China y Cuba: geopolítica y economía
Elías Amor Bravo, economista
La visita del primer ministro chino Li
Keqiang, a La Habana no es una más, de esas que últimamente
se han producido, y que la propaganda castrista y sus asesores de imagen
se encargan de dar a conocer, para crear un interés espúreo en la
economía de la isla caribeña. No. La visita del primer ministro
chino es otra cosa. Y aunque el resultado que se ha dado a conocer de
la misma no difiera mucho de lo que se ha venido consiguiendo por el
régimen con otros visitantes: convenios de colaboración entre empresas, la
condonación de la deuda castrista, así como acuerdos de
financiación créditos destinados a financiar proyectos de
cooperación entre ambas naciones, lo cierto es que la presencia
china en la dictadura castrista, en este último tramo de su
supervivencia, tiene un significado especial. A ello se dedica este
post.
En primer lugar, porque las relaciones
económicas y comerciales entre China y el régimen de los hermanos
Castro han sido siempre boyantes y han estado bien abonadas por los
vínculos ideológicos entre los dos países. El propio Li Keqiang dijo, y cito textualmente, "que aunque China
y Cuba se encuentran muy lejos geográficamente, el corazón de los
dos pueblos están muy cerca". Las visitas de
dirigentes chinos a la isla se han prodigado en numerosas ocasiones,
el presidente Xi Jinping lo hizo en dos ocasiones distintas, la
de Li Keqiang es la primera, pero los intercambios entre altos cargos
de los dos países han sido frecuentes y los intercambios de
información, también.
Cuando Fidel y Raúl Castro se
encontraban mejor de salud, también giraron visitas a la China donde
mostraron la admiración por los cambios económicos del gigante
asiático. Sin embargo, siempre se negaron a desplegar estrategias
similares para la economía cubana. Y aunque la propaganda oficial de
los dos países haya insistido una y otra vez que la visita de Li
Keqiang al régimen castrista es un reflejo del "apoyo constante
y de la profunda amistad" entre ambas naciones, lo cierto es que
puede existir algo más y de fuerte contenido estratégico.
Esta es la tesis que nos interesa. La economía castrista, con los
niveles salariales más bajos del planeta, ofrece al gigante asiático un laboratorio de
características muy adecuadas para ensayar el modelo económico chino, que se
basa, precisamente, en los bajos costes de la mano de obra. Y aunque
en Cuba haya mucho que avanzar en materia de productividad para
igualar los estándares chinos, el conocido fenómeno de la "reversión
tecnológica" puede dar salida a muchos procesos que en China ya no
son rentables y que se pueden trasladar a países con costes más
bajos, digamos Cuba. La globalización entre los comunistas también puede funcionar.
¿Se puede pensar en la economía
castrista, en este su último tramo vital, como una "maquila" china en
América Latina orientada a la producción de manufacturas de bajo
coste para los mercados regionales de reducido poder adquisitivo? ¿Por
qué no? Las condiciones existentes son inmejorables para que se
pueda apostar por esta estrategia, en la que los trabajadores del
“paraíso de la llamada revolución” acaben convirtiéndose en
mano de obra barata para los empresarios capitalistas chinos, los más
poderosos del planeta.
Los analistas han focalizado su
atención a los cambios actuales en América Latina y el avance de
las relaciones de Estados Unidos y Japón con Cuba, como factores
para explicar la visita del primer ministro chino a Cuba, pero no
cabe duda que los asiáticos tienen fama porque no dan puntada sin
hilo. Para China, la economía castrista es muy barata, digamos que
se puede comprar al contado a quiénes actualmente la dirigen,
ejército, seguridad del estado y ministerio del interior. ¿Con
quien mejor hacer negocios que con los dirigentes del llamado
“capitalismo de estado”?
China se puede hacer con la economía
castrista sin grandes problemas y colocar su modelo económico a las
puertas de Estados Unidos. En la supuesta lucha por la economía y la
influencia en una Cuba poscastrista, los chinos tienen mucha ventaja
sobre el resto de competidores y pueden convertirse en los primeros,
si quieren jugar. Barack Obama, que ya está dando por concluida su
etapa en la presidencia de los EEUU, puede ver de muy lejos estos
movimientos geoestratégicos como algo simpático, que posiblemente
no vaya con él. Una vez más se equivocará.
La guerra fría ya no
existe, eso es cierto, pero situar a 90 millas de Miami la
estructura y el modelo económico chino, con todas sus consecuencias,
es una amenaza estratégica para la que EEUU no está preparado. Si
China, que ya es actualmente, un importante socio comercial e
inversor de los bonos de EEUU toma la iniciativa y entra en Cuba, el
resto de lo que vendrá, será imparable. Los proyectos y acuerdos firmados
durante la visita de Keqiang a La Habana fortalecen la imagen de
China entre los cubanos pero también en el resto de América Latina.
Cuba, tras la desaparición de los Castro, podría llegar a ser mucho
más que una ventana abierta para China en América Latina.
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