El azúcar cubano, sin presente ni futuro

Elías Amor Bravo economista

La prensa estatal castrista ha prestado una inusitada atención a la agroindustria azucarera que actualmente empieza con los trabajos destinados a la reparación y preparación necesarios para afrontar la próxima campaña, y entre los que se incluyen, el parque de equipos que garantizará el corte, alza y tiro de la caña, desde los cañaverales hasta la industria. Nada nuevo para quienes se han desempeñado históricamente en el sector clave de la economía cubana, venido a menos tras las decisiones de reestructuración acometidas en persona por Fidel Castro a comienzos de este siglo.

No hace muchos días, se supo que la antigua potencia mundial azucarera había tenido que comprar unos cuantos miles de toneladas en el vecino del norte, dentro de las condiciones establecidas en el comercio del contencioso entre los dos países. ¿Quién lo iba a decir? El fracaso más absoluto, apenas 23 años después que Castro decidiera cerrar los centrales y abandonar los campos al marabú, desplazando del campo a miles de trabajadores cualificados, obligados a trabajar en otras actividades para las que tuvieron que ser formados. Todo aquel despliegue porque el viejo dictador decía que los precios mundiales eran muy bajos y los costes de la producción ineficiente a la que él había conducido al azúcar, no dejaban apenas margen.

La decisión de Castro fue letal para Cuba, pero permitió a otros productores mundiales ocupar el espacio dejado por la Isla en el azúcar, y vieron crecer sus industrias de forma espectacular. Tan solo tuvieron que pasar cinco años para que los precios de la commodity volvieran a subir en los mercados mundiales, pero claro, ya entonces era tarde y el sector cubano se encontraba lamiendo sus heridos. En realidad, Fidel Castro siempre odió al azúcar, desde que fracasó en la zafra de los 10 millones y en cuanto pudo, asestó el golpe mortal.

Un golpe que 23 años después lleva a los herederos del régimen castrista a intentar recuperar un muerto, la agroindustria azucarera cubana, sin cambiar de modelo ni asumir que la dirección planificada de la economía, sin mercado ni libertad empresarial, también ha fracasado en el azúcar. Por ello proclaman que la eficiencia es la única clave que les queda. Y la prensa estatal castrista no deja de hablar de ello.

Pero, realmente ¿Se puede hacer algo para mejorar la eficiencia y el sector azucarero en el momento actual? Difícil. Quienes se plantean remontar el sector son los mismos que lo destruyeron, los comunistas, que siguen metiendo sus narices en las tareas técnico productivas y trasladan mensajes ideológicos allí donde lo que más se necesitan son inversiones y libertad económica. Esto es lo que cabe concluir de la visita del dirigente comunista Félix Duarte y del vice primer ministro, Jorge Luis Tapia a Guantánamo, donde “conocieron detalles de los preparativos de la próxima zafra en el territorio”.

Y claro, los mensajes no han sido halagüeños, sino todo lo contrario. Se espera una vez más, una zafra compleja y difícil, dadas las limitaciones que enfrenta el país, de ahí el artilugio de la “eficiencia” lanzado por los dirigentes ante la sorpresa de los trabajadores y productores, que no saben cómo se puede ser eficiente cuando los procesos productivos ya no se pueden laminar más y desarrollar sin medios absolutamente necesarios.

En la visita, los dirigentes fueron informados de las labores de reparación que se acometen, “hasta ahora sin mayores contratiempos” en el Argeo Martínez, único ingenio guantanamero en activo, que asume, entre otros encargos, la producción de azúcar destinada a la canasta familiar normada de esta provincia. Es decir, nada de libertad para que los productores decidan qué hacer con la caña procesada y el azúcar obtenido, sino una vez más, bajo el encargo estatal deberán moverse en unas condiciones de escasa o nula rentabilidad que, como en zafras anteriores, comprometen el futuro de la industria.

La prensa estatal no ofrece datos sobre la antigüedad y la obsolescencia del parque de equipos que garantizará el corte, alza y tiro de la caña, desde los cañaverales hasta la industria, al que se están aplicando actualmente los trabajos de reparación y preparación de cara a la campaña. En realidad lo que se constata es que son demasiados años trabajando con equipos que se tienen que actualizar y renovar, para facilitar la eficiencia del proceso.

Los dirigentes comunistas no lo ven así, porque la prioridad inversora del estado son las habitaciones hoteleras. La degradación de equipos y medios de producción en el azúcar es comparable a lo que ocurre en el sistema eléctrico nacional con los envejecidos centrales y los apagones.

Tapia Fonseca se interesó también por los trabajos de mejora de más de un centenar de kilómetros de terraplenes y finalmente lanzó un alegato destinado a desplegar iniciativas orientadas a lograr otras producciones materiales y de alimentos que permitan mejorar la atención a los trabajadores y a sus familias. El mismo cuento de siempre.

No es difícil predecir, a partir de realidades como éstas, que la próxima campaña del azúcar será muy negativa.

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