Murillo y los lineamientos

Elías Amor Bravo, economista

Apareció Murillo. Al fin. Y lo hizo para presentar en la Asamblea Nacional un informe relativo al estado de la implementación de los Lineamientos del partido, que dirige la economía nacional. Es lo suyo.

Básicamente, vino a decir que desde el 7º congreso comunista hasta el presente, ha estado trabajando “en la culminación de los cuatro documentos programáticos discutidos allí, cuya consulta abarcó a más de un millón de personas” para un total de “100 políticas aprobadas, divididas en tres grupos: las que habían cumplido los objetivos planteados, las que lo hicieron parcialmente y las que mostraron mayores problemáticas y no habían alcanzado los propósitos”.

Una ingente labor. Sin duda. Fundamental para lograr el funcionamiento eficiente y la competitividad y productividad que necesita la economía cubana para romper su círculo vicioso. No conozco país alguno que sus responsables económicos dediquen tanto tiempo a poner en orden todo este volumen de información. Para algo debe servir.

Murillo señaló que del ingente trabajo realizado “se aprobaron ocho prioridades”. Básicamente, las siguientes: “acabar de resolver el ordenamiento monetario, en el entendido de la unificación monetaria y cambiaria; terminar la elaboración del Plan de Desarrollo a largo plazo; garantizar el desarrollo de la empresa estatal socialista como forma primordial de la economía y lograr mayores incrementos de la inversión extranjera dentro del proceso de desarrollo del país”.

Para la unificación monetaria, que duerme el sueño de los justos, sin que se tenga ni la menor idea de lo que va a ocurrir, se crearon 13 subgrupos de trabajo integrados por más de 200 personas, a los que se ha encargado, y cito textualmente, “que laboren con toda intencionalidad en este tema”.

Murillo declaró ante la Asamblea que “la dualidad monetaria y cambiaria tiene un efecto en toda la sociedad y la economía. Tiene que ver con la formación de precios, los ingresos de las personas, la capacidad de compra del salario…”. Yo creo que tiene que ver con muchas más cosas. Sobre todo con la credibilidad de una economía y el impacto negativo que tienen las decisiones políticas e intervencionistas en la economía de planificación central, cuando el objetivo no es la eficiencia, sino recaudar y recaudar más y más, para gastar. Resolver este problema no será fácil.

Ojalá que haya algún avance a resultas de los trabajos y estudios que se estén haciendo en estos asuntos porque, y en eso coincido con Murillo, “no se logra un verdadero orden económico y monetario si el trabajo no se convierte en la primera fuente de ingresos de la población”. En Cuba, donde el nivel salarial es de los más bajos del mundo, va siendo hora de que los salarios empiecen a remontar aproximándose a los niveles de productividad. Ya se que es difícil, porque el estado intervencionista detrae una parte muy importante de las rentas para financiar sus desorbitados gastos sociales, pero no queda más remedio si se pretende conseguir ese “orden económico y monetario” del que está tan necesitada la economía castrista.

En relación con las empresas del estado, Murillo señaló que “el entorno monetario no las favorece”. Cierto. Pero no lo es menos que las decisiones adoptadas, en el sentido de más autonomía y facultades, la creación de las OSDE y las UEB, las juntas de gobierno, o las relaciones de las empresas con el Presupuesto permitiendo una retención de las utilidades del 50% después de impuesto, no ayudan demasiado a mejorar la situación de mal funcionamiento, ineficacia y costes.
Lo cierto es que las empresas estatales carecen de visión estratégica, no pueden capitalizar sus beneficios en favor del crecimiento y están sometidas a un asfixiante control por parte de burócratas que no son capaces de liderar los indicadores directivos con éxito.

Al final las viejas prácticas estalinistas en las empresas estatales subsisten a pesar de los lineamientos y todas las reformas, como las “desviaciones, sobre todo en la aplicación de los sistemas de pago” o las desigualdades en relación con “los salarios y los pagos sin respaldo productivo”, asuntos que preocupan a Murillo porque ya no tiene dinero para subsidios.

Más grave fue lo que dijo respecto a “las fórmulas no estatales”, como las cooperativas no agropecuarias y los trabajadores por cuenta propia, al señalar “desviaciones de la idea inicial para lo que fueron diseñadas”, sin avanzar mucho más. Para corregir esta situación, el régimen aprobó una nueva política para este sector, que no supone retroceso, según Murillo, y que pretende atacar lo que calificó como “indisciplinas, corrupción y desviaciones”. Al final, una vez más, el estado castrista que interviene en la economía para someterla a control, no admite que los emprendedores abran espacios de libertad. Lo hicieron desde 1959, en 1967 y en distintos momentos de la historia. Y lo volverán a hacer. Los derechos económicos en Cuba nunca serán respetados por este régimen.

De ese modo, en relación con las cooperativas no agropecuarias, se limita su número, se les obliga a tributar a nivel territorial (sin duda para tener un mayor control de su actividad), se limita su ámbito de actuación a nivel espacial, se limita el número de trabajadores contratados, y se establecen “límites de ingresos” para que la diferencia “entre el socio que más gana y el que menos lo hace, solo pueda ser de tres veces”. Con estas medidas, el futuro de las cooperativas no agrarias está comprometido, y pueden acabar pasando a la historia sin pena ni gloria.

Peor aún con relación a los trabajadores por cuenta propia. En este caso, Murillo anunció que “solo podrán tener una autorización; se reduce la cantidad de autorizaciones, pues hay licencias que se integran; se redefinen los alcances de las actividades y las cargas tributarias”. En definitiva, un golpe directo en la línea de flotación de este colectivo que lucha por sobrevivir frente a la presión de agentes de la seguridad del estado, inspectores tributarios, policías, etc. El objetivo de poner orden, como dice Murillo, ha ido demasiado lejos. La reducción que cabe esperar de la oferta tendrá consecuencias nefastas sobre los precios.

Murillo declaró ante la Asamblea, que las “80 políticas, 18 aprobadas, concluidas 15 y en diferentes fases de elaboración 47” en las que se ha trabajado en los últimos años confirman que “los problemas que hemos enfrentado en la actualización del modelo han sido más complejos de lo que pensamos”. Tal vez porque el sistema económico no necesita “actualización” sino reestructuración, como hicieron chinos y vietnamitas hace años. Actualizar lo que no funciona ni sirve, carece de sentido. Lo que se tiene que hacer es devolver a la economía cubana al modelo que existe en el resto de países del mundo, y todos estos problemas complejos desaparecerán porque los agentes económicos privados se encargarán de resolverlos.

De las inversiones extranjeras o del plan de desarrollo, los medios no recogen información alguna. Eso si, se habló de mercados mayoristas para abastecer a los cuenta propistas y evitar “acaparamientos”, de los agentes de telecomunicaciones que compran tarjetas en Etecsa con un descuento de hasta un 10% que a Murillo le pareció bien porque cuenta con aceptación de la población, de eventuales experimentos con el transporte público en La Habana para no se sabe bien qué, y la creación de un mercado mayorista para la actividad gastronómica para “los insumos más masivos, llámese arroz, harina para masas de pizza…”. Adiós a las mulas y sus “viajes de negocios”. Tienen sus días contados. Tanto trabajo para esto.



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