La reconversión de la “escuela al campo” otro experimento fallido
Elías
Amor Bravo, economista
Una
de las iniciativas más absurdas de la ideología definida por el
régimen instaurado por Fidel Castro, las llamadas “escuelas en el
campo”, no sólo resultaron una experiencia desagradable para
quienes se vieron obligados a participar en las mismas, sino que
incluso, en la actualidad, nadie sabe muy bien qué hacer con esos
engendros de la naturaleza colectivista.
Tras
la decisión reciente de las autoridades de cerrar estas “escuelas
obligatorias” dentro del programa de reducción de los gastos del
estado, surgió un nuevo problema. Esta vez, cómo dar un nuevo uso a
las instalaciones que se abandonaban, al tiempo que se dedicaban a
cultivos las tierras que se venían utilizando para estas
experiencias colectivistas.
Un
artículo en Granma titulado “Iniciativa inconclusa” presta
atención a esta cuestión.
La
idea, al parecer, era acondicionar las instalaciones de las viejas
escuelas, muchas en abandono y en pésimo estado de conservación,
para entregarlas a familias eventualmente interesadas en la
producción agrícola. El artículo de Granma presta atención a una
escuela en concreto, la denominada Combate de Isabel María, a la que
se califica como “una comunidad fantasma y con un administrador que
no tiene nada que administrar”. 80 apartamentos vacíos y una
comunidad agrícola abandonada e improductiva como toda la propiedad
estatal del régimen castrista.
El
artículo de Granma añade y cito textualmente, “lo peor es que no
se trata de un caso aislado. Los otros dos asentamientos de este tipo
existentes en la provincia, tampoco han despertado la aceptación
esperada. En Benito Juárez, municipio de Sandino, por ejemplo,
todavía no vive nadie, y en Combate de Tumbas de Estorino, en Pinar
del Río, de un total de 80 apartamentos, solo están ocupados 32”.
Como
casi todos los proyectos que fracasan en la economía de
planificación central dirigida por sesudos estudios, la iniciativa
de convertir las “escuelas” en centros productivos, partió de un
sesudo estudio realizado en unas 20 escuelas que ya no se utilizaban,
y abarcó un perímetro de dos kilómetros alrededor de cada una de
ellas, donde se analizaron aspectos fundamentales como los tipos de
suelos, las fuentes de abasto de agua y las posibilidades de montar
sistemas de riego en las áreas a cultivar”.
Evidentemente,
el estudio no ha dado los resultados esperados. Los gastos destinados
a transformas las obsoletas escuelas, no han servido para nada. La
gente no quiere volver al campo, y mucho menos en las condiciones de
control estatal que esta vía supone. Es verdad que el artículo
destaca otras dificultades para dar el paso, como la pertenencia a
unas UBPC, con lo que ello supone de pérdida de movilidad en la
economía para quién quiera cambiar de empleo, las dificultades para
convertirse en usufructuarios de tierras en arrendamiento tras las
inversiones en trabajo fijo que se requieren (inabordables en muchos
casos), o la dimensión misma de las explotaciones, que no permite
alcanzar las economía técnicas de escala de la producción.
Sinceramente,
pienso que va a resultar muy difícil atraer personas a estas nuevas
instalaciones del régimen, desde las que se quieren conseguir, como
siempre, objetivos ajenos a las fuerzas libres del mercado. No creo
que haya que hacer muchas cosas. Tan solo impulsar un giro de 180º
en estas instalaciones, facilitando su gestión por empresas
privadas, cooperativas en el mejor de los casos, que puedan
libremente decidir qué hacer con las mismas. La idea de conseguir la
incorporación individual de personas a estos proyectos, no
funcionará. Y ahí están los datos, de 250 apartamentos, solo se
han ocupado 32.
Es
bueno plantearse en el régimen castrista, como se hace en el
artículo, “a estas alturas uno se pregunta: ¿cuál ha sido el
sentido de esta inversión, que al cabo de tanto tiempo, aún no
reporta provecho alguno?”
La
visión crítica que se ofrece de esta experiencia colectivista, que
se sitúa más en los sueños de mediados del siglo pasado de la
llamada revolución, por no ajustarse a la política de inversiones
recogida en los llamados “lineamientos” no me parece justa.
Simplemente, porque la solución a los problemas graves de la
economía cubana y sus experimentos que siempre fracasan no está en
los tímidos movimientos recogidos en estos “lineamientos”.
Coincido
que esta recuperación de las temidas “escuelas al campo” puede
recibir todo tipo de críticas, pero la solución no está en seguir
los lineamientos, sino todo lo contrario. Apostar por la libre
empresa, la libertad de asentamiento, el acceso a la propiedad
privada y las ganancias legítimas de la actividad, tras el lógico
pago de los impuestos, es la receta mágica que se necesita para que
los experimentos den resultado. Tampoco hay mucho que inventar,
porque la economía funciona con estas reglas básicas desde hace
siglos. La “escuela al campo” deberá desaparecer, pero su
reemplazo por actividades privadas emprendedoras, parece razonable.
Y si hay coincidencia en el fracaso de esta experiencia, no parece
que haya acuerdo en las vías de solución. Nunca más estado,
siempre más actividad privada.
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