Controlar el déficit público, esencial para que la economía cubana funcione
Elías Amor Bravo, economista
La economía castrista cerrará el ejercicio de 2019, casi con total seguridad, sin haber promovido una rebaja sustancial del déficit estatal. Los indicadores de la política fiscal expansiva practicada por el régimen, sobre todo a partir del verano con los aumentos de salarios en el sector presupuestado combinado con el estancamiento de los ingresos como consecuencia de la recesión, apuntan a un aumento del desequilibrio interno medido por el déficit en su relación con el PIB.
Lo
difícil es estimar, a estas alturas, si será cuestión de puntos o
décimas respecto al año pasado, cuando se situó en el entorno del
8% del PIB. Esto realmente importa, pero mucho menos que la ausencia
de una estrategia clara del régimen para poner remedio al grave
desequilibrio que provoca en la economía un déficit que se sitúa
muy por encima del que existe en el conjunto de países de América
Latina.
El
incumplimiento sistemático de los objetivos de déficit supone para
una economía, ante todo, una notable pérdida de credibilidad y la
erosión de la confianza internacional que necesita para obtener
financiación en buenas condiciones en los mercados de capitales. Las
autoridades del régimen, responsables de la gestión de la economía,
deben ser conscientes que estos incumplimientos, año tras año,
tienen una incidencia muy notable en la obtención de los recursos
necesarios para que la economía pueda importar los bienes y
servicios que necesita o atraer inversiones extranjeras. De nada
sirven las leyes, las declaraciones o la propaganda si los números
no cuadran. La economía es así. No requiere más que cumplir.
En
este momento es impensable que los dirigentes del régimen ofrezcan
algún dato sobre el desempeño de la política fiscal en 2019,
empeñados como están en un ambiguo proceso electoral a
gobernadores, o la designación por la Asamblea nacional del primer
ministro. La política vuelve de nuevo a interrumpir la adopción de
decisiones necesarias para enderezar el rumbo de una economía cada
vez más desequilibrada. Esto mismo ocurrió a comienzos de este año,
cuando la campaña del referéndum de aprobación constitucional hizo
que las decisiones económicas fueran aparcadas, lo que generó no
poca incertidumbre en los meses siguientes, desabastecimientos de
productos básicos e incluso, falta de combustible. Las decisiones
económicas se tienen que adoptar con absoluta prioridad si se quiere
que la economía funcione. La economía requiere máxima atención.
Recurriendo
a un esfuerzo analítico sencillo para realizar un ejercicio de
actualización de las proyecciones del déficit público en Cuba, los
datos no resultan favorables. La tendencia en la década, como se
observa en el Gráfico 1 es al aumento y descontrol de la relación
entre gastos e ingresos estatales. Los esfuerzos de ajuste realizados en el
bienio 2013-2014 no tuvieron continuidad a partir de entonces, y el
nivel del déficit sobre el PIB acabó situándose en las
proximidades del 8,5% entre 2017 y 2018, con una notable aceleración
del indicador. Esto significa que justo cuando comenzaron a reducirse
los suministros de petróleo de Venezuela, a partir de 2016, fue
cuando se aceleró el déficit público, trastocando la tendencia
relativamente favorable de la primera mitad de la década. De ese
modo, el descontrol de las cuentas públicas se encuentra relacionado
con los incumplimientos de Venezuela y vuelve de nuevo a arrojar
sombras de duda sobre la conveniencia de los acuerdos del régimen
con este país.
Lo
problemático será para el régimen regresar a los niveles de
1,5%-2,2% de déficit sobre el PIB, porque va a exigir o un intenso
esfuerzo de austeridad y control, que en las actuales condiciones no
parece que se vaya a realizar por las autoridades, o una política
económica alternativa que fomente el crecimiento económico, la
prosperidad y el incremento de las bases imponibles para recaudar más
ingresos. O una combinación de ambas, que trate de sacar a la
economía castrista del actual escenario de desequilibrio interno, al
que ha sido conducida por los efectos externos antes señalados y la
inacción de las autoridades, en el frente interior.
Según
nuestras estimaciones, si se produce finalmente un mal dato al cierre
de este año la responsabilidad será fácil de situar en los
aumentos de las remuneraciones y el mantenimiento de los pagos por
los servicios gratuitos que, si bien se han deteriorado con respecto
al pasado, continúan exigiendo la movilización de cuantiosos
recursos para los que la economía no consigue generar lo suficiente.
Dicho de otro modo, si las autoridades no son capaces de incrementar
la actividad económica y liberalizar las fuerzas productivas que
tiene la economía cubana, la expansión fiscal no se podrá
compensar con más recursos financieros y el déficit público
aumentará. Posiblemente por encima del 8,5% de media de los últimos
dos años.
La
conclusión que cabe extraer de este sencillo ejercicio es que 2019
se puede considerar como un ejercicio perdido para las autoridades en
el necesario objetivo de lograr una disciplina presupuestaria que
trasmita confianza, seguridad y credibilidad a los mercados
internacionales. Y por ello, en medio de este paréntesis, en que la
inacción en materia de asuntos económicos parece haberse adueñado
de los dirigentes políticos en la Isla, lo más probable es que en
2020, en algún momento, sea necesario adoptar un giro de 180º hacia
la ortodoxia fiscal y con ello aumentar el control sobre el gasto
público.
Si
los dirigentes de la economía cubana tuvieran un conocimiento
elemental de cómo funciona la misma, sabrían que precisamente, solo
es posible movilizar las fuerzas productivas internas y los sectores
que generan mayor valor añadido, si se establece una tendencia de
reducción del déficit público, que suponga reducir la presión del
estado sobre la actividad privada. Como se observa en el Cuadro 1,
los mayores crecimientos del PIB de la economía cubana en la última
década se obtuvieron los años de menos déficit, y viceversa. La
estrategia a medio y largo plazo de la economía pasa por rebajar el
déficit del estado, para estimular el crecimiento de la actividad
privada, que es precisamente la más productiva, e ir recuperando la
confianza en los mercados para tener un acceso más favorable a la
financiación de la deuda a costes más bajos, como consecuencia de
los menores tipos de interés que existen a nivel mundial. La
expansión fiscal en la intervenida economía castrista, lejos de
estimular el crecimiento, lo destruye.
En
ese contexto, sería recomendable que el régimen vaya poniendo fin a
todas las medidas de carácter expansivo fiscal que pueden
comprometer la senda de reducción del déficit. El mensaje de
“ahorro” que tanto gusta a las autoridades comunistas, se debe
orientar hacia el peso del estado en la economía, que es excesivo,
si se compara con otros países de América Latina y Caribe. Hay que
ser conscientes que todo aquello que suponga un freno en el ritmo de
reducción del déficit estatal, en una situación económica como la
que se abre a partir de los meses del verano de este 2019, puede ser
muy perjudicial para recuperar la senda del crecimiento económico.
El régimen tiene que hacer sus deberes y proseguir los ajustes y
reformas estructurales que flexibilicen y modernicen a la economía
cubana para sacarla de su marasmo. El estado no puede ser el sustento
de la economía, porque esa no es su función. Los cubanos deben
saber que otra política económica es posible.
Cuadro 1.- Una
década de déficit público en aumento y crecimiento económico a la
baja
Gráfico 1.- La
relación entre crecimiento económico y déficit en % sobre el PIB
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