En homenaje a los Juan Gómez cubanos
Elías Amor Bravo, economista
Quiero aprovechar este espacio para felicitar a Juan
Gómez, un campesino octogenario de Güira de Melena, al que han otorgado un curioso galardón de “Vanguardia Nacional
de la ANAP”, por el record de producción en su finca de 28 toneladas de papa
por hectárea.
Un mérito incuestionable en una economía absolutamente
ineficiente como la castrista. Mientras que el marabú invade las extensas e
ineficientes granjas estatales este hombre consigue en su pequeña finca niveles
de producción aceptables. Este es un ejemplo de cómo sería la situación de la
economía si la llamada “revolución” no hubiera cometido los estragos que hizo
desde los comienzos al confiscar las propiedades en el campo.
Me alegro por Gómez, y quiero decirle que cuando yo
era un niño conocí a otros muchos campesinos como él en los alrededores de
Güira de Melena, Alquízar, Bejucal, La Salud, Quivicán, en la zona guajira
próxima a La Habana. Muchos de aquellos hombres, amigos de mi abuelo, recibieron
un mazazo mortal con las confiscaciones castristas de tierras. Nunca pudieron
comprender que un régimen que anunciaba que la tierra sería para quién la
trabajase, terminase arrasando todo lo que habían construido con ilusión, desde
prácticamente la nada.
Aquellos guajiros que eran propietarios de pequeñas
extensiones de tierra en las que producían prácticamente de todo, se vieron
obligados a trabajar para el estado en el absurdo experimento colectivista. En
el peor de los casos, perderlas sin compensación o verlas reducidas por
decisión administrativa. Muchos recibieron un golpe mortal del que no volvieron
a recuperarse. Su salud, quebrantada por el esfuerzo del trabajo, no pudo
resistir el robo institucional. A otros, solo les quedó el amargo camino del
exilio en el que murieron soñando con sus campos de cultivo en sociedades
industriales que nada tenían que ver con lo que había sido su vida hasta el
aciago 1959.
Si existe un sector de la economía de la Isla que ha padecido
con más intensidad el daño institucional castrista no es otro que el agropecuario.
No me cabe la menor duda que muchos acogieron a aquellos llamados
“revolucionarios” con cierta expectación, pero en muy poco tiempo se percataron
que las medidas iban en contra de cualquier racionalidad económica.
En menos de un lustro, Cuba dejó de ser una potencia
exportadora, para necesitar prácticamente todo tipo de productos agropecuarios.
La dependencia internacional en este renglón venía a mostrar el fracaso del
sistema institucional basado en la planificación central estalinista y la
eliminación de la propiedad privada, salvo explotaciones marginales. Con ello, se
destruyó la base productiva de la agricultura de la República que había
florecido durante siglos.
Gómez, que merece un reconocimiento por su tarea es un
ejemplo del giro de 180º del régimen castrista en estos 55 años. El retorno a
un concepto de agricultor independiente y su reivindicación por el castrismo,
no es más que una demostración del fracaso de la absurda ideología política que
sustentó la política de modélicas explotaciones estatales en las que habría
prácticamente de todo. La ineficiencia e improductividad de ese modelo
fracasado, les obliga a volver la vista a los brillantes Juan Gómez que
sobreviven en Cuba, como un ejemplo de
lo que fue la economía cubana antes de las fatídicas reformas de 1959.
Gómez es el espíritu del guajiro cubano trabajador,
independiente, defensor de lo suyo que es la tierra, y que permanece en Cuba.
Es el ejemplo de la alternativa al intervencionismo estatal y la ineficiencia
comunista. Es el punto de unión con un pasado que volverá a la Isla cuando se
modifiquen las condiciones institucionales actuales, permitiendo recuperar los
niveles de abastecimiento y productividad de tiempos pasados.
Si el castrismo tuviera a muchos Gómez, la economía no
necesitaría recurrir a costosas importaciones de productos agropecuarios que
lastran sus cuentas externas e incluso, los excedentes podrían servir para
generar ingresos externos. Se han dado cuenta 55 años después. Nunca es tarde,
pero Gómez es un ejemplo de lo que nunca debió ocurrir en la economía cubana y
que, por desgracia, ocurrió.
Y lo más relevante. La política de cesión de tierras
que se ha anunciado como uno de los ejes centrales de los llamados
“lineamientos” no va a permitir que vuelvan los Gómez a la agricultura cubana.
La razón. Porque mientras que no se garantice un marco estable y previsible de
respeto a los derechos de propiedad, nadie va a asumir riesgos. Los
responsables políticos de la entrega de tierras ya están lanzando críticas al
proceso. Los guajiros cubanos que hicieron grande a la agricultura cubana a
mediados de los años 50 del siglo pasado venían, en su mayoría, de la
emigración extranjera o de niveles sociales muy pobres. Construyeron sus
propiedades con esfuerzo, ahorro y reinversión de beneficios. Y sobre todo, con
capacidad para reivindicar sus derechos de propiedad frente a terceros. Esta es
la clave para el desarrollo y crecimiento de una economía, junto al
funcionamiento adecuado del mercado como instrumento de asignación de recursos.
Si el castrismo no facilita esas condiciones, nada más cabe esperar.
Excelente artículo y muy ilustrador de los tremendos y dramáticos errores del castrismo: la planificación y colectivización económica.
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