Las inversiones realizadas por el régimen en Cuba no sirven para activar la economía

Elías Amor Bravo economista

La publicación reciente de ONEI titulada “Inversiones, indicadores seleccionados” en el período del primer semestre de 2022 concluye que en el mismo, las inversiones alcanzaron un importe de 31.672,2 millones de pesos, con un aumento del 41% respecto al mismo período del año anterior, cuando las inversiones se situaron en 21.823,2 millones de pesos. Un crecimiento significativo que, no obstante, se tiene que ponderar y someter a discusión. Este es el objeto de esta entrada del blog.

Hay que tener en cuenta que la entrada en vigor de la tarea ordenamiento en 2021 trastocó las variables monetarias antes de esa fecha, con la desaparición del CUC y la unificación del peso cubano, con los correspondientes ajustes de precios y salarios. Esto quiere decir que esta publicación es la primera que permite comparar magnitudes monetarias posteriores a la tarea ordenamiento, y de ahí su interés con diversas cuestiones que merecen ser analizadas.

Por ejemplo, con el comportamiento de la inflación que sacude a la economía cubana en los últimos años, las magnitudes monetarias se tienen que deflactar, es decir, corregir del efecto de los precios, para determinar el valor real de las mismas. Antes de 2021 la inflación en la economía cubana era baja, pero la entrada en vigor de la tarea ordenamiento disparó la tasa interanual en aquel año un 77,2% desconocida en los registros históricos.

Esto significa que no tienen el mismo valor los pesos de 2021 que los de 2022 si la inflación anual en el primer semestre de 2022 se situó en el indicador del IPC (único disponible) en un 30%. La inflación continua y por ello, para obtener el valor real del crecimiento inversor en el primer semestre de 2022, se tiene que dividir el crecimiento nominal, el 41%, por el experimentado por los precios, 30% y entonces, ocurre que las inversiones aumentan con relación al año anterior, pero poco más de un 10% que sigue siendo una magnitud importante, pero inferior a la ofrecida por la ONEI. Y desde luego, insuficiente para atender las necesidades de la economía cubana.

No aportar la valoración real de las magnitudes, sin la correspondiente deflactación de las mismas, es un error de ONEI, que debería incluir en sus estimaciones los datos nominales y reales, como hacen otros servicios de estadística en países afectados por elevada inflación.

Teniendo en cuenta ese aumento del 30% de los precios al consumo, como medida de la conversión de las variables nominales en reales, se tiene que, por ejemplo, que al comparar la evolución de la inversión en los distintos componentes, como construcción y montaje, equipos y otros, resulta que en la primera el aumento nominal fue de un 38% (un 7% en valores constantes).

En el segundo componente, el aumento nominal fue de un 50% que corregido del efecto de la inflación fue de un 20% y en el tercer caso, el aumento nominal de un 48% se queda en otro 18%.

Este comportamiento de los tres componentes de la inversión trae consigo que la distribución o peso de los mismos en el total se mantenga casi estable, aumentan la construcción y montaje y el componente de otros, pero se reduce la inversión en equipos en términos de participación en el total. Un diseño poco adecuado para atender las necesidades que tiene la economía cubana.

Otra sorpresa procede de la distribución territorial. Los datos indican una notable reducción de la participación de La Habana en el total, que cayó de un 63% en 2021 a un 56% en 2022. La pérdida significativa de inversiones en La Habana se canalizó a otras provincias como Mayabeque, donde la inversión se multiplicó por 5, o a Santiago de Cuba y Holguín, donde los aumentos fueron inferiores, pero con niveles más elevados. En general, la mayoría de las provincias aumentaron su participación en el total, excepto La Habana donde se produjo este ajuste. Tal parece que las autoridades han querido realizar una política de inversiones compensatoria de los profundos desajustes territoriales que existen.

La publicación ofrece igualmente datos de inversión por actividades económicas, y de nuevo, se destaca la concentración, pero con tendencias a la baja y el alza. Es el caso de Servicios empresariales e inmobiliarios, que con un 33,8% del total vuelve a ocupar el primer puesto de las preferencias inversoras del régimen, pero como ocurrió en La Habana, presentó una tendencia a la baja ya que en 2021 el porcentaje alcanzó un 40,6% del total. Lo que pierde Servicios empresariales, lo ganaron la industria manufacturera, que pasa del 13,4% al 18,7% del total, o el Suministro de electricidad, del 6,9% a 8,3%.

Descendieron su participación en las inversiones, la Explotación de minas y canteras, del 12,7% al 7,5%. Los servicios de salud y educación, cultura, administración y defensa parecen estables en la comparación de los dos años, y otro tanto ocurre con la agricultura, que sigue sin atraer inversiones.

El diseño inversor que se desprende de este informe de ONEI apunta a un escenario de continuidad en el que se innova poco y lo que se invierte sigue unos formatos rígidos y burocráticos adaptados a la naturaleza intervencionista del régimen. Nada adecuado para lo que necesita la economía cubana para prosperar.

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