La crisis turística de Cuba solo se puede arreglar mediante diálogo con los empresarios privados

Elías Amor Bravo, economista

El sector turístico de la economía cubana se enfrenta a la que puede ser la peor temporada alta de la historia. Un ejercicio desastroso en este último tramo del año. Mientras que las principales potencias turísticas, como España, Italia o Francia ya dan por perdido el año con importantes descensos en sus volúmenes de viajeros e ingresos, Cuba todavía tiene una opción si sabe aprovechar los meses que transcurren de noviembre a marzo, en los que se concentra una parte importante de su actividad estacional.

Sin embargo, no lo tendrá fácil. El ministro de economía ya advirtió de la ausencia de divisas en el primer semestre como consecuencia del parón del turismo. Nada hace prever que 2020 sea para el turismo cubano el peor ejercicio de su historia.

Los meses de verano se pueden calificar de catastróficos, con apenas ingresos de viajeros procedentes del exterior y la absoluta parálisis de la planta hotelera, dedicada a otras labores. Conforme se empezó a controlar los riesgos de la pandemia, fruto de las medidas de confinamiento del régimen, el sector empezó a mostrar un cierto optimismo cuando se produjo el anuncio Reino Unido o de Canadá de que iban a autorizar a sus turistas viajar a Cuba para pasar sus vacaciones de temporada.

No obstante, el turismo internacional se muestra cauteloso ante las nuevas cifras de la pandemia, que registran rebrotes por toda la Isla y que han vuelto a exigir confinamientos parciales en determinadas zonas. Lo cierto es que, en este momento y cabe suponer que en los próximos meses también, los gobiernos de todos los países sigan apostando por listas negras de países a los que no se recomienda viajar. Si Cuba no sale de estas, su sector turístico está muerto.

Porque la realidad es que, un sector que nació y vive para el turismo internacional (el turismo de origen nacional apenas tiene incidencia en las cifras de actividad y se está viendo este año) no va a poder hacer frente a la difícil situación que atraviesa, si no es capaz de hacer los deberes y desplegar políticas que permitan orientar su futuro. Es cierto que el entorno actual es sombrío, y que todos los países con actividad turística parecen encontrarse en una espera tensa para saber si sus gobiernos adoptan una estrategia capaz de evitar que el deterioro se prolongue también durante la temporada alta, que ya viene.

El gobierno cubano no ha dicho gran cosa. Algunas medidas adoptadas en el mes de marzo cuando comenzó el confinamiento se mantienen en vigor, y son, hoy por hoy, la única respuesta a la crisis. Mientras tanto, ¿qué ha ocurrido en el turismo cubano?

Básicamente, en ausencia de una acción de gobierno eficaz, se ha instalado el sálvese quien pueda, sin más. Los hoteles gestionados por las empresas españolas hablan de ofrecer teletrabajo a los turistas, la localización de los turistas en la cayería norte rompe uno de los puntos fuertes del turismo cubano que es la cercanía al pueblo, algunos aeropuertos continúan cerrados, el transporte interprovincial de pasajeros detenido. Peor aún, el sector privado continúa destruyendo el tejido empresarial que había comenzado a despuntar y muchos creen que numerosas empresas desaparecerán para siempre. Se avecina un gran desastre para el sector turístico de la economía cubana

Los especialistas insisten en que el gobierno tiene que esforzarse en el control de los brotes epidémicos porque esta es su responsabilidad y además, la única vía para dejar atrás la crisis. Al mismo tiempo, se tiene puesta su mirada en la capacidad de gestión del gobierno cubano para sacar al turismo de la crisis, y las medidas anunciadas dentro de la Estrategia adolecen de concreción y, en absoluto, representan un plan eficiente, coordinado y pragmático dirigido específicamente al sector. Básicamente cuatro áreas se han definido por el gobierno para lograr la capacidad del turismo para reponerse, en primer lugar, reparación de habitaciones e instalaciones, segundo, nuevos productos innovadores y acelerar cluster con otros sectores (salud, cultura, deporte, ecología), tercero, nuevos parámetros de calidad certificados basados en mayor seguridad y sostenibilidad, y cuarto, medidas para mitigar la caída de ingresos y empleo.

Desde esta perspectiva, no cabe duda que el gobierno debe ayudar a las empresas del sector turístico a sobrevivir a una coyuntura que no es solo turística, pero que está golpeando al turismo mucho más que al resto. Y para adoptar las medidas más adecuadas, ya se ha destacado en este blog en ocasiones anteriores que lo primero que debe hacer el gobierno es escuchar con atención a los empresarios privados del turismo, porque ellos tienen un conocimiento de mayor calidad y cantidad que los poderes públicos, a la hora de definir las necesidades y debilidades de su negocios.

Si el gobierno cubano se sienta en la mesa con los empresarios privados del turismo cubano y decide atender sus demandas para la incorporación de las mismas en ese plan, absolutamente necesario para el sector, podrá comprobar que se producirá un avance en los resultados.

Porque escuchar a los empresarios privados es fundamental para empezar a definir las políticas económicas en Cuba, ya que existen actualmente alrededor de 620.000 trabajadores por cuenta propia que necesitan ese hálito para superar sus dificultades. En vez de reprimir, hostigar y recargar a estos colectivos con una elevada presión fiscal, el gobierno puede y debe escuchar sus demandas, y si lo hace, sus políticas serán mejores.

No debe tener miedo el gobierno comunista cubano a los empresarios privados, y menos en un contexto como el actual, en el que van a pedir apoyo económico y financiero para mantenerse a flote, desplegar ayudas financieras y fiscales adecuadas a una situación en la que sus ingresos caen en picado, y abordar la negociación de ideas conjuntas y eficaces para hacer frente a las penosas restricciones impuestas desde los principales mercados de procedencia del turismo.

Se trata de elaborar un nuevo espacio de diálogo en el que se trabaje conjuntamente con un sector privado que ha alcanzado en Cuba unas dimensiones cuantitativas y cualitativas de gran relevancia. Experiencia de diálogo que inmediatamente se debe trasladar a otros sectores como el agropecuario o los transportes. El diálogo del gobierno comunista, serio y coherente, sin contradicciones, discursos dobles y verborrea ideológica, puede trasmitir al mundo una notable credibilidad de la economía cubana, que es necesaria, más que nunca, en estos momento.

Una credibilidad acompañada de una percepción internacional de Cuba como un país seguro, con un gobierno que se empeña con ejercer el control de su crisis sanitaria y donde las administraciones públicas son capaces de trabajar de forma clara y transparente, con las empresas de manera coordinada y con el mismo objetivo. Se que harán oidos sordos a esta propuesta, pero es que no hay otro camino. Y ahora la oportunidad es mejor que nunca antes.

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