Las consecuencias económicas de Ian (2ª parte)

Elías Amor Bravo economista

Poco a poco los dirigentes del régimen están cambiando el discurso relativo a los efectos de Ian a su paso por la Isla. Y así, de un triunfalismo propagandista de los primeros momentos, se está pasando a un nuevo escenario más pesimista que ha llevado nuevamente a Díaz Canel de visita a Pinar del Río. 

Ahora la prensa estatal describe con detalle el “panorama desolador que dejó a su paso el fenómeno meteorológico más violento que haya azotado a Vueltabajo en los últimos 14 años”, es decir, incluso se atreven a otorgarle esta posición por la fuerza y los efectos devastadores en vidas humanas y objetos materiales.

Y lo mismo que en la visita anterior a Vueltabajo, Díaz Canel volvió a mostrar su preocupación por los daños causados a la actividad tabacalera, principal rubro exportable de la agricultura cubana. La producción de alimentos, obviamente, pasa a un segundo plano y aunque no se informa de ello, se habrá visto muy afectada, sobre todo las cosechas estacionales.

La alarmante preocupación de los dirigentes por el tabaco, ha dado entrada al desconocido Marino Murillo, que tras el fracaso de la tarea ordenamiento, fue recompensado con el cargo de presidente del grupo empresarial Tabacuba. Este hombre parece que le persigue el desastre donde quiera que mete las narices. Primero, con la economía nacional en grave crisis desde la tarea ordenamiento. Y ahora, con el tabaco. 

Su mensaje a Díaz Canel ha sido preocupante, y dijo que “se trabaja intensamente para tratar de salvar las hojas de cosechas anteriores que se encontraban en almacenes, escogidas, despalillos y otros depósitos, y que, a pesar de las medidas adoptadas para su protección, se mojaron”. Mucho nos tememos que todo eso se perderá, millones de dólares en exportaciones de un producto que, además, tiene acuerdos con numerosos distribuidores internacionales a los que no les va a gustar la falta de mercancía.

Por si no fuera poco, Murillo dijo que “también es muy seria la situación de las casas de cura natural y de cura controlada”, y en una frase trató de resumir las afectaciones a una infraestructura imprescindible para la calidad del tabaco en municipios estratégicos como Pinar del Río, San Juan y Martínez y San Luis. En concreto, dijo, “no nos quedó una sola en pie. Hasta las más nuevas que teníamos se las llevó el ciclón”.

Menudo panorama el que ahora se abre para los dirigentes. Tal y como informó Murillo, “en el caso de las casas de cura controlada se trabaja en la recogida del equipamiento, para volverlo a utilizar, pero su construcción es más compleja y costosa, y por tanto demandará más tiempo”. ¿Más tiempo? ¿Cuánto? Seis meses, un año. Y el cumplimiento de los contratos internacionales, ¿qué? ¿de dónde va a salir el tabaco? ¿Cómo se pueden tomar las cosas de esta forma tan irresponsable? ¿quién pagará los incumplimientos?

Mucho nos tememos que todo se acabará perdiendo, y no dirán nada cuando ocurra el desastre. Por otro lado, para atender las necesidades de la siembra de la campaña 2022-2023, que debería comenzar el próximo 20 de octubre,  Murillo informó que “habrá que volver a levantar unas 6.000 casas de cura controlada en cuestión de pocos meses”. Una tarea definida como “doblemente ardua para la provincia, teniendo en cuenta que muchos de los trabajadores sobre los que recae la recuperación tabacalera, también tuvieron afectaciones en sus viviendas”.

Esa falta de personal para atender las necesidades tabacaleras se pretende resolver según Murillo, “trayendo brigadas de carpinteros de otros territorios”. Y aprovechó de paso la situación para reconocer que es “preciso buscar diseños más robustos para que este tipo de construcciones sean más duraderas y no haya que levantarlas cada vez que nos afecta un huracán”. Ah, ¿pero es ahora cuándo se da cuenta de ello? Ha habido 63 años para realizar esta tarea, por otro lado, conveniente. La pregunta es la misma siempre, ¿y en estos 63 años qué han hecho?

