En defensa del bodeguero cubano

Elías Amor Bravo, economista

Ahora resulta que quieren gestionar los inventarios ociosos que existen en las ineficientes empresas estatales con otro decreto. Otra lección de economía para profanos en ese maremágnum de directrices contenidas en los llamados “lineamientos”. Por si no fuera poco lo que está cayendo, ahora nos anuncian que por medio de normativa se tiene que resolver el “problema del tratamiento y gestión de los inventarios, en particular los de lento movimiento y ociosos”.

El análisis que se realiza sobre este asunto, en un artículo publicado en Granma, con el título “Y sin embargo se mueven”, señala que “en la economía cubana ocurren acumulaciones de inventarios de bienes de consumo e intermedios, que exceden las necesidades reales o que no son utilizados eficientemente, con el consabido daño a la economía”. 

La cuestión es, entonces, ¿de donde viene la escasez que padece de forma continuada el pueblo durante estos 55 años? Aparentemente, las afirmaciones que se exponen en este artículo, sobre una presunta abundancia de bienes acumulados en los almacenes, no tienen nada que ver con el imperio de una odiosa cartilla de racionamiento por más de 51 años. Algo funciona mal.

Si el modelo estalinista apunta a situaciones de “desconocimiento y descontrol”, como se señala en el artículo, pues no pongan parches y cámbienlo de una vez por todas. Estoy completamente de acuerdo que no hay nada peor para una economía que los "inventarios abultados". Las mercancías se deterioran, los costes financieros se disparan y lo que es peor, no llegan a sus destinatarios que, por ende, padecen frecuentes carestías y escaseces al no encontrar en los mercados estatales aquellos productos que desean adquirir. Entonces, ¿qué hacer para poner solución a este problema?

Desde luego, con los “decretos” no se va a ningún sitio, por mucho que las autoridades de la “Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo” confíen en este tipo de regulaciones.

Si de veras quieren acabar con esa lacra del inventario ocioso, no tienen mas que recuperar la figura tradicional del comerciante, el “bodeguero” cubano. Ya se que me dirán que muchos perecieron, sin poder dejarnos sus enseñanzas. Cierto. La mayoría vieron como sus pequeños y prósperos negocios fueron confiscados sin indemnización por una absurda ideología que ahora, muchas décadas después, se encuentra inmersa en un camino sin retorno posible. Los bodegueros cubanos, de los que me siento orgulloso de ser un descendiente, gestionaron sus negocios con éxito, durante épocas de dificultades, introduciendo nuevas técnicas comerciales y facilitando que los mercados funcionaran sin las estrecheces y las carestías propias del castrismo. Lo dicho, vayan a tomar explicaciones de aquellos que todavía viven. Están a tiempo de saber lo que tienen que hacer.

A golpe de resoluciones publicadas en la gaceta oficial no se consigue que una economía funcione mejor. Los autores de los llamados “lineamientos” y los encargados de su ejecución, deberían saberlo. Los mercados, el comportamiento de la oferta y demanda, la fijación de los precios libres, no necesitan de decretos ni de normas administrativas. Son movimientos espontáneos que garantizan que los inventarios se vacíen, porque vendedores y compradores descubren que sus expectativas se cumplen. Cuando eso no es así, aparecen los mecanismos que regulan al alza o la baja los precios y los comportamientos de unos y otros se ajustan para alcanzar el equilibrio. Sobran regulaciones y disposiciones oficiales. Todo es mucho más natural.

Lo que más sorprende es que no se percaten que el funcionamiento de los mercados es general. Y que cualquier práctica asimétrica en los procesos de transformación económica, puede generar distorsiones que terminen ocasionando problemas más complejos que los que se pretenden resolver. En este ámbito del comercio, tengo la convicción que las autoridades no tienen muy claro a donde quieren ir, y en este caso concreto de reducir los inventarios, las propuestas me parecen desmesuradas. Ese sistema que se pretende introducir por decreto, para reducir los inventarios ociosos, y cito textualmente consiste en “primero comercializarlos de forma mayorista dentro de la misma rama; después rebajar los precios progresivamente para facilitar su venta, controlando el efecto económico que ello genere; cuando no exista otra posibilidad se venderán fuera del sector; y agotada la posibilidad de comercialización mayorista pueden contratar a la entidad especializada para su comercialización minorista”. En suma, una pérdida de tiempo burocrática y una agonía para la gestión, que en el ámbito de una economía de mercado libre se resuelve de forma rápida y expeditiva.



Lo dicho. Que le pregunten a los legendarios bodegueros cubanos. Ellos saben lo que se tiene que hacer. Ojalá volvieran a renacer y con su genio y energía, la economía cubana volvería a recuperar, de ello no me cabe la menor duda, buena parte de su antiguo esplendor.

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