¿Es culpable el embargo/bloqueo de Estados Unidos de los males de la economía cubana?
Elías Amor Bravo, economista
En este Blog condenamos enérgicamente
el acto de violencia ocurrido en la madrugada del jueves contra la embajada de
Cuba en EEUU. No puede ser de otro modo, porque este tipo de actos de violencia
merecen la reprobación de todos. El gobierno del presidente Trump ha condenado
igualmente el atentado y la eficaz policía estadounidense ya ha detenido al
autor y puesto a disposición de la justicia.
Mientras tanto, en La Habana el
ministro de exteriores, Rodríguez, no perdió ni un solo instante para hacer
leña del árbol caído, calificando, en un primer momento, el suceso como "acto
terrorista" aprovechando la desinformación inicial en estos casos. Al mismo
tiempo, convocaba a la diplomática de Estados Unidos en La Habana, Mara Tekach,
para expresar su “más enérgica protesta”. Era obvio que el régimen castrista,
en vez de calmar la situación, andaba buscando un argumento para cuestionar con
la máxima dureza, por enésima vez, el embargo o bloqueo como el causante de
todos los males de Cuba, llegando a acusar a la policía de Estados Unidos de lentitud
en el esclarecimiento de los hechos. En lo que se puede calificar como una inadmisible
injerencia en los asuntos internos de un país, por parte del responsable de la
diplomacia.
Mientras que todo esto ocurría en
La Habana, la Policía metropolitana de Washington identificaba a Alexander
Alazo, de 42 años, ciudadano residente en Aubrey, Texas, como presunto autor
del tiroteo contra la Embajada. El presunto atacante "fue arrestado por
estar en posesión de un arma de fuego y municiones no registradas, por asalto
con intención de matar y posesión de un dispositivo de recarga de alta
capacidad”.
Poco después, bajando el tono, el
ministro Rodríguez declaró que "no hubo daño para el personal de la
misión, el cual se encuentra seguro y protegido, pero sí deterioros materiales
para el edificio, resultantes del impacto de los disparos". Nada que no se
pueda arreglar.
De este suceso tan solo cabe
esperar que la policía y la justicia cumplan con su trabajo y depuren
responsabilidades, ofreciendo la máxima y transparente información sobre lo ocurrido,
que seguro se producirá. Desear igualmente que este tipo de actos de violencia
no se vuelvan a producir, que se calmen los ánimos y se pueda entrar en un
marco de relaciones menos crispadas, que no tiendan a maximizar sucesos como
este, para convertir el contencioso entre Estados Unidos y Cuba en una guerra
sin cuartel.
En La Habana hay bastante gente
que vive de esto, desde los tiempos del derrumbe del muro de Berlín y la desaparición
de la URSS y sus subsidios al régimen comunista cubano. Antes de esa fecha, el
asunto del embargo o bloqueo estaba inexistente en las largas peroratas de
Fidel Castro, que en aquellos tiempos era el único “portavoz autorizado” del
régimen. Y si no, que busquen en las hemerotecas a ver si encuentran algo.
El contencioso empieza cuando Cuba
perdió de sopetón el apoyo soviético y se pensó por los dirigentes que, armando
una gresca en foros internacionales, y dossiers cargados de documentación mal
calculada, podían obtener algún tipo de reconocimiento. En Cuba no saben que en
un estado democrático de derecho la separación de poderes determina que los
gobiernos no pueden andar saltándose las leyes aprobadas por el parlamento,
como ellos hacen. En definitiva, que un compendio de legislación no se puede
incumplir sin más. Alguien debería explicar que en las democracias libres la ley
cambia con la ley, y eso exige voluntad política y social para hacerlo.
Los ataques del régimen al embargo
o bloqueo han arreciado últimamente, y ya cualquier problema en la economía
cubana, de los muchos que la acosan de forma continua, tiene su origen en el
bloqueo de Estados Unidos. La propaganda castrista ha conseguido aprobaciones
prácticamente unánimes en Naciones Unidas, declaraciones a favor de parlamentos
democráticos como el europeo, condonaciones generosas de deudas impagables, y
mensajes de solidaridad y apoyo de gobiernos del más diverso signo. Nadie sabe
muy bien para qué. Todos los países que apoyan al régimen social comunista de Cuba
mantienen relaciones económicas y comerciales continuas, promueven y realizan
inversiones, viajan sin límites, conceden préstamos y créditos, y así como
generosas ayudas a fondo perdido para el desarrollo entre otras.
Lo último sobre este punto es la
importancia que se da por algunos analistas al embargo o bloqueo sobre la crisis
de la economía cubana, situándolo al mismo nivel que el incumplimiento de los
suministros de petróleo por Venezuela, que, si es un grave problema para Cuba,
e incluso los efectos sanitarios provocados por la pandemia por el COVID19. Me
parece desproporcionado.
En términos cuantitativos la
influencia de Estados Unidos en la economía cubana procede sustancialmente de
las ayudas familiares de los cubanos americanos, en forma de remesas, o los viajes
(que no se pueden calificar de turismo) para llevar a la familia dinero, bienes
o cualquier tipo de servicio imposible de conseguir con los sueldos y pensiones
de Cuba. Otra parte es el comercio, sobre todo de alimentos, que ayuda a paliar
situaciones de hambruna provocadas por la improductividad de la agricultura.
Las posibilidades de desarrollar
este marco dependen de la capacidad de la economía cubana y, sobre todo, de la
voluntad política de los gobernantes. Dejando de lado el contencioso sobre las
confiscaciones de bienes y derechos de propiedad, lo cierto es que se consumen
horas pidiendo a Estados Unidos que ponga fin al embargo, pero luego en La
Habana impiden a los emprendedores por cuenta propia y agricultores
independientes comerciar libremente con dicho país. Este comercio no está prohibido
por ley ninguna, al contrario, recibe todo el apoyo de la Administración
presidencial, y, sin embargo, La Habana no lo autoriza. El embargo está más
cerca de lo que parece, o quizás, más lejos.
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