¿Cómo hacer de Cuba una economía de startups?
Elías Amor Bravo, economista
¿Tiene interés el régimen castrista por las pequeñas y medianas
iniciativas emprendedoras basadas en el trabajo por cuenta ajena, que
han aflorado en la economía cubana en los últimos años? Desde que
Raúl Castro accedió al poder, y sobre todo, a partir de 2010, la
autorización de pequeños proyectos de trabajo por cuenta propia en
una serie de ocupaciones autorizadas por el régimen ha cambiado el
paisaje de la economía cubana, abriendo espacios para la libertad.
¿Es
bueno para un país contar con una sólida base de pequeñas empresas? Por supuesto que sí. Lo dicen los economistas y
los organismos internacionales, como la Unión Europea y la OCDE.
Cuando una economía cuenta con un sector emergente, emprendedor y
capaz de innovar y generar valor añadido, tiene un tesoro. En la
terminología moderna, y en relación con las nuevas tecnologías de
la información e internet, se denomina startups
a estas empresas pequeñas, que nacen con muy poco capital financiero, pocos trabajadores y una
solvencia limitada, pero tienen detrás una buena idea, un proyecto tecnológico innovador capaz de crecer y alcanzar economías de escala en poco
tiempo.
Los países más avanzados aspiran a dar apoyo a estas microempresas
con políticas e instrumentos adecuados que permitan superar la
elevada mortandad que suelen tener. Más de la mitad desaparece al
cabo del primer año, por lo que se necesita más que esfuerzos
económicos para conseguir la viabilidad de las startup. Las
principales escuelas de negocios del mundo orientan a sus alumnos hacia este
tipo de proyectos, porque si tienen éxito, acaban generando empleo,
riqueza y desarrollo allí donde se establecen.
En Cuba, el régimen castrista carece de planes, ideas, estrategias y
proyectos para estas empresas. Cierto es que la generación de
proyectos se encuentra condicionada por el régimen de autorizaciones
así como por una normativa que se centra en detraer recursos de las
empresas para evitar la acumulación de beneficios y el
enriquecimiento. Con este modelo, no es extraño que Cuba sea un
desierto absoluto para las startup y que ni se hable de las mismas en
el ecosistema empresarial.
Si el régimen quisiera mejorar el funcionamiento de la economía,
tiene en las pequeñas empresas que han ido surgiendo por el deseo
de los cubanos de ser libres e independientes del poder estatal, un
instrumento para lograrlo. ¿De qué modo? Sencillo, dejándolas
funcionar, e interfiriendo lo mínimo posible en su dinámica y
evolución. Por ejemplo, la tristemente célebre Ley de inversiones
extranjeras, que sigue sin dar los resultados previstos. Se pretendía
alcanzar una media de 2.000 millones de $ al año en inversiones,
pero la cifra no supera el 10%. ¿Cómo se podría aumentar el monto
de la inversión? Sencillo, facilitando al máximo las operaciones de
adquisición y entrada en el capital de estos negocios por parte de
los inversores extranjeros. ¿Por qué limitar la actividad inversora
internacional a empresas estatales ineficientes y proyectos de interés del estado comunista, y no
abrirlos al capital cubano emprendedor? Por lo pronto, existirían
muchas más oportunidades para hacer negocios, y desde luego, más
rentables y con mejores cifras que muchos de los proyectos que
el régimen comunista incluye en lo que llaman “cartera de
oportunidades”.
Si el ministro de economía tuviera interés real en promover la
economía cubana, lo que tendría que hacer es aumentar el fuerte
atractivo que ofrece el ecosistema de emprendimiento que existe en la
economía cubana, a pesar de las numerosas dificultades. Y si
pretende tener mayores éxitos, lo lógico sería aprovechar las
oportunidades de emprendimiento en el sector tecnológico, en áreas
como diseño de videojuegos aplicados al ámbito educativo, al
tratamiento de la salud, la biotecnología, en colaboración con los
parques científicos existentes, la telefonía móvil e internet,
la logística y distribución comercial, entre otras actividades
prioritarias. Es cierto que en Cuba no existen recursos financieros
para dar apoyo a estas iniciativas. Este es otro problema fácil de resolver,
¿por qué no se permite a los fondos internacionales de capital
riesgo operar en estos proyectos de microempresas, como si se tratase
de business angels? Los avances que se están produciendo a nivel
internacional en estas actividades justifican una atención por parte
de las autoridades, que podrían descubrir cómo en este ámbito, el
argumento del embargo o bloqueo, simplemente no funciona.
No
existen estadísticas oficiales que recojan la situación de las startups
cubanas. Ni sabemos el número
de pequeñas empresas que hay realmente, ni el empleo que
generan, ni las áreas y ámbitos de trabajo en que operan. Ese
desconocimiento aleja a los inversores de estas oportunidades que
abre la economía cubana al mundo, gracias a su talento, que nadie
niega, y los bajos costes unitarios del trabajo, altamente
competitivos. No se trata de convertir Cuba en una "maquila" al servicio de los manufactureros chinos, sino en una plataforma de microempresas
tecnológicamente avanzadas que sirva para poner en valor el
conocimiento y talento de los cubanos, e ir extendiendo los proyectos
hacia otros ámbitos de innovación en los que Cuba tenga
ventajas competitivas.
Insisto, no hay que
complicarse buscando fórmulas
de apoyo para este tipo de
microempresas innovadoras. Lo bueno es que, tal y como está
actualmente el mercado financiero internacional, si realmente son
escalables y pueden generar beneficios sostenibles, el menor problema
será encontrar financieros, como
programas de impulso, aceleradoras o bussines
angels. Lógicamente,
dando la información
necesaria para que este
segmento emprendedor
consiga
relevancia y notoriedad
internacional y pueda atraer
el capital.
La
otra ventaja de esta estrategia es que Cuba, a diferencia de otros
países que apuestan por las startups para su desarrollo, podría encontrarse operando en
soledad, en su área de Caribe, y por medio de una adecuada
política estratégica de apoyo integral al desarrollo del sector
emprendedor innovador y
tecnológico, atraer
proyectos de otros países que eligieran suelo cubano para
implementar sus iniciativas, aprovechando las economías de escala de
localización, que para este tipo de empresas son fundamentales.
Un buen destino para la ZED
del Mariel, si alguien se tomara este tipo de cosas con interés en
Cuba. El
siguiente paso es dejar libertad al
segmento de las startups
cubanas y en la
medida de lo posible que puedan funcionar de manera autónoma, sin
ataduras ni barreras burocráticas, y con un adecuado diseño de
normas tributarias, laborales y de propiedad industrial e
intelectual.
Si
Cuba tiene que definir una posición competitiva en la economía
mundial, ¿por qué no empezar por su sector emprendedor privado, que
lleva una década luchando por conquistar espacios de representación
en la economía? El
camino de la libertad económica tiene en el potencial de las startup
cubanas por donde empezar. Si las autoridades quieren que sea un
punto fuerte de la economía cubana en un mundo global, hay que
ponerse a trabajar. Espero por el bien de Cuba que tengan éxito en
ello. Otra política económica es posible para Cuba.
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