¿En manos de quién está la economía cubana?

Elías Amor Bravo economista

Parece mentira, pero ahora estamos entrando en una nueva fase. Para los dirigentes comunistas, ya se reconoce que aun cuando el bloqueo sigue siendo la amenaza principal de la economía, “hay muchas potencialidades en diferentes lugares que aún no se aprovechan”. Eso dijo Díaz Canel en la reunión del consejo de ministros dirigida por Marrero y de la que se hace eco toda la prensa estatal comunista.

De modo que Díaz Canel ahora dice que “la principal convocatoria en estos momentos tiene que ser a producir más con nuestro propio esfuerzo, con nuestro propio talento y con nuestras propias capacidades y potencialidades, no hay otra salida, porque no existen medidas mágicas que puedan cambiar –de un momento a otro–, en el corto plazo, la situación actual que vive el país”. Qué mentira tan grande. Claro que existen recetas, y no mágicas, sino prácticas, basadas en la racionalidad económica ajena a los postulados comunistas. Los vietnamitas fueron un buen ejemplo de ello. Algo se mueve en la dirigente del régimen de Fidel Castro. En cualquier momento, salta la liebre, si es que no lo hizo ya.

Según Díaz Canel “en diferentes lugares hay recursos que aún no se aprovechan, siendo imprescindible promover la participación popular en todos los procesos, por lo tanto, esto parte, también, de que hay que tener un diálogo, una conversación permanente con nuestra población. Cualquier cosa menos el reconocer que mercado y derechos de propiedad privada son el camino necesario.

¿Y de dónde salen esos recursos, se preguntan los cubanos con ansiedad? Y la respuesta es clara, “de las medidas de ahorro, de eficiencia energética y de ajuste en la actividad económica y social que se adoptaron para enfrentar la situación puntual que teníamos con el déficit de combustible”, es decir de pegar otro apretón al cinturón del régimen que asfixia permanentemente cualquier atisbo de actividad económica. En vez de dar flexibilidad, abrir espacios y liberar oferta y demanda, la solución comunista pasa por no quitar la correa del cuello e incluso, apretar más.

Y para ello se plantean los escenarios más disímiles y controvertidos, como las panaderías que buscaron alternativas para usar los hornos no solo con consumo de energía del sistema electroenergético (horno de leña o carbón vegetal), o las adecuaciones hechas para emplear con mayor eficiencia los medios de transporte, tanto los destinados a las cargas como a la población (recuperar los animales para la tracción motriz). Escenas que hacen pensar en un retorno terrible a lo peor del período especial. Y el pueblo padeciendo con ello.

Díaz Canel justifica esas medidas, porque “mostraron un resultado, pues logramos pasar esa etapa, yo diría con menos afectaciones que las que podían existir para la gravedad que se nos presentó en las últimas semanas de septiembre”. Hay que ver qué poco contempla la realidad que lo rodea. Ni idea.

Eficiencia energética y ahorro pasan a ser el eje del discurso del dirigente comunista, que al mismo tiempo anuncia su intención de “rectificar todo aquello que no ha salido bien, “escuchando mucho lo que plantea el pueblo, y constantemente estar atendiendo los estados de opinión de la población”, y también “las propuestas que hacen economistas, expertos, académicos, sobre las posibles soluciones para enfrentar la situación actual”. A ver si es verdad.

Díaz Canel cree que “hay que exigir a las instituciones por el cumplimiento de sus funciones estatales en todos los ámbitos, así como a la prioridad con que se debe trabajar organizadamente desde el territorio, y romper el criterio de que las cosas se resuelven desde arriba, porque resolviendo los problemas del municipio y la comunidad se resuelven los problemas de la provincia y se resuelven los problemas del país”.

Y esto, claro, le lleva al papel principal que se pretende otorgar a los municipios en la economía, señalando que “deben trabajar en función de la implementación de las políticas nacionales, de las políticas provinciales y de las políticas municipales que se aprueban y que se acuerdan, pero con el apoyo al nivel que le corresponde de las instituciones nacionales, de las instituciones provinciales y de las propias instituciones y actores que participan a nivel de municipio”. Alguien ha debido pensar que esto no es fácil de lograr en todas partes,

También el dirigente planteó la necesidad de “estimular la producción de bienes y la oferta de servicios, producir alimentos, porque «es ese el primer bien que hay que poner en función de la población con mejores precios”. Aquí volvió con las propuestas disímiles, como “hay que producir alimentos con técnicas de agroecología, sabiendo que la eficiencia no va a ser la misma, pero hay que producir”. Es decir, se sabe que la eficiencia será cero, pero se insiste en dar golpes contra el muro infranqueable.

Díaz Canel dijo que la principal fuente de alimentación de la población “no puede ser lo que el país importa centralmente para distribuir con una determinada equidad o justicia social, que a veces cae en el igualitarismo”. ¿Quiere ello decir que se va a recurrir a la importación no central? ¿Cuándo, en qué condiciones? Que nadie espere nada nuevo, se vuelve a prestar atención a lo que se produce a nivel local, desde los balances locales, y que todo lo otro que importa el país, una apuesta por una escala técnica ineficiente que impide sacar provecho de los rendimientos crecientes y la productividad.