Al margen de la pérdida de las existencias de tabaco, el paso del ciclón ha causado daños en viviendas, infraestructuras, cultivos, vías de comunicación, sistemas de conducción de las aguas, nada nuevo cuando se trata de ciclones tropicales. Sin embargo, en esta ocasión, ha provocado un temido apagón nacional que sigue siendo origen de protestas sociales por todo el país que han llevado al régimen a sacar a paseo a las avispas negras, las fuerzas represivas de primer nivel. 

Los cubanos ven con preocupación que tras más de 48 horas sin electricidad sus escasos alimentos congelados se pierden y temen no poder volver a encontrarlos. La falta de electricidad afecta a la vida diaria de todos, los trabajadores, las empresas, los estudiantes, las amas de casa, los jubilados. El país entero está en apagón general, pero la prensa estatal aprovecha cualquier oportunidad para vender un mensaje de ilusión que solo está en la mente de los plumillas que redactan las informaciones.

Los cubanos saben que “de esto no se va a salir”, de forma fácil. De momento, las tareas de evaluación de daños siguen dando resultados en una fase inicial, muy tentativa como ocurrió con el rescate de la materia prima almacenada en una instalación del colectivo de la escogida V-13-26, en San Luis. La situación es más grave para las familias que lo han perdido todo, y que saben que tendrán que ponerse en cola para recibir algún alojamiento, y que eso tardará. El estado de la vivienda en Cuba es tan alarmante, que estas pérdidas provocadas por los ciclones acaban permaneciendo, y la gente no tiene más remedio que esperar, con paciencia. Las primeras estimaciones indican que en San Luis “cerca 85% del fondo habitacional, se ha visto afectado por el ciclón”. Difícil tarea es recuperar lo perdido.

Mientras tanto, el régimen se prepara para recibir ayuda extranjera de sus socios, Maduro o López Obrador. Raro es que no se hayan mostrado igualmente generosos otros países como España, Francia o Inglaterra, e  incluso, algunos vecinos del Caribe, como en ocasiones anteriores. No parece que la ayuda vaya a llegar, así que los comunistas cubanos han dado instrucciones para que, desde otros territorios de la Isla, partan brigadas de apoyo para contribuir a la recuperación en distintos sectores como la electricidad y las comunicaciones.

En vez de contar con dispositivos eficientes para luchar contra situaciones de emergencia, como ocurre en otros países, que llegan incluso a crear unidades especializadas del ejército para afrontar estas crisis, la solución de Díaz Canel, como buen comunista, es la “movilización popular” y en esta ocasión ha pronunciado la palabra “revolución” más que en otras anteriores como si el cordón umbilical que le ata a este proceso se hubiera vuelto a llenar de sangre. 

Mal asunto, la revolución de la que habla Díaz Canel y a la que implora ayuda, puede hacer bien poco por Cuba y los cubanos, porque está agotada, obsoleta y como se está viendo, es incapaz de hacer frente a las consecuencias de un ciclón. Esa revolución, ya se ha comprobado, no sirve para resolver los dos problemas urgentes en este momento: la vivienda y la comida, y de paso volver a generar electricidad de forma normal.

Al final, como reconoce Granma, “Ian no ha sido el fenómeno meteorológico más intenso que haya atravesado Vueltabajo, pero su recorrido a paso lento sobre la zona más poblada de la provincia, junto a sus vientos de más de 200 kilómetros por hora, lo ubican entre los más destructivos”. Una de cal y otra de arena, para no meter la pata cuando se revisen los archivos de las hemerotecas.

La revolución no conseguirá borrar las huellas de este desastre, y Pinar del Río tendrá que levantarse por sus propios medios del desastre en que se encuentra. Desde el régimen poco o nada pueden hacer.

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