El buen ejemplo del tabaco cubano


 Elías Amor Bravo, economista
Se asombran en Granma que el tabaco cubano “no crea en el bloqueo” y que incluso, en medio de las graves dificultades del COVID19 continúe siendo un capítulo importante de la economía. Normal. Yo añado que, a pesar de las cuantiosas campañas internacionales contra el hábito de fumar y las cargas tributarias que los países aplican al tabaco en sus precios, el éxito del tabaco cubano es más que evidente. Incluso ha sobrevivido al régimen castrista, lo que añade más mérito aún.
Alguien en el régimen de La Habana debería tomar buena nota de ello. Sin embargo, en Cuba lo que abundan son ejemplos de fracasos. Fidel Castro, por decisión propia y equivocada, acabó poniendo fin al sector del azúcar cubano a comienzos de este siglo. En aquel momento, sostuvo que la decisión estaba motivada por el abandono de la industria tras décadas de falta de inversiones, atención y organización empresarial. El comunismo castrista quiso olvidar el azúcar, y después de la fracasada cosecha del millón de toneladas de 1969, decidió apartarlo para siempre de la historia de la economía y cultura cubanas. Lo consiguió. La consecuencia es que en 2020 Cuba importa azúcar de Brasil para atender su demanda interna, con cosechas inferiores a las que se obtenían en tiempos de la colonia.
Con el tabaco no se atrevieron. Las vegas pinareñas han resistido la destrucción económica del régimen comunista, y aportan alrededor de 270 millones de dólares en exportaciones. Esa calificación de “meca o cuna del tabaco” que reconoce a la provincia más occidental de Cuba está bien lograda.
Para alguien que nació en Santiago de las Vegas y que ha estudiado la historia de su pueblo, es conocido que ese tabaco excepcional de Vueltabajo de Pinar del Río tuvo su origen en Santiago, donde se produjeron en tiempos de la colonia revueltas sociales contra la metrópoli por su intervención en el sector.
Con independencia del origen, es evidente que las vegas de Pinar del Río, Consolación del Sur y una pequeña porción de Minas de Matahambre, han ganado el reconocimiento internacional como las mejores tierras para el tabaco en todo el mundo.
Parece ser que la resistencia veguera al destrozo general de la economía ocasionado por el régimen comunista tuvo mucho que ver con la manía obsesiva de Fidel Castro con el tabaco y el hábito de fumar puros. Dejando este tipo de cuestiones icónicas a un lado, de lo que no cabe duda es que el sector resistió y ha conseguido llegar a nuestro tiempo con una relevancia que lo separa notablemente de otras producciones históricas de la Isla.
Pienso, por ejemplo, en aquella locura deFidel Castro a mediados de los años 60 para cosechar café en el cinturón de poblaciones de La Habana, una de ellas la que yo vivía. Un fracaso. Por suerte el tabaco exige clima y suelo especiales para su cultivo y aquellos alardes no fructificaron, ni siquiera como planteamiento. El tabaco, además, exige una alta cualificación de la mano de obra, y ahí reside también una parte de su éxito.
De modo que el tabaco cubano puede estar bloqueado por Estados Unidos, donde conozco a consumidores que se mantienen fieles a las vitolas cubanas, pero cuenta con un amplio y extenso mercado en numerosos países del mundo, 150 dice Granma. Poco importa el bloqueo. Lo mismo que podría ocurrir con cualquier otro producto fabricado en la Isla si tuviera interés, calidad o aceptación, como el tabaco. Esto es lo que realmente debe preocupar si se quiere proyectar a la economía cubana a nivel mundial. Además, el tabaco cubano ha sido capaz de sobreponerse con éxito a las campañas antitabaco que los departamentos de sanidad de estos países desarrollan. Acciones que se podrían calificar como un mini bloqueo, que, sin embargo, no consiguen alterar la demanda de los consumidores.
O qué decir, por ejemplo, de la increíble fiscalidad que algunos gobiernos colocan sobre el tabaco, elevando artificialmente los precios. No hay problema, el consumidor paga lo que sea por disfrutar del placer del habano. Sinceramente, estas y no otras, son las condiciones que se deberían estudiar en Cuba para utilizar el tabaco como referencia de la economía, ya que ni siquiera durante la compleja situación creada por el COVID19, la producción de tabacos exportables se detiene.
Lo mejor de todo es que los tabaqueros cubanos no necesitan las arengas y advertencias de Machado Ventura sobre la necesidad de “seguir potenciando todo aquello que genere exportaciones, y en concreto, el tabaco es uno de los renglones fundamentales para el país”. Los tabaqueros lo saben, porque de ellos depende el 70% de las exportaciones de la agricultura cubana.
El éxito del tabaco no se explica solamente por su calidad, aceptación y prestigio internacional. Si se analiza el modelo y la organización productiva que impulsa esta actividad en la zona tabacalera de Vueltabajo (San Juan y Martínez, San Luis, Pinar del Río y Consolación del Sur), se puede observar que, a diferencia de otras zonas del país, la intervención estatal en la producción e incluso la comercialización, nunca alcanzó los niveles de control y dirección que tuvo en otras zonas u producciones.
Desde los comienzos de la revolución comunista, cuando se produjeron las nacionalizaciones y confiscaciones a los legítimos propietarios de los campos de cultivo, los profesionales altamente cualificados que trabajaban las tierras mantuvieron un liderazgo productivo y empresarial no observado en otras actividades agropecuarias. Los diseños modernos de organización, como el Grupo Empresarial Tabacuba, han establecido un formato de relación entre la producción, la distribución comercial y la exportación, que se ha mostrado como eficiente, facilitando el acopio de insumos y medios de producción. Incluso los acuerdos con empresas extranjeras que han invertido en el sector, han alcanzado unos resultados positivos.
El régimen comunista hará bien trasladando este modelo de organización a otras actividades agropecuarias. El único problema del tabaco es que su siembra y recolección tiene lugar en una zona muy concreta que, por otra parte, no es conveniente aumentar de superficie, para mantener esa denominación de origen que garantiza un producto de la mayor calidad. Esto es lo que una economía debe hacer para fijar su posición en la división internacional del trabajo. El tabaco da una lección al resto de la economía cubana. Permite exportar, obtener divisas y satisfacer una demanda interna.

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