La inversión extranjera en Cuba: de política estatal a política de estado

Elías Amor Bravo economista

En Argentina, otra vez, Díaz Canel volvió a hacer lo mismo que durante la gira a Argelia, Turquía, Rusia y China: cargar sobre sus espaldas el éxito de los proyectos de negocios empresariales que se vayan a establecer en Cuba. En este caso, digamos, el fracaso.

Si existe un ámbito de la política económica en el que se debe separar claramente el poder político de la decisión empresarial, ese no es otro que la inversión extranjera. Al fin y al cabo, las experiencias de buenas prácticas en este ámbito indican que los gobiernos deben encargarse de crear condiciones del entorno jurídico, económico y social adecuadas para el desarrollo de las operaciones de capital, y son realmente las empresas las que se encargan de ejecutar los procesos cuando aprecian que ese entorno es el adecuado. Es por eso que el éxito de las políticas de atracción de inversión extranjera pasa por convertir estas en políticas de estado, y nunca en políticas estatales.

El rol que se empeña Díaz Canel de desempeñar, como líder, promotor y ejecutor del capital extranjero en Cuba tiene sus días contados. La política estatal está acabada. Cuando se pregunta por qué la Ley 118 ha sido un fracaso desde 2014, uno de los motivos principales se encuentra en ese exceso de protagonismo que la política estatal, la burocracia, la regulación, mantiene sobre las empresas. Y que plantear proyectos de desarrollo conjunto, como una alternativa para la inversión extranjera, solo conduce a resultados deficientes sin que se aprecien los beneficios que se derivan de esta actividad, que son muchos y muy destacados. 

En Buenos Aires se volvió a poner de manifiesto la tesis comunista de política estatal de inversión extranjera de Díaz Canel ante un grupo de empresarios argentinos, invitados por la cancillería cubana a escuchar al dirigente máximo del régimen. Allí se congregaron empresarios de sectores como la industria, la alimentación, la biotecnología y el turismo, de los que Cuba está, sin duda, necesitada. Y en ese escenario se volvieron a repetir los mismos mensajes de 2019, aclarando que “el propósito de Cuba y el empresariado de Argentina, no solo ampliar sus vínculos de cooperación, sino además consolidarlos y trabajar para solucionar todo aquello que pueda constituir un freno para su desarrollo”. ¿Alguien sabe si desde 2019 se ha producido esa mayor inversión de Argentina en Cuba? No hay datos, pero no parece que el país austral se encuentre entre los que destinan capital extranjero a la Isla.

Cuatro años después las relaciones económicas entre los dos países siguen a nivel de cero, o de bajo cero, si se cuentan los proyectos e iniciativas. Y ello, pese a que Argentina ha tenido gobiernos de izquierdas que, en principio, se supone que procuran mejores relaciones con la Cuba que se resiste a dejar de ser comunista. Ni siquiera en el ámbito tan urgente para Cuba de la producción de alimentos se ha llegado a ningún acuerdo.

Dicho de otro modo, la reunión de Díaz Canel con los empresarios argentinos tiene sentido si se sitúa en una perspectiva ideológica. Que los cubanos de a pie, no se engañen. Con lo que logre el dirigente comunista en Argentina no van a comer. Se hablará mucho de potenciar las relaciones comerciales y productivas entre los dos países, y de la importancia de las relaciones y de los proyectos, y un sinfín de temas y de halagos más en un tango que no parece tener final, pero concreciones, ninguna.

De hecho, los proyectos de inversión que están en marcha, como el fomento del mercado mayorista y la producción de alimentos balanceados, no parece que estén dando resultado, y que otras oportunidades siguen en el cajón a la espera de otras condiciones más favorables. Por no haber, las comunicaciones aéreas de Cuba con Argentina son un límite al desarrollo del turismo, y pese a que Aerolíneas Argentinas da el servicio, no parece suficiente. Por ello, Díaz Canel dijo que se espera que pronto se reanuden las operaciones aéreas de Cubana de aviación, pero ya se sabe, cualquier cosa puede ocurrir.

Es decir, en la reunión de habló mucho de ampliar proyectos, consolidar otros y diversificarlos, pero concreciones de proyectos empresariales basados en la inversión extranjera, nada. En tales condiciones, Díaz Canel lanzó alabanzas hacia la cooperación, el intercambio político y el económico y comercial, de modo que la política estatal volvió a ocupar el primer puesto. Materias que, al parecer, han tenido vitalidad incluso durante la pandemia y que, si no han avanzado más, ha sido, obviamente, por culpa del embargo/bloqueo, que siempre tiene que salir en estos foros.

Una cooperación que, según Díaz Canel, se ha desarrollado en el programa de soberanía alimentaria y nutricional y en el de desarrollo agropecuario, pero los resultados han debido ser poco favorables, viendo los problemas de los cubanos para comer todos los días.

La cooperación entre los gobiernos ha funcionado, según Díaz Canel, en temas, como el desarrollo conjunto del turismo, el uso de medicamentos cubanos, la cooperación en cuanto a la biotecnología y la industria biofarmacéutica y otros, pero sería conveniente la referencia a algún resultado concreto en esta larga lista de referencias.

Se tiene la sensación de que lo que se ha hecho, responde más a la iniciativa política de los dos gobiernos, que, a una voluntad empresarial de fortalecer las relaciones de intercambio económico, comercial, de cooperación y de colaboración. La acción política, tratando de dirigir la actividad empresarial, es una vía errónea para incrementar las operaciones económicas, y los resultados están a la vista. Ni siquiera cuando el signo político de los gobiernos es el mismo, suele dar resultados.

Díaz Canel debería saber que ese liderazgo que asume en la promoción de los negocios en la Isla no es buena cosa. Ni siquiera Macron hace las cosas de esta manera. Los empresarios son los que deben realizar los acuerdos bajo la marca paraguas del gobierno/estado, y con una política de estado, que no estatal, dirigida a la acción y promoción de los negocios extranjeros, en la que la responsabilidad e iniciativa recaiga en las empresas y no en el ámbito político. Echar un vistazo al modelo de República Dominicana no estaría mal.

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