La electricidad en Cuba: de los apagones a los "sobrecumplimientos", "sobregastos" y "sobregiros"

Elías Amor Bravo, economista

Desde que Ramiro Valdés asumiera la responsabilidad de este asunto, Granma ha escrito decenas de artículos y notas para trasladar a los ciudadanos la necesidad de ahorrar energía. En el lenguaje incomprensible y feroz de los comunistas cubanos, se denomina “sobrecumplimientos” a un consumo de electricidad superior al planificado. Al parecer en el mes de agosto, unos 10 gigawatts-hora (gWH) de energía fueron consumidos de más en todo el país. El análisis detallado de la cifra de facturación, nada más y nada menos que en el Consejo Energético Nacional (qué poco tienen que hacer estos dirigentes), establece que el mayor incumplimiento se produjo en el sector estatal. Vaya.

Y claro, ante este suceso, se plantean las más disímiles soluciones.

De forma asombrosa, unas provincias se alistan para lo que llaman planes de consumo de electricidad para el mes, en tanto que otras no. Unos territorios parece que se portan mejor que otros, y las tensiones se suelen concentrar allí donde menos se esperan. O sea que los planificadores rara vez aciertan, como viene siendo habitual.

Por su parte, el Consejo Energético Nacional decide que sean las estructuras locales las que asuman la responsabilidad del control del consumo de electricidad, es decir, que los comités de defensa vigilen casa por casa a ver quién se deja la luz del patio encendida, y proceder a las oportunas sanciones.

Entre tanto se ponen de acuerdo sobre qué hacer, los responsables del departamento nutren su discurso de conceptos de difícil pronunciación en el idioma español, como “sobregasto” que es lo que hace realmente el sector estatal, el más derrochador, y sitúa los niveles de consumo “más alarmantes en algunos grupos empresariales de la Agricultura, entidades de Recursos Hidráulicos y de la Salud, además de organismos de subordinación local”. O sea que los funcionarios no pueden encender el aire acondicionado y deben pasar calor, como todo el pueblo.

El problema de la electricidad en Cuba ha surgido de forma especial durante el confinamiento por la covid19, como consecuencia del encierro de las familias en las casas, al mismo tiempo que los suministros de petróleo de Venezuela llegaban a cuenta gotas. A pesar de la caída en picado de la producción industrial y de servicios, el consumo eléctrico aumentó, y las autoridades decidieron prestar atención al problema. ¿De qué modo? Con alegatos diarios en la prensa y alguna que otra restricción puntual. Si, por supuesto que ha habido apagones, pero no han alcanzado la dimensión del período especial. Alguien en el gobierno está interesado en que los cubanos piensen que la situación actual no es como aquella tristemente recordada.

El problema es que las soluciones planteadas, incluyendo la presencia del inefable Ramiro Valdés, no consigue frenar el consumo de electricidad y los “sobregiros”, los “sobrecumplimientos” y los “sobregastos” campan a sus anchas. ¿La razón? Porque como viene ocurriendo siempre cuando se trata de la economía cubana, las autoridades no van al origen del problema. Alguien debería explicar a los responsables del sector que la electricidad no se tiene que racionar, si no que se tiene que producir en cantidad y calidad suficiente para atender las demandas, por supuesto en aumento, de una sociedad. Si esto no se consigue, es que algo se está haciendo mal. O tal vez todo.

¿Por qué un ciudadano en Hialeah o Madrid sabe que cuando le da al botón de encendido siempre tendrá luz eléctrica, y que los apagones rara vez ocurren? Esa seguridad tiene mucho que ver con la producción, organización y regulación del sector eléctrico, y cómo no, con los precios del servicio.

Mientras que los comunistas cubanos se dedican en ese Consejo Energético a calcular los consumos mensuales de electricidad y ver si se cumple el plan, y en cuanto se sobrepasa y cuanto aumenta el sobregiro con respecto al mes anterior y el mismo mes del año anterior, sin hacer nada, los cubanos se encuentran angustiados ante estos mensajes que cuela Granma, día si día no, y que no sirven para nada. Absolutamente nada.

Lo que los responsables del sector quieren, en definitiva, “erradicar de una vez los sobregiros que se producen en el consumo, no solo en la población sino en varios organismos”, es un camino perdido que no lleva a ningún sitio.

El control racional del uso de la energía en Cuba es imposible, partiendo del principio que el origen de la mayor parte de esa energía está en combustibles fósiles, y nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado en los últimos años por apostar por una energía verde que reduzca la dependencia del petróleo barato de Venezuela.

Los comunistas, ya se sabe, lo fácil siempre para ellos, lo complicado que lo hagan los demás. Por eso, la nómina de incumplidores del consumo de electricidad en Cuba se nutre de empresas estatales, organismos públicos locales y grupos industriales, que como se suele decir en román paladino, “no escatiman en gastos”.

Insisto, el sistema eléctrico nacional tiene que girar en 180º si quiere resolver sus problemas, y antes de ponerse a desarrollar las acciones de ahorro para el uso eficiente de la electricidad tiene que tener en cuenta por qué no se produce más, por qué no se produce con calidad y por qué la electricidad tiene que estar subsidiada.

Simplemente, si se detienen en este último aspecto, encontrarán vías para resolver el problema. La pregunta es fácil de responder, ¿por qué estos organismos oficiales que viven a cuerpo de rey y sobregastan no pagan tarifas más elevadas, por ejemplo, sin subsidios?¿Es posible realizar esa discriminación de precios?

No parece que sea problemático, el monopolio existente en Cuba para la producción y suministro de electricidad (por cierto, uno de los que genera un mayor volumen de empleo) puede realizar esa discriminación de tarifas con total tranquilidad ya que nadie le va a quitar el negocio, no hay competencia. No digo que la población se le apliquen los precios reales de la energía, pero también se pueden aplicar tarifas distintas por horas, por tipo de familia, por nivel de consumo, incluso incentivos para los que ahorren.

Lo único que tienen que hacer es Marketing y tratar de adaptar la producción a las necesidades de los consumidores, y no lo que están haciendo actualmente, que es obligar a los consumidores a someterse a las directrices del productor. En Cuba hay tantas cosas por hacer. Ojalá que ese Consejo Energético se dedicara más a estas cosas y no a perder el tiempo. La pregunta es, ¿sabrán que esto se puede hacer?

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