¿Dónde quedó el embargo?
Elías
Amor Bravo, economista
La noticia difundida a nivel internacional relativa a que el régimen castrista ha solicitado un nuevo crédito a Brasil para continuar la construcción de infraestructuras en la Zona de Desarrollo Especial del Mariel, confirma lo que todos sabíamos.
En primer lugar, que el embargo ha muerto de
cansancio. La realidad es que el único país con el que el castrismo
no mantiene unas relaciones comerciales y financieras
normales
es Estados Unidos. Con el resto del mundo, todo ha cambiado. Que se
lo pregunten ahora a Brasil. Y ya no se trata de ir a la búsqueda más o menos angustiosa de
una financiación a corto plazo para adquirir alimentos con los que
dar de comer a la población, sino identificar fuentes financieras a
largo plazo para dar continuidad a un
área destinada
a fomentar las inversiones extranjeras para impulsar la
economía castrista.
En segundo lugar, no por ello menos relevante, que el régimen carece
de recursos financieros propios para impulsar una infraestructura
que, sin embargo, considera prioritaria para el desarrollo económico
y a la que ha otorgado determinados beneficios que no se presentan en
otras zonas del país. Reconociendo esa incapacidad financiera para
acometer proyectos que son fundamentales para el crecimiento
económico, no sólo se acentúa la dependencia internacional de la
acción de los mercados de capitales, sino que se muestra el rostro
más visible del fracaso de un modelo que ya no se sostiene por más
tiempo.
Ya
he tenido varias ocasiones de ofrecer mi opinión sobre lo que pienso
que significa este proyecto de Zona de Desarrollo Especial en el
Mariel, y las consecuencias internas y externas que el mismo va a
tener si en la economía castrista no se realizan las
transformaciones jurídicas necesarias para situarla en pie de
igualdad con el resto de países del mundo. En la globalización, los
capitales buscan aquellas oportunidades de inversión que garantizan
una cierta estabilidad, credibilidad y solvencia. Los socios que no
ofrecen un marco jurídico predecible para el desarrollo de los
proyectos rara vez tienen éxito. El Mariel tiene recorrido
aún por delante y ya empiezan a demandar más financiación. Mal
asunto.
No
es bueno pensar, como ocurrió durante los largos años de la
subvención soviética, que el dinero no tiene límites y que sólo
hace falta pedirlo para que venga. Esa idea ya no sirve en la
globalización, donde los mercados financieros distinguen a los
buenos de los malos pagadores, de los que asumen costes económicos y
sociales para cumplir con sus deudas, de aquellos que se inventan
triquiñuelas y artificios para decir que están al corriente. La era
de los ventajistas tocó a su fin desde hace tiempo, y si no, ahí
está para confirmarlo el Club de París con su demanda permanente
con el régimen castrista por el pago de una deuda que según este
organismo internacional, se sitúa en torno a los 35 mil millones de
dólares.
De
modo que los
brasileros que van a conceder
el crédito, cuyo importe además
no
ha
sido
desvelado (oscuridad y falta de transparencia no son buenas compañías) deberían
estudiar bien las condiciones de la devolución, so pena de
encontrarse con una operación de la que después no podrán
arrepentirse. Por mucho que se anuncie que medio centenar de empresas
de España, Francia, Italia y Brasil se hayan puesto en contacto con
los responsables de la ZED del Mariel para manifestar su interés en
invertir en el área, mi consejo a los financieros brasileros es que
mediten, y mucho, lo que van a hacer. Lo que hasta ahora se ha hecho,
con una contribución que algunos medios han situado en 682 millones
de dólares, produce vértigo cuando se piensa qué es lo que va a
entrar y salir de esa zona cuya articulación con el resto del tejido
productivo de la economía es nula.
Si
Brasil, uno de los países BRIC, quiere pasar a engrosar la lista de
acreedores del régimen castrista tras convertirse en uno de los
principales inversores del proyecto del Mariel, está en su derecho.
Sin embargo, no hace mucho tiempo, el régimen castrista anunciaba
negociaciones con inversores chinos para el megaproyecto. ¿Dónde ha
quedado ese apoyo? Tal vez convendría obtener esa información.
Podría servir para justificar cualquier inversión adicional.
La
región de Mariel ocupará una extensión total de 465,4 kilómetros
cuadrados y las autoridades prevén que las obras finalicen a
mediados de 2014 gracias a una inversión cercana a 900 millones de
dólares. En teoría falta muy poco. Pero esta no es la cuestión,
sino para qué va a servir y qué fines económicos y sociales puede
ejercer sobre el conjunto de la economía un enclave completamente
aislado de la realidad. Localizada a 45 kilómetros al oeste de La Habana, en la
zona se pretenden ofrecer mayores facilidades que en el resto de la
isla para el establecimiento de empresas extranjeras, entre ellas
exenciones tributarias y aduaneras y más agilidad en el trámite y
evaluación de los proyectos que se presenten. Ya veremos como se lo
toman las demás empresas extranjeras que operan en el interior del país. Con fuego, no
se juega.
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