La batalla contra las limitaciones y deficiencias
Elías Amor Bravo, economista
Y seguimos con las batallas.
El pasado sábado, en la reunión del consejo de defensa
nacional, Raúl Castro dijo que “la gran batalla es contra nuestras limitaciones
y deficiencias” en referencia al manido argumento de que el “ahorro es la
principal fuente de ingresos de la economía y que no siempre se le otorga la
debida importancia”.
Esta afirmación es cierta en parte. Limitaciones y
deficiencias existen a miles en un sistema económico de base estalinista, en el
que la planificación central sustituye al mercado como instrumento de
asignación de recursos, y en que se priva a la mayoría de la población del
ejercicio de los derechos de propiedad privada. En esencia, este modelo es el
origen de todos los problemas de una economía que, antes de 1959, había
mostrado una extraordinaria eficiencia, competitividad y capacidad para generar
riqueza y empleo.
El que se haya llegado 55 años más tarde a la
conclusión principal no está mal. Pero, lamentablemente, si el diagnóstico
puede ser acertado, las decisiones que se están adoptando no conducen a la
solución de los problemas. No se puede superar un lastre de ineficiencia e
improductividad por medio de parches que carecen de conexión entre sí. Los “lineamientos”
solo conducen a un nuevo rediseño del modelo, en el que prevalece la esencia
del control estatal de la economía. Ellos le llaman “actualización del
socialismo”, una vía muerta que ni Vietnam, ni China, ni los países del Este de
Europa sometidos al telón de acero, han aplicado a sus economías para superar
el atraso comunista. En ese empeño, los análisis realizados conducen a juicios
de valor, no suficientemente contrastados con la evidencia empírica, que son
errores en la implementación de la política económica necesaria.
Por ejemplo, la referencia a que “el ahorro es la
principal fuente de ingresos de la economía”.
Es cierto que en las actuales
condiciones de financiación mundial, los países que recurren al crédito del
exterior por su incapacidad para generar recursos, como es el caso de la economía
castrista, lo tienen más difícil. Si encima no pagan las deudas contraídas,
como las referidas por el Club de París en sus informes anuales, la situación
es aún peor, ante una eventual pérdida o reducción de apoyos procedentes de
Venezuela o Brasil.
Además, en una economía en la que el estado es
propietario y controla la mayor parte de los activos productivos y la
producción generada en los distintos renglones y actividades, cualquier ahorro,
en los términos planteados por las autoridades del régimen castrista, supone
reducir el tamaño de la economía, empobrecer a la población, destruir empleo y
la instauración de un círculo vicioso de menos crecimiento, nuevos ahorros y
más pobreza. Un “período especial” a escala reducida, pero en definitiva, un “período
especial”.
La reducción de la economía estatal, improductiva e
ineficiente, asociada a los procesos de ahorro que instigan las autoridades,
debería ir acompañada de una potenciación real de los sectores privados, con la
liberalización parcial o total de actividades emprendedoras que ejercen una
influencia notable sobre los procesos de formación de precios en mercados
libres o semi liberalizados. De ese modo, el ahorro en el gasto estatal y en el
tamaño de la economía controlada por el estado, debería conducir a un aumento
de la economía privada.
Esta debería alcanzar dimensiones superiores a la estatal
en un plazo relativamente corto, afianzando al mismo tiempo, un sistema de
derechos de propiedad que garantice a los cubanos la apropiación de los frutos
de su trabajo y a las empresas la obtención de rendimientos acordes a la
inversión. El ejercicio de actividades privadas no debería quedar circunscrito
a una serie de profesiones de servicios vinculadas al área del turismo y de la
moneda convertible, sino a todos los sectores de la economía, y la entrada de
capital privado procedente del exterior se debe realizar por acuerdo con los
nuevos empresarios y no con el estado que actúa, hasta la fecha, como socio en
la mayoría de proyectos.
Cualquier otro diseño, con el estado participando
activamente en el control del sistema productivo, es más de lo mismo, es decir,
“limitaciones y deficiencias”, con el agravante de que si la economía privada
no crece al ritmo que sería deseable, la reducción del estado, el ahorro al que
se refiere Raúl Castro, supondría empobrecimiento para aquellos ciudadanos que
no podrían desempeñar sus funciones en las actividades privadas. Entonces,
tristemente, habrán perdido la batalla.
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