Lo que necesitan de verdad los empresarios de Cuba
Elías Amor Bravo, economista
Orlando Hernández
Guillén, presidente de la Cámara de Comercio de la República de
Cuba, instó a "elevar la capacitación del empresariado cubano,
imperativo para lograr el paulatino desarrollo económico del país" (periódico Guerrillero 1 de diciembre).
Hace falta tener
poca vergüenza para decir este tipo de cosas, o haber perdido la
memoria histórica de lo que se denomina como “revolución”, para
proclamar algo así en la república socialista de Cuba, donde en la
constitución, de forma clara, no sólo está proscrita la propiedad
privada de los medios de producción, sino que conceptos como
emprendedor, empresa o empresario, ni se mencionan. Incluso, en los
documentos oficiales hasta se orillan de manera falsaria, utilizando
términos como “nuevas formas productivas” o en el peor de los
casos, “cuenta propistas”.
El régimen
comunista instaurado por los Castro en 1959 destruyó la base social
y económica del empresariado privado cubano que tantos esfuerzos
había costado en los primeros años de existencia de la República.
Empresarios que habían sido líderes en sectores tradicionales como
el azúcar, pero también en las nuevas tecnologías que en los años
50 del siglo pasado se iban abriendo camino, como la televisión, las
finanzas y la banca, eran cubanos, nacidos y formados en Cuba, y
habían surgido del éxito de aquella nación perdida en la memoria
histórica. Muchos de ellos, que tuvieron que exiliarse por la
presión del nuevo régimen comunista, ejercieron trayectorias
profesionales de éxito en el exterior que asombraban allí donde el
destino los llevó a establecerse.
Mientras tanto, en
Cuba, en menos de dos años y a base de leyes confiscatorias sin
expropiación, buena parte de los negocios y empresas de Cuba pasaron
a manos del único que podía concentrar la propiedad: el estado
comunista. No fue hasta 1967 que, no contentos con la primera fase de
expolios generalizados de la riqueza nacional, los dirigentes del
régimen acabaron con los restos de actividad privada que habían
sobrevivido a la quema inicial, al poner en marcha la nefasta
“ofensiva revolucionaria” que sancionó un modelo estalinista de
control total de la economía, sin mercado, basado en la
planificación estatal directiva y en el que empresa, empresario o
propiedad privado fueron arrancados de la vida de los cubanos para
siempre.
Ahora, cuando el
régimen se encuentra más necesitado que nunca de financiación para
mantener el caduco estado intervencionista y los llamados “logros
de la revolución”, este dirigente cameral sale al paso con “la
necesidad de ganar en preparación para avanzar en la inversión
extranjera, tema que amerita una mejor asimilación por el sector
empresarial”, con motivos de la asamblea territorial de los
asociados en Holguín. Una vergüenza y una ofensa histórica para
los cubanos.
Las cámaras de
comercio castristas se nutren, actualmente, de las empresas estatales
propiedad del régimen y sus dirigentes son funcionarios que obedecen
las consignas trasladadas desde los ministerios y organismos creados
para el control de estas empresas. Conceptos como autonomía de
gestión, creatividad, innovación, riesgo, que son esenciales para
la actividad empresarial están muy lejos de la agenda de estos
gestores. Los únicos privados que podrían asemejarse a las empresas
que conocemos tienen muy difícil formar parte de estas
corporaciones, y en caso de hacerlo, se someten a un control externo
nada beneficioso para sus prácticas.
Conviene tener
presente que estos “cantos de sirena” del dirigente cameral van
acompañados de consignas políticas que mantienen la firmeza del
régimen en sus planteamientos erróneos. Por ejemplo, esto es lo que
se desprende de su alegato a favor de “fomentar la inversión de
capital foráneo sin que ello signifique vender el país ni
retrocederlo al capitalismo, sino ampliar las posibilidades de
recursos, tecnologías y mercados para contrarrestar el bloqueo
estadounidense y concretar las aspiraciones económicas”.
Planteamientos que pueden sonar muy bien en la cúpula dirigente
comunista del país, pero que tienen que sentar realmente muy mal a
los inversores y empresarios extranjeros que acuden a interesarse por
la aburrida cartera de oportunidades que el castrismo ofrece a la
inversión extranjera.
Además, el dirigente cameral hizo
referencia a “la falta de conocimientos del empresariado cubano, lo
que limita la explotación de recursos y capacidades, por lo que es
primordial erradicar esas ineficiencias mediante una superación
continua”. En este punto, alguien debería haber tomado la palabra
y ejercer el sentido crítico que recoge la constitución castrista
de 1992 para tratar de explicar que esa falta de conocimientos y
experiencia de los gestores se debe, fundamentalmente, al abandono
durante 58 años de la enseñanza empresarial en Cuba y cualquier
técnica relativa a la misma que, en algunos casos, se consideraba
como una amenaza a la seguridad nacional del país en los tiempos de
mayor extremismo.
A mi todo esto me
parece un absoluto despropósito. Hablar de insuficiencias en los
empresarios y carencias en sus conocimientos y competencias en el
régimen castrista no sólo es aburrido, sino que pasa por
convertirse en un nuevo eje de distorsión de una realidad que se
pretende camuflar. Y me explico. Si de verdad quieren empresarios, ya
saben cuál es la solución. Dejarse de tanta empresa estatal
controlada burocráticamente y autorizar el ejercicio de la libre
empresa por los cubanos en todos los sectores de la economía, bien
por sí mismos, o por medio de joint ventures con foráneos.
Libertad de
ejercicio empresarial para todos, empresas estatales y privadas, acompañada de un régimen garantista de
derechos de propiedad privada que permita la acumulación de riqueza,
la legítima obtención de rentabilidad junto al crecimiento
sostenible. No hay otro camino, incluso bajo el asfixiante control
político comunista y totalitario, chinos y vietnamitas ya han
indicado por dónde debe ir el camino. Negar la evidencia es hacer el
ridículo una vez más en foros nacionales e internacionales, como
este de las cámaras.
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