¿A quién le importan los inventarios en la economía castrista?
Elías Amor Bravo, economista
No cabe duda que uno de los ejemplos más
evidentes de la deficiente gestión de la economía estatal castrista
se encuentra en los inventarios acumulados en los almacenes. Mientras
miles de cubanos se quejan de no encontrar en los puntos de venta los
productos que necesitan para satisfacer sus necesidades, dentro, muy
cerca en ocasiones, en los almacenes, se acumulan los inventarios sin
que nadie sepa ni lo que hay en cada momento, ni tampoco lo que puede
haber. De esta cuestión se ha hecho eco el diario oficial del
régimen, Granma.
La llamada “revolución” se despreocupó por
este tipo de cuestiones, alegando que las mismas habían sido
ejecutadas en el pasado por personas sin escrúpulos, los llamados
“intermediarios”, que recibieron su castigo por los
revolucionarios expropiando sus comercios y negocios, condenándolos
a la miseria o al exilio. Corrían tiempos nuevos, de ponerlo todo
patas arriba sin preocuparse por las consecuencias nefastas del
modelo comunista. Pasó el tiempo. Y no fue hasta diciembre de 2016,
hace dos días, que Ricardo Cabrisas, desde su cargo de ministro de
economía y planificación, se acordó de la necesidad de hacer un
uso eficiente de los inventarios acumulados. Curiosamente, ese mismo
año, las cifras de la Oficina Nacional de Estadística e Información
anunciaban que 23.400 millones de pesos se encontraban como
“inventarios acumulados”. Asombroso: casi el 30% del valor del
PIB de la economía castrista.
¿En qué consisten esos inventarios? Básicamente,
se trata de mercancías para la venta, incluyendo materias primas y
todo tipo de materiales, así como partes y piezas de repuesto,
producción acabada, pero también en proceso, a las que la dinámica
del sistema, ineficiente y poco orientado a dar respuesta a las
necesidades de los clientes, presta poca atención, por no decir,
ninguna. De la noche a la mañana, los “actualizadores”
de la economía castrista han descubierto la importancia que tiene
“la atención priorizada a dichos inventarios y a su tendencia
creciente”, empeñándose de manera obsesiva en “lograr los
propósitos del Plan y el Presupuesto aprobados para el año en
curso, e ir creando las condiciones del desempeño futuro”.
Como casi siempre que ocurren problemas de estas
características, el régimen a través del ministerio de economía y
planificación, implementó un “grupo de trabajo
multidisciplinario, compuesto por representantes de los ministerios
de comercio exterior, finanzas y precios, comercio interior,
ciencia, tecnología y medio ambiente y la ONEI, para atender, desde
la planificación y el control, este proceso”. Las
principales actuaciones iniciales consistieron en una revisión de
las normativas vigentes emitidas al respecto, tanto en su concepción
teórica como en su cumplimiento.
De ese modo, la mayor parte del trabajo se centró
en “modificar las resoluciones que establecen las indicaciones
metodológicas para el control del Plan 2017 y para la elaboración
del Plan 2018, las cuales carecían de información precisa en aras
de lograr el empleo adecuado de los inventarios y que estos
constituyan fuente del plan de la economía”. Aunque parezca
increíble, nadie sabía muy bien qué hacer y cómo con estos
inventarios que representan el 30% del PIB. Como si la economía
castrista estuviera sobrada de cosas. La dejadez y el desinterés no
podía ser más absoluto, confirmando que la ausencia de incentivos y
estímulos en la gestión de la economía es, sin duda alguna, uno de
los factores que la mantienen postrada.
Posteriormente a alguien se le ocurrió que estas
modificaciones en la gestión de los inventarios debían enviarse a
todas las entidades, e incluso, presentarlas durante las sesiones de
una Feria de Negocios, con amplia representación de todos los
actores de la economía. En la misma línea dirigista e
intervencionista que domina la economía castrista, se realizó una
selección de 32 Organizaciones Superiores de Dirección, cuatro
Consejos de la Administración Provincial y dos Organismos de la
Administración Central del Estado, para revisar la situación de los
inventarios al cierre del primer trimestre de este año.
El examen realizado puso de manifiesto lo mal que
se hacen las cosas, y lo que es peor para el régimen, el
incumplimiento de las órdenes y la indisciplina, como “la entrega
de la información estadística y la solución a problemas
relacionados con la calidad”. Tremendo. A todo ello se añadieron deficiencias en el Plan
2017 de las cuentas de inventario que no se correspondía, en algunos
casos, con los niveles de actividad planificados para el periodo, y
en ocasiones, el indicador que definía su rotación no se
correspondía con las características de la labor realizada.
Conocidas son las deficiencias de la planificación en la economía
castrista, de ahí que también en este ámbito aparecen problemas de
compleja solución.
Al final, los resultados del control realizado por
el Ministerio, confirmaron lo que ya se sabía, “que aún no es
suficiente lo hecho, que urge el actuar responsable de todos para
garantizar que los inventarios se gestionen eficientemente, desde la
elaboración del plan hasta su ejecución real, y que se consideren
como fuente de recursos antes de realizar nuevas compras”. Para
añadir, finalmente que en el escenario actual, y en cualquier
contexto, “el conocimiento de los inventarios constituye una
herramienta para la planificación y la toma de decisiones”.
Cuando comenté estas cuestiones con un viejo
amigo que había sido propietario en Cuba, antes de las
nacionalizaciones comunistas, de una cadena de tiendas de ventas al
por menor de artículos de bricolage y para la construcción, que
contaba con un impecable modelo de gestión en los años 50 y que
todavía en nuestro tiempo, con los avances tecnológicos que
disponemos, no ha podido ser imitada, no pudo menos que sonreír,
con la mirada ausente. Su explicación estaba clara: los comunistas
cuando entraron en mi negocio, después de confiscarlo, no tenían ni
idea de lo que había que hacer. Después de 58 años, una larga
vida, siguen igual que el primer día. Yo se lo advertí a aquellos muchachos barbudos, pero no me
hicieron caso. ¿A quién le importa los inventarios en aquella
economía? La vida ha sido generosa conmigo: me ha permitido
confirmar lo que ya sabía.
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