Los inversores extranjeros abandonan el régimen castrista


Elías Amor Bravo, Economista

En los últimos días, los medios se han hecho eco de un continuado proceso de abandono de la inversión extranjera en Cuba. Datos de CEPAL sobre las inversiones extranjeras en América Latina apuntan a que en la actual fase de crisis económica mundial, los capitales internacionales apuestan por la región, con 153,4 mil millones de dólares, un aumento del 31% con relación al año anterior. El régimen castrista, sin embargo, se ha quedado al margen de este proceso. La última noticia sobre la decisión de Repsol de abandonar la exploración petrolífera en aguas del golfo de México, ha venido a confirmar que las empresas internacionales han dado la espalda al castrismo.

Dada su extensa duración en el tiempo, no es posible hablar de una relación del régimen castrista con la inversión extranjera, sino que ésta se ha ido adaptando a las circunstancias específicas de cada momento, y de manera especial, en los últimos años, a ganar tiempo, en esa negación de cambios políticos hacia la democracia en que se encuentra instalado el raulismo.

Aun a riesgo de exponer cuestiones ya conocidas, la llegada de los “revolucionarios” a La Habana en 1959 supuso la ruptura de las relaciones económicas y comerciales con Estados Unidos, y la apertura de un proceso de sovietización de las estructuras económicas y políticas de la Isla que duró prácticamente hasta el derrumbe del muro de Berlín en 1989. En ese período tan largo de tiempo, no es posible hablar de inversiones extranjeras, por cuanto el sistema estalinista blindaba la participación de los países del este de Europa y de la URSS en los distintos sectores de la economía cubana. Alguna empresa española, británica o italiana y poco más.

La caída del muro de Berlín y del llamado socialismo real produjo la primera crisis grave de la economía castrista y durante el denominado “período especial”, Fidel Castro aún en contra de su criterio, se vio obligado a abrir puertas al capital extranjero. Se crearon zonas francas, se fomentó la participación de empresas internacionales en sectores estratégicos de la economía (turismo, minerales), se buscaron desesperadamente fuentes de financiación para sostener la ineficiente estructura económica creada por el sistema colectivista de planificación central. Cuando el rumbo de la nave quedó medianamente estabilizado a comienzos de siglo XXI, se consumó el desastre económico con el cierre de la industria azucarera, se agitó un intenso proceso de recentralización que dejó fuera a numerosos empresarios que acudieron a interesarse por el entorno económico del período especial, en tanto que la llegada de los petrodólares de Venezuela sentó las bases para un nuevo modelo basado en la mono dependencia financiera del exterior.

La situación actual presencia una aparente contradicción, ya que uno de los ejes principales de las reformas del régimen castrista es el fomento de la inversión extranjera hacia la isla. Sin embargo, grandes compañías internacionales han comenzado a restringir sus inversiones en la isla o directamente a marcharse.

¿Por qué sucede esto? No es difícil de explicar. Por mucho que los responsables políticos del régimen, como Rodrigo Malmierca, titular del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, se esfuercen en invitar al capital extranjero a “corregir los errores” en lo que algunos podrían calificar como “política de alfombra roja”, lo cierto es que la base a partir de la que se formula esta política carece de sentido común, como otras muchas cosas que se vienen haciendo en la economía castrista.

China, y en menor medida Vietnam, ofrecen un buen ejemplo de que para fomentar la inversión extranjera, es necesario construir, ante todo, un marco estable y jurídicamente respetable, de derechos de propiedad legítimos. No son admisibles los escenarios de alquileres a 50 años, tierras en usufructo, o el riesgo de invertir en propiedades previamente confiscadas a sus legítimos propietarios. El origen del mal de la política de inversiones extranjeras del castrismo se encuentra, como la mayoría de los fracasos de este régimen, en el robo sistemático y la destrucción del stock de capital privado existente en la Isla en 1959 sin reparaciones. Sin una redefinición de un nuevo marco que compense a los confiscados y reestablezca el orden legítimo de derechos de propiedad que nunca debió subvertirse por motivos ideológicos, nadie en su sano juicio va a situar un solo dólar en la economía castrista a medio y largo plazo.

Las autoridades del régimen deberían saber que las inversiones extranjeras no dependen de la actualización de una Ley de Inversiones Extranjeras mala en su diseño e inadecuada para los retos de la globalización. 

