorrectas
que merecen ser desveladas para que la opinión pública no se confunda con
respecto a una cuestión crucial, que es la responsabilidad fiscal.
La restructuración
del sistema tributario cubano —puesta en marcha desde el año pasado— ha
propuesto la revisión y actualización de las normas impositivas vigentes,
respecto de las exigencias del desarrollo económico y social del país. En suma,
cómo cargar fiscalmente a las nuevas actividades por cuenta propia sin que el
Estado reduzca su participación y control sobre la economía. Complicado.
Vaya por
delante que un sistema tributario moderno, eficaz y eficiente, debe estar
cimentado sobre una estructura política democrática, en la que los ciudadanos
tengan la posibilidad de trasladar al gobierno, a través de sus representantes
elegidos en opciones políticas plurales, sus deseos y demandas en cada momento
del tiempo. Cuando esta estructura política es inexistente, o se intenta
soslayar, como hace el régimen castrista, hay que contemplar el asunto del pago
de los impuestos de otra forma.
En estas
condiciones, la fijación de los impuestos se parece mucho más a la época
feudal, en la que los señores con el poder despótico que ejercían sobre los
siervos, detraían todo el excedente por medio de impuestos confiscatorios,
incluyendo el derecho de pernada que seguramente todavía puede ser observado en
algún comportamiento de esos que se alardean en medios oficiales.
Por otra
parte, el sistema tributario no exige solamente un modelo político democrático
y plural, sino que se basa en la existencia de una economía mixta, en la que
sector privado y público conviven en armonía sin que uno de ellos ejerza poder
coercitivo alguno sobre el otro.
Cabría
preguntarse si esta situación se observa en la economía castrista, en la que no
existen derechos de propiedad, en la que cualquier acumulación de renta y
riqueza es penalizada por las autoridades, y en la que el mecanismo de
asignación de recursos continua basado en la ineficiente planificación central
burocrática que se resiste a la fuerza dinámica del mercado, relegado a un
conjunto limitado de actividades que precisamente son las que se han puesto en
el punto de mira del sistema recaudador de impuestos.
Por todo
ello, el régimen castrista no puede pretender situarse respecto de la
fiscalidad en los mismos términos que lo hacen las democracias occidentales,
España, Alemania, Francia. Cuando un ciudadano cubano acude a una consulta
médica o recibe clases en un instituto, en que es beneficiario de la asistencia
o la seguridad social debe saber que
esas actividades se financian con el producto de su trabajo, que es absorbido
en un alto porcentaje por el sistema de planificación central impidiendo así
que se beneficie plenamente del mismo. Así, por ejemplo, y con datos de CEPAL,
la participación de los ingresos y gastos estatales en el PIB de la economía
castrista rebasa el 50%, porcentaje que supera en más de veinte puntos a la
media regional. Ningún otro país de la Región o del mundo occidental alcanza
porcentajes similares.
Cuando un
ciudadano argentino, peruano o chileno trabaja y produce, su salario se fija en
términos de su productividad, de los precios de mercado, de la competitividad
de la empresa en la que trabaja, de su conocimiento y destrezas, de las
necesidades de otras empresas privadas
para producir. En el régimen castrista, esas consideraciones no figuran en la
agenda de fijación de salarios por el planificador central, y por eso, el
salario medio de un cubano apenas supera los 445 pesos (18 euros al cambio
actual), uno de los más bajos de la Región. ¿Es que los cubanos son
improductivos y no merecen un salario mayor? No lo creo. Y el régimen justifica
este bajo salario por el conjunto de bienes y servicios gratuitos que el Estado
proporciona, que proceden de la productividad de los trabajadores y del
beneficio de explotación de las empresas. Todo ello absorbido por el aparato
estatal intervencionista y de corte estalinista que lleva sometiendo al pueblo
cubano más de medio siglo.
Cabe
preguntarse qué obligaciones tributarias deben cumplir los cubanos cuando el
Estado les retiene directamente una parte muy relevante de su contribución al
producto nacional. Una parte que debería ir dirigida a los ciudadanos de forma
directa, elevando los salarios para facilitar así su libertad de elección en
mercados libres y competitivos. Si ello fuera así, el estado comunista e
intervencionista no tendría que proporcionar tantas gratuidades, ya que la
elección mayoritaria de los ciudadanos se dirigiría, casi seguramente, con un
mayor poder adquisitivo, a comprar bienes y servicios privados, de alta calidad
y en los que la variedad permitiera realizar una elección óptima. En el régimen
castrista, donde las bases de la elección individual han sido pisoteadas por
los poderes públicos en beneficio de la pervivencia del sistema económico,
cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Las
reformas que se han introducido en el sistema tributario castrista son injustas,
parciales, asimétricas porque recargan la mayor parte de la presión
recaudatoria sobre las nuevas actividades que se ejercen por cuenta propia, que
además, son las que muestran un nivel de crecimiento de la productividad y del
excedente superior al de las empresas de titularidad estatal, que participan de
la recaudación por otros mecanismos no tributarios de exacción.
Esta
orientación de la carga tributaria hacia los resquicios de la actividad privada
del régimen se utiliza como instrumento de control de estas mismas actividades
para evitar su expansión y que se conviertan en contra poderes al sistema
político e institucional. Como señalan las autoridades, esta recaudación sobre
la actividad privada, y cito textualmente el artículo "toma diferentes
destinos: educación, cultura y deporte, salud pública, tribunales, fiscalías; e
incluso, algunas organizaciones no gubernamentales que el Estado subvenciona
porque no generan ingresos suficientes para cubrir sus gastos, como la
Fundación del Hombre y la Naturaleza, el plan para el desarrollo de la zona
montañosa Turquino-Manatí, entre otros".
Es decir
los nuevos trabajadores por cuenta propia están siendo utilizados como
instrumentos recaudatorios para financiar la estructura de gasto ineficiente
del aparato del estado castrista, en vez de canalizar esa recaudación en forma
de ayudas directas, estímulos fiscales, para facilitar la expansión de estas
nuevas actividades, lo que sería más razonable en términos económicos, y desde
luego posible, en un sistema democrático y plural.
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