El desarrollo de internet en Cuba, el mercado y el estado
Elías Amor Bravo, economista
Me parece que Wilfredo González Vidal, viceministro
del Ministerio de comunicaciones, ha dicho que “No será el mercado quien regule
el acceso al conocimiento”. La frase, que no tiene desperdicio, ha sido
pronunciada el lunes pasado cuando se anunció que el régimen castrista había
decidido ampliar el acceso público a Internet, con 118 centros o salas de
navegación en distintos puntos del país, auspiciadas por la empresa estatal
ETECSA.
Ante quién afirma este tipo de cosas, conviene
realizar algunas precisiones.
El mercado, como institución de funcionamiento
eficiente de las economías, no tiene vocación reguladora alguna. El mercado es
una entidad espontánea que cumple un papel fundamental, poner en relación a los
que tienen algo que ofrecer con aquellos que tienen una necesidad y recursos
para su adquisición. Y de la relación entre unos y otros, se alcanza un
equilibrio que tiende a vaciar los mercados. Un equilibrio que define un precio
que es estable, porque una pequeña separación del mismo, por arriba o por
abajo, vuelve a situar a la economía en ese nivel de equilibrio.
Cumplir esta función es muy importante, yo diría que
fundamental para que una economía funcione correctamente. Por lo que no es
vocación del mercado entrar en los aspectos de regulación, que competen, como
no cabe otra interpretación, al ámbito de la gestión pública.
Hecha esta previsión inicial, no creo que la provisión
del servicio de internet en la economía castrista, decidida por el estado
planificador y ejecutada por su brazo armado, ETECSA, sea eficiente y mucho
mejor que la que podría realizar el mercado, si se autorizase su funcionamiento
libre.
Y precisamente por ello, surgen preguntas cuya
respuesta, evidentemente, no resulta fácil. Por ejemplo, ¿por qué 118 salas, y
no 75 o 350? ¿Es esto el resultado de una ocurrencia más de algún burócrata ocioso, o se han realizado estudios de mercado para determinar el número más
adecuado para atender la demanda? ¿Se ha tenido en cuenta la demanda?
Yendo más lejos aún, ¿hay
alguna razón para que en la economía castrista la gente que quiera utilizar el
internet tenga que acudir a áreas o puntos de acceso colectivo de ETECSA, y no lo
puedan tener en sus casas, como sucede en la práctica totalidad de países del
mundo?
Y qué podemos decir del precio. ¿Ha pensado alguien
que las tarifas impuestas por la empresa estatal, monopolista, están fuera de
la capacidad media salarial de los cubanos? ¿A quién se le puede ocurrir poner
un precio de 0,60 CUC la hora de navegación en internet, a 1,50 la de correo
electrónico y a 4,50 CUC la disponibilidad de cuenta de correo, cuando el
salario medio mensual no supera los 18 CUC? Es evidente que están pensando en
el cubano que vive en el exterior. Para un hijo que quiera comunicarse con su
madre, al menos una hora cada dos o tres días, a estos precios, tendrá que
enviar unos 25 euros más al mes. Si quiere comunicarse a diario la cifra se
dispara. Ese mismo cubano en España puede adquirir tarifa plana (es decir,
comunicación durante todo el día) por 49 euros al mes.
Pero es que hay más, ¿esta discriminación de precios
tiene alguna racionalidad? La mayoría de la gente sabe que disponer de un
correo es muy fácil accediendo a determinadas webs que lo proporcionan gratis,
¿Cómo discriminar unas vías de otras? ¿Hasta dónde pretender llegar con el
control de las comunicaciones en la red? Y la velocidad, a 512 Kbps, ¿Están los cubanos
preparados para esperar y esperar? Tengo la impresión que con este tipo de
políticas, más que acercar a la gente a las nuevas tecnologías, el régimen está
poniendo todo tipo de zancadillas para conseguir que los cubanos rechacen su
uso. Gran error. El futuro no consiste en poner puertas al campo. La movilidad
que facilitan las redes sociales es infinita. Ni el castrismo, con su
permanente bloqueo, se puede resistir.
No es cierto lo que señala el ministro en relación a
las tarifas de los servicios de internet en los países más ricos y los que
están en desarrollo. Como saben muy bien los consultores que viajan en proyectos
de cooperación, es mucho más fácil y accesible mantener una conexión desde Cabo
Verde o Argentina, que en Madrid o Roma. Los precios están en línea con los
niveles de renta y bienestar de los países. Los mercados son los que determinan
cuánto se está dispuesto a pagar por el servicio. Si en la economía castrista
las tarifas son elevadas, es evidente que se está buscando desincentivar la
demanda, frenando su desarrollo y creando nuevamente desigualdades en función
del acceso a la moneda en la que se deben pagar los servicios que, obviamente,
es el CUC y no el peso cubano tradicional.
Además, servicios que ya están disponibles en otros países de
nivel de desarrollo inferior al del régimen castrista, como el wifi o la
conexión a través del móvil, parece que son objeto de planes, reflexiones y
consideraciones de futuro. O sea, que no verán la luz, al menos a corto o medio
plazo, privando así a la sociedad de estos servicios que son fundamentales para
las relaciones y el desarrollo del conocimiento.
No atender las necesidades familiares y obligar a los
cubanos a acudir a esas salas comunitarias es más de lo mismo, y no se puede
atribuir esa decisión del régimen a los recursos económicos o las limitaciones
tecnológicas. Insisto, países con desarrollo económico inferior, permiten a sus
ciudadanos contar con la red de redes en sus casas.
La sociedad del conocimiento exige inversiones en
infraestructuras que no se pueden postergar ni distorsionar. Al final, la
comunicación en red es global, y los cubanos, no pueden quedar al margen de los
procesos que están transformando la sociedad, tal y como la conocemos.
Sinceramente, me alegro de que el internet rompa los muros pétreos de la desinformación
castrista, a pesar del control, Pero, como ya señalé anteriormente, es
imposible poner puertas al campo en la sociedad del conocimiento. Y si
importante es para los cubanos recibir información del exterior, también los
que estamos fuera queremos tener información libre, no mediatizada, ni sometida
a controles por el gobierno. Este es el comienzo del fin de un poder absoluto que ya los
teléfonos móviles han empezado a plantar cara. ¿Quién lo iba a decir...?
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