El envejecimiento de la población cubana como oportunidad de futuro
Elías Amor Bravo, economista
En
Granma hoy
se publica un artículo “Los retos de envejecer”, en el que se
plantea una de las cuestiones sin lugar a dudas, más relevantes para
el presente y futuro de la nación: el grave problema del
envejecimiento. Porque si bien es cierto que este es un problema que
afecta en mayor o menor medida a numerosos países, el caso de Cuba,
que
ya cuenta en 2012 con
un 18,3 % de su población con más de 60
años
según el
Censo de Población y Viviendas, es el
de
uno de los países más envejecidos de América Latina.
Además, se prevé que en
2050 se
convierta en uno
de los más envejecidos del mundo. La
pregunta planteada
en el artículo es
inquietante “¿cómo
se prepara nuestra sociedad para asumir los retos que implica el
envejecimiento?”
Tengo
la sensación que en el régimen castrista, estas cuestiones se
abordan desde una perspectiva distinta a cómo se plantean en la
mayoría de países. Esta afirmación se constata a partir de las
declaraciones de Alberto
Fernández Seco, Jefe del Departamento de Adulto Mayor, Asistencia
Social y Salud Mental del Ministerio de Salud Pública, al
periódico Granma que me sirven de referencia para este artículo.
Me
inquieta que los responsables de atender a un grave problema, y
proporcionar soluciones que eviten un grave despoblamiento en la
Isla, se mantengan ajenos al mismo enumerando un sinfín de
estadísticas cuya magnitud ofrece hechos innegables de la tragedia
que se avecina. El hecho es que el régimen castrista ha sido incapaz
de afrontar los problemas de la baja natalidad y el aumento de la
esperanza de vida en el marco de una economía ineficiente e incapaz
de producir suficientes recursos para toda su población.
De
pronto, Cuba se ha encontrado con una
esperanza de vida de 79
años, 76 para los hombres y 80 para las mujeres, de
modo que la
esperanza de vida de las personas que llegan a los 60 años (edad
de jubilación promedia en la Isla)
es de 22 años más, y la de los que llegan a los 80 años, de unos
8.8 años más.
Además,
desde
2010, la
isla
carece
de las condiciones de reemplazo demográfico, dado que la cifra de
personas que
tienen edades comprendidas entre
0 a 14 años se
ha unido a la de quienes alcanzaban
los 60 años. Esto
significa que, en la pirámide de población,
aumentan los que llegan a 60 y disminuye continuamente
el grupo de
menor edad de
0 a 14, lo
que altera el comportamiento de la estructura poblacional con
una pirámide de forma de diamante.
Tras
realizar esta presentación de datos, lo sorprendente es que los
responsables no piensen en cómo dar solución a este problema. Tal
vez porque lo desconozcan. En condiciones normales, si Cuba
perteneciera al conjunto de países que cuentan con una estructura
económica eficiente, caracterizada por el imperio de la Ley, la
protección de los derechos de propiedad y el mercado como
instrumento de asignación de recursos, este déficit de población
podría compensarse por medio de los movimientos migratorios. Esta es
una de las fuerzas más importantes asociadas a la globalización,
que inundan los países más avanzados en búsqueda de oportunidades
de trabajo y mejoras en las condiciones de vida.
Las
corrientes migratorias van a continuar avanzando en los próximos
años, conforme las sociedades avanzadas envejezcan. Y eso es bueno,
porque así sus aparatos productivos no se ven obligados a parar y
las empresas encuentran trabajadores dispuestos a ocupar los empleos
que van quedando desocupados. En Europa, por ejemplo, las últimas
estimaciones de organismos de prospectiva como el CEDEFOP sitúan en
más de 100 millones de empleos las plazas que se tendrán que cubrir
por las bajas producidas por jubilación de sus titulares.
En
Cuba, donde la economía permanece dominada por un modelo
estalinista, que sólo entiende al estado como dueño de los activos
principales de la producción y donde se limita el ejercicio
individual y privado de la actividad económica, la libre empresa y
la obtención de beneficios, la población se estanca, envejece y
disminuye, y las autoridades se recrean hablando de los futuros
desarrollos del “sistemas de salud adaptado al envejecimiento
poblacional” como si los recursos financieros que se necesitan para
ello fueran a caer del cielo como un improductivo maná bíblico.
