Cabrisas y la "tensión" de la economía castrista
Elías Amor Bravo, economista
Tantas veces lo dicen que al final se lo acaban creyendo. Los hechos no
admiten dilación. La economía cubana no remonta y según las previsiones
oficiales, “el desempeño económico durante el segundo semestre también será
tenso”, utilizando las palabras de Ricardo Cabrisas, vicepresidente del Consejo
de Ministros y titular de Economía y Planificación. Granma se ha hecho eco de
esta información con detalle. En Economía, el término “tenso” puede significar
muchas cosas, ninguna buena. Estamos acostumbrados a que el régimen castrista
oculte los datos macroeconómicos de coyuntura, o tal vez, ni siquiera está en
condiciones de elaborarlos con la estadística oficial, de modo que tenemos que
fiarnos de las conjeturas de un ministro para saber en qué punto del ciclo se
encuentra una de las economías peor gestionadas del mundo.
El análisis de Cabrisas identifica como factores explicativos de la
situación de recesión en que se encuentra la economía cubana, los siguientes: “primero,
la deficiente desagregación del plan y su concepción con reservas; segundo, el
desvío de combustible; tercero, la mala gestión de los inventarios y su
tendencia creciente”. Estos factores están haciendo difícil lograr el “cumplimiento
del plan de la economía durante el primer semestre del 2017”, junto a “las
tensiones afrontadas durante el año anterior”. Este diagnóstico se complementa
con un mensaje poco creíble, que insiste en que “a través del esfuerzo
mancomunado de todos, se ha podido detener el deterioro de la economía”.
Cualquier titular de economía habría presentado su dimisión o, en caso de
afrontar este tipo de explicaciones ante un parlamento democrático con
representación plural y libre, habría sido reprobado por incompetente. Porque
salvando los aspectos del entorno internacional, que ahora son a nivel regional
mucho más favorables, como ha destacado recientemente la CEPAL, el resto de
factores que explican la “tensión” de la economía castrista son consecuencia de
una deficiente, muy deficiente gestión de la política económica, y lo que es
peor, la ausencia de un sistema de instrumentos alternativo, capaz de afrontar
esos problemas y darles solución.
Como consecuencia de esa inacción deficiente o pasiva, el ministro es el
único responsable de que “el esfuerzo que es preciso realizar en el segundo
semestre resulta enorme porque para este periodo ya pasó la temporada alta del
turismo y concluyó la zafra. Por eso, todos tenemos que trabajar para
garantizar los ingresos por exportaciones y el uso racional del combustible,
asuntos que aún constituyen asignaturas pendientes”, empleando sus propias
palabras. Alguien tendría que haberle preguntado por qué ni el turismo ni el
azúcar representan ingresos suficientes para equilibrar el sector externo de la
economía y si el ministro dijera la verdad, se podrían obtener explicaciones
acuradas para los desequilibrios internos que afronta la economía castrista:
una caja de sorpresas absolutamente fuera de control.
Coincido con Cabrisas, además, que “todos estos problemas no pueden ser
resueltos en el corto plazo”. A lo mejor para ello han elaborado ese infumable
documento del plan estratégico de 2030 o la conceptualización de unas cosas
llamadas lineamientos, que nada tienen que ver con el tipo de política
económica que necesita una economía como la cubana que debe cerrar para siempre
una etapa de fracasos ideológicos, que nadie, en este momento, está en
condiciones de garantizar o respetar en la globalización.
Lo peor es ese empeño en no querer tomar las decisiones necesarias para
salir adelante. Cabrisas tiene que darse cuenta que “las prioridades señaladas
por la dirección del país” ya no sirven y que tiene que empezar a pensar que
ese modelo debe ser sustituido por otro participativo y de consenso en el que
la opinión y la posición de los nuevos sectores emergentes de la economía,
vayan dejando su impronta. Tal vez si escuchase a estos sectores descubriría,
con sorpresa, que las políticas castristas de impulso al turismo, la ejecución
de proyectos de fuentes renovables de energía, o las inversiones extranjeras,
no tienen mucho sentido y pueden ser notablemente mejoradas con nuevos diseños
más modernos.
Además, los cubanos deberían saber que el mantenimiento de las políticas
sociales en materia de salud, educación y asistencia social, que impactan
directamente en la población, podría estar más que garantizado si el régimen,
en su diseño fiscal, dejase de apoyar con subsidios a las numerosas empresas
estatales ineficientes e improductivas, que necesitan un giro de 180º para
sobrevivir. El futuro de las conquistas de la llamada revolución depende del
desarrollo de las actividades emprendedoras en el ámbito privado. El ministro
lo sabe, pero calla.
El ministro se extendió en el paradigma del “orden y disciplina” que tanto
agrada a la dirección política del país, y así consumió buena parte de su
tiempo hablando de “la fiscalización hecha por los diputados a 2.225 centros,
distribuidos en los 168 municipios del país, que confirmó irregularidades en el
dominio e implementación de los documentos rectores, incumplimientos de los
ingresos por exportaciones, la sustitución de importaciones, así como
insuficiencias de combustible, en la gestión de inventarios y la ejecución de
las inversiones”. En estas visitas se detectó lo que es más que evidente,” la
eficiencia empresarial es una problemática a atender de manera diferenciada,
pues se identificaron entidades que incumplen sus planes de producción y
ventas, planifican utilidades y obtienen pérdidas y, por consiguiente, realizan
pagos sin respaldo productivo”, señala la nota de Granma.
La pregunta es, ¿pero es que
alguien ha pensado alguna vez que la economía funciona de forma diferente?
Precisamente de ese juego combinado del éxito y fracaso es donde surge la
transformación revolucionaria de la economía de mercado que necesita cuanto
antes la economía cubana, postrada en un modelo de base autárquica y diseño
estalinista que no se adapta a los cambios de nuestro tiempo.
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