Los inversores quieren apostar, con legítimo derecho, por aquellas actividades que ofrecen una tasa de rentabilidad interna más elevada, en los sectores más dinámicos de la economía y no en aquellos que un burócrata planificador les obligue a invertir por medio de fórmulas mixtas. Y además, saben que al apostar por un determinado país, la base del consumo interno es una garantía para el desarrollo de sus actividades. 

¿Cómo una empresa extranjera puede confiar en el consumo interno de un país con salarios medios de 18 dólares al mes? Por último, las campañas contra la presunta corrupción, que no sólo llega a los dirigentes cubanos de las empresas extranjeras sino en algunos casos a ciudadanos procedentes de otros países, que se encuentran inmersos en un sistema judicial dependiente del poder político, que hace y deshace de acuerdo con las directrices del gobierno.

La situación ha llevado a varias empresas a abandonar Cuba tras décadas de presencia allá. Por ejemplo, algunos casos han sido especialmente sonoros, como Unilever PLC, multinacional anglo-holandesa de bienes para el consumidor, el ya referido caso de Repsol y sus proyectos petroleros, el Grupo israelí BM especializado en la producción de zumos ha abandonado tras la ruptura de negociaciones con el gobierno.

Cada empresa extranjera que abandona Cuba, deja en mal lugar a Raúl Castro frente a su hermano, que seguramente le estará culpando de su debilidad con los inversores internacionales. Conocido es que en este asunto, las diferencias entre los dos hermanos son muy notables. Fidel Castro siempre ha defendido el mantenimiento de un alto nivel de inseguridad jurídica para los extranjeros, a fin de someterlos a poder coercitivo cada vez que sea de interés. Su apuesta por el turismo sentó las bases de un modelo ruinoso para el estado cubano, según el cual la construcción de la planta hotelera es propiedad del estado, y la gestión de los servicios se encarga a las empresas españolas. La duración y eficacia de este modelo está aún por ver, pero supone un escenario muy distinto al que las mismas empresas realizan en otros enclaves más rentables del Caribe, y suponen una notable inseguridad jurídica a medio plazo.

Los analistas se han preguntado, además, sobre la influencia en todo este proceso de abandono de las inversiones extranjeras en Cuba, del mandatario venezolano. De un lado, Chávez es partidario de mantener con el castrismo una relación privilegiada, pero su enfermedad ha encendido luces de alarma en La Habana. 

En el caso de una desaparición del presidente de Venezuela o una derrota en las urnas, los proyectos de refinerías que están en curso podrían quedar paralizados, y lo que es peor, los 115.000 barriles diario de crudo y derivados se situarían a su precio de mercado, a la vez que el ejército de maestros, educadores, entrenadores, policías, y demás que trabajan en Venezuela serían devueltos a la Isla a volver a cobrar sus sueldos en pesos cubanos. 

Detrás de todo hay quienes piensan, y yo me incluyo entre ellos, que todo esto se debe al fracaso continuado de las reformas introducidas por los llamados “Lineamientos”, y que tantas expectativas habían creado a nivel internacional. La acumulación de fracasos en los distintos programas y actuaciones emprendidos hasta la fecha, ha hecho perder credibilidad y reputación a Raúl Castro y su equipo en materia de gestión económica, lo que les convierte en una especie de “bonos basura” en la terminología de las proscritas agencias de rating en la Isla.

Fracasos en las medidas adoptadas y paralización en otras de gran expectación, como la reforma migratoria, apuntan a un escenario muy complicado para Raúl Castro, que le ha llevado a desaparecer de la primera línea durante las últimas semanas. Es evidente, qué duda cabe, que la lucha por el reparto del poder, en vida de los Castro, ya ha comenzado. Veremos purgas y denuncias, destape de asuntos turbios de corrupción, y la apertura de expedientes confidenciales que van a confirmar la podredumbre de la dictadura y su necesidad de sustitución por un nuevo régimen político. Cuanta más intenso sea el enfrentamiento entre estos sectores en conflicto, mayor será el riesgo asociado a la gestión del poder y también más extensos los períodos de desaparición. La reciente reunión en La Habana entre el Cardenal y las Damas de Blanco pone de manifiesto la existencia de ese vacío institucional, algo impensable en el régimen castrista hace meses.

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