Esa
desatención permanente a las fuentes de creación de la riqueza, la
productividad y la eficiencia económica, están en el origen del
verdadero “bloqueo” de la economía castrista: su absoluta
incapacidad para generar bienes y servicios en cantidad y calidad
suficientes para toda la población. Los cubanos que pueden hacerlo
huyen de la Isla, aprovechando las nuevas leyes migratorias, es
decir, las tendencias destructivas de la población se ven
acrecentadas por las decisiones de un gobierno que, curiosamente y
pese a exhibirse a nivel mundial con altos índices de desarrollo
humano y otras manipulaciones estadísticas, es incapaz de atraer
algunas de los millones de personas que configuran las corrientes
migratorias a nivel internacional. ¿Quién va querer formar parte de
la miseria organizada?
Todo
el análisis que se ofrece en Granma se pierde en discusiones sobre
el tratamiento del problema desde la oferta, como el “desarrollo
del programa del médico y la enfermera de la familia, pilar
fundamental para la atención a la población adulta mayor dentro de
su entorno”.
En
ningún momento se hace referencia a políticas de estímulo al
crecimiento de la población, a la atracción de emigrantes o al
fomento del aumento de las tasas de fecundidad, que son las únicas
vías de afrontar el desplome demográfico. Lo peor es que será muy
difícil construir un sistema de atención y cuidados a los mayores
sin que existan jóvenes que trabajen y produzcan, generando recursos
suficientes para mantener el sistema de la dependencia. Las casas de
abuelos, en número de 230, los hogares de ancianos, que representan
otros 127, financiados con fondos públicos van a suponer un gran
esfuerzo para una economía ineficiente y débil.
No
me cabe la menor duda de la profesionalidad de los médicos y
geriatras cubanos para atender a las personas mayores. Lo que pienso
es que se debería apostar por modelos de actividad privada en este
sector que no recayeran solamente en la gestión del estado
castrista. Una manera de implementar lo expuesto, puede ser empezar
por los colectivos que en la tercera edad tengan mayores necesidades
de atención, por ejemplo las personas con Alzheimer (cuyo número se
prevé que aumente en 2,3 veces para 2040).
Y
por qué no abrir esos servicios privados y competitivos a la demanda
internacional. Al fin y al cabo, si en Cuba la población que
envejece aumenta más que en otros países, ello podría servir para
estimular el crecimiento y desarrollo de un sector que, sin duda,
puede convertirse en un potente instrumento para la consolidación
del empleo y la economía.
Yo
pienso que están a tiempo, pero en los “lineamientos” no se dice
ni una sola palabra sobre este asunto. Las amenazas se pueden
transformar con los medios estratégicos adecuados, en oportunidades.
Y la economía cubana necesita de ese estímulo para transformar su
base actual, modernizarse y situarse en pie de igualdad con las de
resto del mundo.
Durante
las primeras décadas de vida de la nación, Cuba fue el país
receptor de centenares de miles de jóvenes españoles, italianos y
de otros países que buscaban en la Isla un futuro mejor. Casi un
siglo después, el régimen castrista, agotado y exhausto, sin
objetivos y perdido en la transformación de un sistema hacia una
incomprensible “actualización del socialismo”, se enfrenta a un
gran enemigo, el envejecimiento poblacional, sin capacidades y medios
efectivos para contrarrestarlo. Todo lo más para mantener una oferta
pública y limitada, con recursos públicos cada vez más escasos, y
de calidad deficiente.
Alterar
ese diseño voluntarista, pero poco realista, no sólo es posible, sino que es necesario. Además, en el
momento actual, sería conveniente impulsar al menos en este sector
las reformas necesarias para la modernización, la consolidación y
su promoción internacional. No sólo se necesita disponer de una
infraestructura suficiente y de mayor calidad, lo que será imposible
con los recursos financieros de un estado cada vez más incapaz de
obtener ingresos e insolvente estructural, sino también apoyar con políticas
inteligentes y efectivas el cambio demográfico que necesita la
nación para no desaparecer.
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