Ron Havana Club, la victoria de una marca contra el régimen castrista
Elías Amor Bravo, Economista
Una de las consecuencias de la falta de un legítimo sistema
de derechos de propiedad, protegido por las leyes y la justicia independiente
es el reciente contencioso entre el régimen castrista y la Corte Suprema de los
Estados Unidos, por la renovación del registro de la marca de ron “Havana
Club”.
La ausencia de separación de poderes característica de
las dictaduras totalitarias ha llevado al régimen castrista a calificar una
decisión judicial en Estados Unidos, como un “asunto de carácter oficial”,
sobre el que las autoridades de La Habana ya han recibido instrucciones para
ver cómo pueden actuar en contra de derechos y patentes de Estados Unidos en
Cuba.
Cuando un asunto comercial pasa a tener carácter
político y se califica de “oficial”, nos encontramos ante un grave problema,
porque este no es el normal funcionamiento de las reglas del juego en la
economía de mercado, que es el sistema que, salvo que se diga lo contrario,
mejor ha venido reflejando los intereses y relaciones contradictorios entre los
agentes económicos durante casi tres siglos.
La Corte Suprema de Estados Unidos, atendiendo una
demanda interpuesta por ciudadanos que ven afectados sus derechos, en este caso
la compañía Bacardi, decidió no renovar el registro de la marca Havana Club en
aquel país, defendido por la empresa Cubaexport y su socio Pernod Ricard, una
compañía francesa de producción de bebidas alcohólicas que se había hecho con
el control de la marca. Una disputa que se viene produciendo desde hace
décadas, y que es consecuencia de la falta de un sistema de derechos de
propiedad en la Isla, tras la política de confiscaciones desatada por la
llamada “revolución” en 1959.
Tal vez convendría recordar en este punto que ya en
2006, el Departamento del Tesoro no renovó la licencia comercial a Pernod
Ricard, distribuidora internacional de Havana Club desde 1993, cuando durante
el período especial las autoridades castristas sacaron a la venta todo el
patrimonio confiscado en la Isla. Aludiendo a una Ley de 1998 que prohibió la
renovación de ciertas marcas comerciales cubanas asociadas a propiedades
nacionalizadas tras la revolución de 1959, el Tesoro ponía tierra de por medio
y restauraba, al menos en el territorio de los Estados Unidos, la legitimidad
de los derechos de propiedad que habían sido conculcados.
Y al igual que ha venido ocurriendo durante casi medio
siglo, las autoridades castristas se han lanzado a convertir un asunto judicial
en una agresión a Cuba por la potencia imperialista. Estamos tan acostumbrados
a este lenguaje que ya no prestamos atención a los flecos que se derivan de
estos procesos, y que suelen ser mucho más importantes.
Ya en 2006, cuando el Tesoro resolvió no conceder
licencia a la empresa francesa, el régimen castrista responsabilizó a Estados
Unidos de “robo” de la marca, imputando las acciones de tribunales
independientes a las decisiones del Gobierno. Lo que se podría calificar como “ver
la paja en el ojo ajeno”.
Ahora, al parecer, alguien con más sentido común se ha encargado de hacer mejor las cosas. Mientras
tanto, y conociendo que la causa puede darse por perdida, la corporación Cuba Ron, que opera bajo el paraguas
de Cubaexport, anunció que al margen del conflicto de Havana Club la empresa ya
ha creado y registrado en EE.UU. una nueva marca denominada “Habanista”, que
supondría una “opción comercial” para distribuir el ron cubano en ese país en
un futuro, si EE.UU. elimina el bloqueo comercial que aplica a La Habana desde
1962.
Es evidente que nada se puede hacer contra esta
decisión de apostar por una nueva marca “Habanista”, si es cierto que no ha
sido registrada anteriormente, y a la que desde aquí deseo los mejores éxitos.
Pero a partir de hoy, Havana Club en los tribunales de Estados Unidos, y espero
que pronto en los europeos, vuelve a ser una marca de su legítimo propietario,
que decidirá a su conveniencia lo que debe hacer con ella: potenciarla y
mejorarla o hacerla desaparecer. Eso es restaurar derechos, una asignatura
pendiente para la normalización económica de Cuba. Para mí sería una auténtica
lástima dejar de verla en los mercados por los fabricantes no volvieran a
producir. Me he acostumbrado a su envejecido de 3 años, que es magnífico para
preparar mojitos. Lo que importa realmente es que se restituya el derecho de
propiedad, y que el castrismo entienda que en el mundo civilizado no se puede
actuar al margen de la justicia y la legalidad como ha venido haciendo durante
medio siglo.
Barcardi ha mostrado a muchos cubanos confiscados en
sus derechos de propiedad por el régimen cuál es el camino a seguir.
Perseverancia y confianza en los tribunales de la justicia democrática, que
siempre han estado a favor de los derechos de propiedad, porque estos son los
que sustentan el funcionamiento de una sociedad digna, justa y respetable. El
camino a la restauración de los derechos de propiedad, activos y bienes
incautados, confiscados y robados por el régimen castrista a comienzos de la
llamada “revolución” no será fácil, pero es absolutamente necesario emprenderlo
con un gran pacto social entre todas las opciones políticas que protagonicen la
transición a la democracia. Si este pacto social fracasa, y no se restauran
debidamente los derechos, la evolución de la economía se resentirá, y se
perderá una oportunidad de sentar las bases de una nueva sociedad como la que
hizo a la República próspera, dinámica y eficiente en sus primeros 50 años de
existencia. El marco de la Constitución democrática de 1940 es esencial para
recuperar esa institucionalidad perdida.
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