La ANAP debe impulsar reformas urgentes en la agricultura
Elías Amor Bravo, economista
El
nuevo presidente de la ANAP, Félix Gonzalez Viego, se ha estrenado
como no podría ser de otro modo, con un discurso triunfalista que ha
venido a borrar de un plumazo las afirmaciones que lanzaba de vez en
cuando su antecesor, el inefable Orlando Lugo Fonte.
¿A qué me
refiero? Sin duda a la referencia que recoge el diario oficial Granma
a su discurso en Santa Clara, cuando dice y cito textualmente,
“tenemos todas las condiciones para llevar los resultados de la
ciencia y la técnica a nuestros campos”.
No
puedo estar de acuerdo con esta afirmación. Me propongo explicar por
qué.
En
primer lugar, porque el campo cubano carece de incentivos con su
estructura de propiedad sometida al poder estatal, a cualquier
proceso de innovación y crecimiento económico. Si durante los
primeros 50 años de existencia de la República la agricultura
cubana se convirtió en un potente sector generador de empleo y de
capacidad de exportación y obtención de ingresos y beneficios, las
reformas colectivistas estalinistas emprendidas por los llamados
“revolucionarios” trastocaron el marco de los derechos legítimos
de los propietarios y la corriente tradicional de comercio de la Isla
con su vecino del Norte. Un golpe de muerte para la agricultura que
sigue sin recuperarse. Ahí están los datos de azúcar, café,
hortalizas, frutales, etc.
En
segundo lugar, porque si bien es cierto que históricamente Cuba
contó con centros científicos orientados a la mejora de la
agricultura, de sus rendimientos y capacidades, la demagogia
castrista y una errónea forma de entender la cooperación
internacional, hizo que muchos de los avances científicos y
técnicos se regalasen a los países productores de la zona del
Caribe que aplicaban esas innovaciones a sus productos, obteniendo
notables ventajas de comercialización en los mercados, sin que el
esfuerzo realizado por el I+D cubano tuviera su recompensa.
En
ese sentido, cabría corregir al presidente de ANAP y señalarle que
en contra de lo afirmado por él, la llamada “revolución
castrista” lejos de ayudar a que el caudal científico creado por
la sociedad cubana (porque la revolución no crea nada, más bien lo
contrario, destruye) mejore la capacidad de producción de la
agricultura, no ha hecho correctamente sus deberes. Y tampoco estoy
de acuerdo en que la “preparación de los cuadros que dirigen la
base y su mayor conciencia” sea lo que necesite la agricultura para
salir adelante. Me consta que los profesionales cubanos están
capacitados, consiguen grandes éxitos cuando salen de su país. La
consecuencia es clara: existe algo en la estructura socioeconómica y
política del régimen que impide a las cosas mejorar.
Me
parece muy acertado que se pongan a trabajar “en la utilización de
semillas y variedades de calidad, la promoción de la agricultura
orgánica y el fomento de la siembra de alimentos alternativos para
la cría de animales” (…) la cooperación con los centros
universitarios y de investigación, o que no se “engavete ninguna
innovación o tecnología que propicie un aumento de la producción”.
Todo esto es fundamental, y parece mentira que no se hayan percatado
antes.
Pero
si de verdad quieren que la agricultura vuelva a ser lo que fue, y
permitiese la alimentación de la población, y la generación de
excedentes para su venta en los mercados mundiales, háganme caso.
Borrón y cuenta nueva. Cambio del sistema de derechos de propiedad,
apertura de la distribución comercial privada, generalización de
los mercados intermediarios, libertad de contratación de
trabajadores, y en vez de cesiones de tierras por un número de años,
apertura al mercado de las tierras, el alquiler, la venta, la
ampliación de explotaciones en función de la escala técnica
exigida por el cultivo, y lo no menos relevante, la participación
del capital extranjero en el sector agropecuario cubano.
Esa es la
receta, y pueden estar seguros de que la aplicación correcta de un
programa con estas medidas, sitúa en menos de un lustro a la
economía agrícola cubana a la cabeza de las de América Latina. Ya
estuvo en ese puesto, ¿por qué no podemos volver a ocuparlo? Ojalá
la ANAP sea la organización que remueva los cimientos de una
estructura inservible. Esa podría ser una gran contribución al
futuro de Cuba.
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