Encadenamientos, desencadenar y vuelta a encadenar: la historia se repite

Elías Amor Bravo, economista

Como si de un trabalenguas se tratase, un artículo en la prensa oficial comunista aborda el asunto de los encadenamientos, con un título cuanto menos sorprendente “Urge desencadenar el encadenamiento”. El desencadenador que desencadene el encadenamiento, buen desencadenador será. Ya tenemos un galimatías más, al que el ministro de economía ha prestado mucha atención en redes sociales. Se ve que tiene poco que hacer.

Conviene recordar que el término encadenamiento fue acuñado por Díaz Canel, por primera vez, al referirse a las dificultades que se observan en la economía cubana para que los procesos productivos permitan la integración de todos los actores de la economía. Esa integración ocurre en todos los países del mundo en los que existe economía de mercado libre y derechos de propiedad, sin embargo, en Cuba es inexistente, a pesar de la planificación central de la economía, y además, supone un obstáculo al desarrollo de la nación, su productividad y eficiencia.

Entrando en materia, el artículo se refiere a una serie de experiencias en Isla de la Juventud desarrolladas por un académico que utiliza las políticas de Ciencia y Tecnología para incorporar la innovación como elemento fundamental en el proceso de desarrollo económico. Una actuación en la que según este académico, los gobiernos locales deben jugar un papel fundamental para promover encadenamientos productivos como parte esencial de las iniciativas locales.

Es decir, en su opinión, la clave del desencadenamiento se encuentra en las políticas de desarrollo local, donde con una adecuada organización, regulación y funcionamiento planificado de los procesos se puede avanzar en el desarrollo de las fuerzas productivas, mejorar la productividad del trabajo y desarrollar la gestión del conocimiento.

¡Qué lástima! Este académico que sirve de gurú al ministro de economía, que ha retweeteado el artículo en varias ocasiones, se equivoca. El auténtico desencadenador de inercias y obstáculos, y a la vez encadenador de productividad, eficiencia y rentabilidad es el empresario privado. El dueño de una empresa es el único que tiene suficiente motivación para dedicar su vida, talento, creatividad y esfuerzos a la misma. Le va en ello, el éxito o el fracaso de su proyecto. La libertad de empresa consiste en eso, en acertar o fracasar. Por eso, no hay que buscar ventajas en la insularidad pinera, ni tampoco en las estrategias permanentes para el desarrollo local, y desde luego, se debe desconfiar de programas para “catalizar el desarrollo económico pinero”, con denominaciones, como “Programa de Desarrollo Territorial, el de Desarrollo Agropecuario y la integración de la Educación Superior”.

Sinceramente, estos planes no sirven para desencadenar nada. El ejemplo es que el desarrollo local es fuente de ineficacia, por cuanto al apostar por una dimensión pequeña, impide a los negocios alcanzar la escala técnica de producción en la que los costes son mínimos, y por ello, el beneficio el más elevado. A nivel local, los recursos escasean, sobre todo la mano de obra cualificada, pero también el capital. La vida de los negocios en tales condiciones, depende de las decisiones políticas basadas en criterios ecológicos, productivos y de la cultura local: la ganadería, la explotación forestal, la minería (arena sílice, mármol, oro, turba y caolín), el turismo (ecológico y de sol y playa), la apicultura, la pesca, el deporte, las aguas minero-medicinales que emanan de la autoridad burocrática local y no de los incentivos y la motivación empresarial. Por ello, la rentabilidad pasa a segundo plano, y así, es normal que lleguen las quiebras.

Por el contrario, los encadenamientos entre empresas privadas son el resultado de decisiones libres, basadas en la confianza, la certidumbre y la cooperación entre iguales, que identifican oportunidades de negocios rentables para crecer. Los inventos planificadores sobran. Dos empresarios pueden desencadenar muchos más efectos positivos en términos de valor añadido y empleo, que varios gobiernos locales trabajando bajo directrices burocráticas que suelen ralentizar los procesos, convierten en interminables los planes de ejecución y acaban llegando tarde, cuando las oportunidades pasan definitivamente.

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