Las relaciones China y Cuba según Díaz Canel no van al ritmo que necesitamos, ¿por qué?

Elías Amor Bravo economista

A la espera del discurso del dirigente comunista cubano de este jueves, ante la Cumbre de los BRICS en calidad de presidente pro tempore del G-77 y China, poco más se sabe de la visita de Díaz Canel a Pretoria, donde se celebra este encuentro que ha despertado no poco entusiasmo en la alicaída diplomacia castrista.

Hay interés por saber si Díaz Canel va a volver a esos discursos incendiarios y molestos, de contenido revolucionario, que ha estado pronunciando en los últimos tiempos, o se va a dejar acariciar por el mandatario chino, actuando como una marioneta de ventrílocuo, que parece que es más probable. 

No les quepa la menor duda, los 134 países, que asisten a esta convención en Suráfrica, no están para babosadas ni majaderías comunistas, y vuelven a confirmar, una vez más, que el régimen comunista cubano ni está bloqueado ni embargado y que puede comerciar, relacionarse y mantener inversiones con más de medio mundo. Aquí e argumento del embargo, tampoco sirve de mucho.

Es por eso que, al menos hasta ahora, lo que ha despertado más interés de este largo periplo de Díaz Canel que sigue sin escatimar gastos en sus viajes, a pesar de cómo están pasando la situación los cubanos, ha sido el encuentro o reunión, o como lo que quieran llamar, con el Jefe de Estado chino, Xi Jinping, que asiste también a la XV Cumbre de los Brics. 

La prensa cubana se ha volcado en dar información de esta reunión, sin embargo, no pidan mucho. Los temas tratados se mantuvieron dentro de esa falta de transparencia y lenguaje críptico que caracteriza las relaciones entre socios comunistas. Para Cuba, que se resiste como una de las últimas dictaduras de la guerra fría, haber sido invitada a este foro internacional es una oportunidad. Otra cosa es que sepan sacar provecho.

La reunión de los dos mandatarios comunistas tuvo lugar en el hotel Hilton de Sandton de Pretoria, y según informa la prensa castrista el dirigente chino, dijo al comenzar el diálogo, “es un placer reunirnos otra vez con usted, mi amigo” dando continuidad a la visita de Estado que realizó Díaz-Canel a su país hace unos meses.

Dado el sentido práctico que los chinos otorgan a sus relaciones internacionales, sorprendió la valoración de la visita del dirigente cubano a China, que según Xi Jinping, no pasó de alcanzar “amplios consensos”. Y claro, es evidente que quien pasa hambre y está a punto de ver como se derrumba el sistema económico, no está para “consensos”, sino para números, cifras y dinero contante y sonante. Pero las cosas no caen del cielo y hay que trabajarlas duro, y ahí es donde parece que pinchó el régimen castrista con los chinos. 

De modo que lejos de complacer a Díaz Canel, Xi se limitó a apostar “por la profundización de las relaciones entre China y Cuba en la nueva era”. En definitiva, un mensaje vacío y poco concreto, que a la diplomacia castrista le debió caer como un cubo de agua fría. Sin duda, esperaban más, no estaban para mensajes del estilo de “acordamos trabajar juntos para construir la comunidad de futuro compartido”.

Pero es que el líder chino, que tiene muy claros cuales son sus objetivos, ni puede ni quiere ir más lejos con Cuba, por mucho que la prensa castrista diga lo contrario. Y por ello, mide muy bien sus palabras y mira para otro lado en la fría instantánea que recoge el momento del encuentro con Díaz Canel. Tal vez, para salir por la tangente, acabó mostrando “satisfacción que, gracias a los esfuerzos mancomunados de ambas partes, esos consensos se están implementando felizmente”.

Y entonces llegó la típica promesa comunista de los tiempos de la URSS que tanto agradan a La Habana, pero que está igualmente vacía de contenido, cuando dijo que “China va a trabajar junto con Cuba para profundizar la confianza política mutua, ampliar la cooperación práctica y estrechar la colaboración estratégica, con miras a promover el desarrollo de las relaciones especiales de amistad entre ambos países y partidos”. Eso y nada, es más o menos lo mismo. Así llevan décadas y no parece que se hayan conseguido objetivos concretos.

De modo que cuando Díaz Canel tomó la palabra a continuación, no pudo menos que mostrar su decepción por lo dicho por Xi aunque se contuvo. Un buen ejemplo fue la referencia a Raúl Castro, como si a los chinos les interesase algo este personaje. Pero Díaz Canel fiel a su discurso enlatado, trasladó a su homólogo “un saludo afectuoso del general de ejército Raúl Castro Ruz”. El mismo mensaje de Pekín durante su road trip, en definitiva, el mismo que los dirigentes cubanos siguen usando como tarjeta de visita creyendo que sirve de algo en esta segunda década del siglo XXI.

El encuentro podría haber acabado en ese mismo momento, porque lo que vino a continuación era prescindible, pero Díaz Canel, en presencia de los medios de prensa, aprovechó la ocasión, para señalar en clave de mensaje externo dirigido a otros, que “es una satisfacción tener este encuentro con usted; y le agradecemos sobremanera porque sabemos que su agenda es intensa ante toda la expectativa que existe en esta Cumbre con su presencia, por el liderazgo que tienen usted y China en la agenda internacional”.

Después recordó que guarda “gratos recuerdos en mi memoria de la visita exitosa que hicimos a China en noviembre del pasado año” y aprovechó para referirse de nuevo a los consensos “a los que llegamos entre ambas partes” señalando que son los que hoy marcan la hoja de ruta en nuestras relaciones bilaterales.

Y dado que estaba en el guion de la entrevista, Díaz Canel resaltó la importancia y la significación de una próxima visita de Xi a Cuba, y se refirió a “la admiración que hay en el pueblo cubano, en los dirigentes cubanos, por su trabajo, y por lo que significaría para las relaciones bilaterales”, que según el dirigente comunista cubano, “estamos haciendo todo el esfuerzo para que marchen al ritmo que necesitamos”.

Lo que dejó entrever algunos de los asuntos que preocupan a la parte china, el hecho de que, desde el viaje de Díaz Canel de hace meses, no haya habido concreción alguna de acuerdos o de inversiones del gigante asiático en Cuba, de modo que ese “ritmo que necesitamos” del que habla Díaz Canel no sea del agrado de Xi. La cuestión es cuándo vendrá de visita a la Isla, y si finalmente lo hará.

 

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