Camaroncito duro sácame del apuro

Elías Amor Bravo, economista
Cuando era pequeño, el cuento de Masicas era uno de los que más me gustaba de la Edad de Oro. Aquel ejemplar que me retiraron los aduaneros al salir de Cuba en 1969 nunca lo volví a recuperar, pero años después disfrutaba con la lectura de este cuento de magia que tiene su moraleja.
La ambición desmesurada de Masicas y lo pusilánime de Loppi, me recuerdan, y mucho, al contenido de una nota reciente publicada en Cubadebate titulada, “Camarones cubanos llegarán a China en 2020”. Gran noticia. Ni Masicas lo hubiera dicho mejor. Pero como siempre, con pocos datos. No sabemos ni cuántas toneladas, ni a qué precios, ni en qué condiciones de rentabilidad. De todo ello, habrá que especular.
El círculo no puede quedar mejor cerrado. Una buena operación que seguramente va a garantizar, para 2020, el comienzo de la exportación de estos productos a China, junto a otras especies marinas cubanas, obtener importantes ingresos, como anunció en la red social Facebook el embajador de Cuba en China, Carlos Miguel Pereira Hernández. Sin ánimo de cuestionar este resultado, que puede ser positivo para obtener divisas para la economía cubana, es conveniente tener en cuenta algunas previsiones antes de lanzar campanas al vuelo.
La producción de camarones en Cuba, según la ONEI, tiene dos orígenes. De un lado, las capturas pesqueras en el mar; de otro, la camaronicultura, una actividad que ha evolucionado de forma positiva.
Por el primer concepto, se obtuvieron en 2018, 1.120,6 toneladas de camarones, mientras que por el segundo, la producción fue de 6.473,9 toneladas. En total 7.594,5 toneladas de camarones, que han supuesto un crecimiento del 60,3% desde el año 2013, cuando se obtuvo en total 4.735,3 toneladas.
En concreto, y si se compara con otras producciones de la economía, el sector camaronero ha tenido unos registros muy favorables, mostrando una elevada productividad. En ese sentido, la dinámica de esta actividad contrasta, por ejemplo, con la evolución de la langosta, que en el mismo período ha experimentado un significativo descenso del 1.7% en sus cifras globales de producción. Otras especies como almeja, ostión, cobo experimentaron igualmente, disminuciones muy destacadas en las cifras de producción a lo largo del período considerado. La producción total de pescado y marisco ascendió a 50.126,8 tonelada en 2018. El camarón representa un 15% del total.
El éxito del camarón cubano merece, por tanto, un reconocimiento. La siguiente pregunta es conocida: ¿a qué mercado de consumo se dirige este producto? Dado que los cubanos no tienen acceso al mismo, es de suponer que su destino principal sea la exportación.
Pues bien, según las cuentas de exportación de la economía cubana del año 2018, el capítulo 3 de la sección 0 de la Clasificación Uniforme para el comercio internacional (CUCI), engloba el total de la exportación de pescado y marisco y alcanzó un total de 7.696 toneladas, por un importe de 84 millones de CUP.
Más tarde volveremos sobre los ingresos de la exportación.
Lo que interesa destacar en estos primeros datos es que de un total de 50.126,8 toneladas de pescado y marisco en 2018, la exportación equivalente por concepto fue solo de 7.696 toneladas, o dicho de otro modo, tan solo el 15% de la producción nacional de pescado y marisco fue canalizada al exterior en forma de exportaciones. Este dato parece sorprendente, pero no lo es. Con tal que se estudie con detalle, se puede concluir que existe una coincidencia prácticamente total entre la producción de camarones antes señalada, 7,594,5 toneladas, y la exportación de todo el capítulo 3 de la sección 0, que supone 7.686 toneladas. La escasa diferencia de 92 toneladas se puede atribuir al pescado. Y poco más.
Por otro lado, se sabe por la información relativa a la circulación mercantil de la economía que el importe total de las operaciones realizadas por empresas estatales con relación a productos pesqueros alcanzó 845,9 millones de CUP en 2018. Una cifra que contrasta con los 84 millones de CUP obtenidos de la exportación, que apenas representan un 10% de la cifra total. En la red minorista, donde se cuantifican las ventas para el consumo personal, el valor de la circulación fue de 225,8 millones de CUP, en tanto que la mayorista concentró los restantes 620,1 millones de CUP.
Destacar que el valor de la circulación en la red minorista ha disminuido desde 2015 un 18%, es decir, las compras para consumo personal de pescado y marisco por los cubanos se han reducido casi una quinta parte. Entre tanto, el valor de la circulación en la red mayorista ha aumentado un 76% en el mismo período, pasando de 352 millones a 620,1 millones de CUP. Las operaciones mercantiles han aumentado de valor, pero no en el consumo personal de los cubanos en los establecimientos minoristas.
Si para canalizar del exterior 84 millones de CUP de exportación, la circulación minorista de pescado y marisco a los cubanos se ha reducido casi en un 20%, el aumento previsible de la exportación a China, ¿en qué situación dejará el consumo minorista de pescado y marisco en Cuba, ya de por si minoritario? El diplomático que anunció a bombo y platillo el éxito de la operación con los inspectores chinos encargados de evaluar el producto, debería decir a los cubanos, de igual modo, que se olviden para siempre del marisco y pescado, porque si ahora lo tienen difícil de conseguir, con lo que viene, lo mejor es olvidarse.
Las autoridades del régimen comunista deberían saber que para que las exportaciones se conviertan en un elemento fundamental de la economía nacional, hay que lograr primero satisfacer la demanda interna, y cuando los excedentes afloren, se orienta la producción al exterior. La alternativa es convertir a la industria camaronera y pesquera en una quimera imposible de alcanzar para muchos cubanos. No está claro que sirvan para obtener esos importantes ingresos en divisas de que hablan los dirigentes. Las estadísticas cubanas no dan para mucho más.

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