Díaz Canel, con referencia al sector empresarial, cree que “este debe ser capaz de aprovechar todas las potencialidades que tienen las empresas, y que no siempre se tienen en cuenta”, pero esto lo dice sin el menor conocimiento de las fuerzas que rigen una economía. En concreto, dice que con la mano de obra calificada de que disponen, cuando el déficit de combustible u otras causas les impida llevar a cabo su objeto principal, deben “buscar cómo se pueden realizar otras producciones y servicios a la población que hoy no estamos haciendo”. Por arte de magia, el dirigente comunista quiere que las empresas hagan lo imposible.   

También habló de potenciar la creación de mipymes en el sector estatal. Éramos pocos y ya ven lo que ocurrió. Cuantas más mipymes se creen vinculadas al poder político, mayores serán las sombras de duda sobre su pertenencia y/o relación con la cúpula. Mal asunto que puede poner en peligro todo el proceso de las mipymes.

Díaz Canel todo esto lo resume diciendo “necesitamos que los empresarios apuesten con todo por el país, que piensen como país, y por supuesto eso lleva también una exigencia desde las estructuras de dirección de todos los organismos”, pero a las instituciones que dependen de él y del modelo comunista que rige los destinos económicos del país, ni una milésima. Ahí todo está bien.

Tan solo hizo referencia a atenuar las desigualdades que tenemos manifiestas en nuestra sociedad, la necesidad de frenar el éxodo de fuerza de trabajo, sobre todo calificada. Que naie se confunda, el éxodo de Díaz Canel es el que se produce desde el sector estatal al sector no estatal. Insistió en seguir dando prioridad a la salud y a la educación; mejorar el funcionamiento de los programas sociales que existen en el país. Y en un instante de claridad, habló de “corregir las medidas que se han implementado como parte de la Tarea Ordenamiento y han demostrado que deben ser modificadas”. El resto, fueron vaguedades de última hora para no callar y seguir diciendo lo mismo sobre las potencialidades que no se quieren perder “trabajando de una manera diferente”. Al menos, aquí se olvidó del bloqueo. Quién sabe por qué.

Y luego, el ministro Gil sigue en el cargo. Y por ello, se ocupó de presentar la situación de la economía cubana en el mes de septiembre a sus colegas del consejo de ministros, en la que vislumbró una mejora gradual del turismo en la economía cubana. Será con sus datos, porque la realidad parece bien distinta, con la hostelería apenas a un 17% de ocupación y muchos negocios privados cerrados por falta de demanda. Jugar con los datos, cuando se tiene en permanente construcción la página web de la ONEI, no es muy sensato. Al final se le puede pillar al mentiroso con mucha facilidad.

Según las cifras del ministro, hasta septiembre habían llegado al país 1,8 millones de visitantes, apenas un 75,5% de lo previsto, y casi un 55% de lo que arribó en igual periodo de 2019, es decir, el nivel de demanda sigue estando casi a la mitad de aquel ejercicio cuando todos los destinos del Caribe ya han remontado las cifras anteriores a la pandemia. En el caso cubano más grave aún, si se tiene en cuenta que desde aquellas fechas no se ha dejado de construir hoteles y habitaciones, de modo que con menos demanda y más oferta los niveles de ocupación, que tienen que ver con la rentabilidad del negocio hotelero, siguen por los suelos. De nada sirve que el ministro haya dicho que las exportaciones de servicios turísticos crecieron en un 46% si realmente ese aumento se debe a los precios y no a la actividad real.

Y claro, como no hay mucho a que asirse, el resto de la intervención del ministro ante sus colegas fue demoledora. En concreto, dijo lo que todo el mundo sabe, que la producción nacional de alimentos agropecuarios ha experimentado una disminución de las entregas en prácticamente todos los productos, en concreto arroz, carne bovina, leche fresca y huevo, sin precisar cifras, y aludiendo solo a problemas que según Gil están relacionados con el déficit de insumos y combustible, baja productividad, rendimiento y organización. 

¿Y después de decir todo esto, qué debe hacer un ministro responsable? ¿Qué se debe hacer en un país democrático y libre? Desde luego, nunca aplaudir, ni mostrar solidaridad con una pésima gestión, sino cuestionar y pedir explicaciones. ¿Cree alguien que eso ocurrió en el consejo de ministros o en la prensa cubana? Ni en sueños.

Sin reconocer su responsabilidad, el ministro siguió pidiendo “una mayor autogestión en los municipios, que sirva de respaldo a las demandas alimentarias de la población”, una estrategia suicida de la que se ha advertido en numerosas ocasiones en este blog, que, además, tiene que ir “relacionada con el Plan de la Economía”, sin duda el principal fracaso de la economía comunista cubana.

Y como no había mucho más que decir de la situación de la economía, el consejo de ministros aprobó una nueva cartera de oportunidades de inversión extranjera en el país, la enésima, que pretende encauzar ahora 729 proyectos, de los que 139 fueron presentados por gobiernos locales. Quien mucho abarca, poco aprieta, y por razones expuestas en este blog en otras entradas, la cartera de oportunidades no asegura inversión extranjera. La experiencia lo confirma.

Por mucho que el régimen quiera que los inversores extranjeros coloquen su dinero en proyectos “para abastecer el mercado interno de productos de primera necesidad y de suministros para la industria nacional” lo cierto es que el capital extranjero no está en esas mismas coordenadas y el desajuste de criterios hace que los niveles de inversión no cubran las necesidades de sectores como la producción de alimentos, la industria, la minería, el transporte y la logística, entre otros. De nada sirve abrir la economía al capital extranjero si el régimen comunista, primero, no la pone al servicio de los cubanos.

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