Cuba se despuebla, y el régimen mira para otro lado

Elías Amor Bravo economista

No hay peor forma de huir de los problemas que no afrontarlos. Granma publica un artículo titulado “El problema no es que envejece la población, sino que decrece” que, entre otras cosas, destaca que desde 1978 la fecundidad en la Isla no cubre la tasa de reemplazo de la población. Sin fecundidad es imposible que la población de un país crezca. ¿Es que ahora se dan cuenta?

Que las mujeres cubanas en edad de procrear no tengan planes inmediatos para la maternidad es algo que debería preocupar a los dirigentes comunistas, porque entraña graves riesgos de presente y futuro. En este blog lo hemos denunciado en numerosas ocasiones. Los cubanos rechazan la paternidad y/o maternidad: en ausencia de migraciones, Cuba se despuebla.

Las señales de alarma se encendieron a finales de 2020 porque la población se redujo, al nacer menos personas de las fallecidas, de acuerdo con las informaciones oficiales de la ONEI. El drama está servido. La población cubana se aleja de las tendencias registradas en las últimas décadas, al tiempo que el saldo migratorio es negativo y la esperanza de vida vuelve a crecer, salvando la influencia negativa de las víctimas del covid-19.

Si a Díaz Canel algún periodista le pidiera una valoración de esta situación, que trae consigo numerosos problemas para el crecimiento potencial del país, lo más probable es que lanzara duras críticas al embargo o bloqueo de Estados Unidos, sin asumir la responsabilidad directa de su gobierno.

La caída de la fecundidad tiene mucho que ver con la falta de expectativas de futuro de los cubanos, sobre todo, los más jóvenes y la notable desconfianza que existe en amplios sectores de la sociedad sobre la posibilidad de vivir un futuro de bienestar y calidad de vida. En suma, un futuro mejor para los hijos.

Esta idea reduce el número de hijos de una pareja. Miente quien intente comparar este comportamiento demográfico de Cuba con el que existía antes de 1959. Cierto es que la fecundidad cubana había experimentado cambios significativos hacia la modernidad a comienzos del siglo XX, pero en ningún caso los resultados eran tan sombríos y pesimistas como los actuales. Los cubanos de los años 50 tenían dos o tres hijos, y aseguraban el reemplazo poblacional. Además, Cuba en aquellas décadas tenía uno de los saldos migratorios más elevados de América Latina.

En 2021 Cuba se enfrenta a una elevada mortalidad y una muy baja fecundidad, con datos desconocidos en la historia y en otros países que han tenido más éxito en sus políticas de población. Al mismo tiempo, estos cambios se alimentan de continuos y cada vez mayores fracasos económicos del modelo social comunista, de un empobrecimiento general de la población, la crisis de oferta en la mayoría de los sectores, y la quiebra del estado intervencionista, incapaz de estimular el crecimiento de la población. 

Los expertos que afirman que Cuba se encuentra en una etapa avanzada de la segunda transición demográfica justifican su argumento diciendo que presenta indicadores de fecundidad y de mortalidad similares a los de países desarrollados de Europa. Simplemente se equivocan o no quieren reconocer la dura realidad del problema que afrontan. Cuba no se puede comparar con Noruega, Dinamarca, Italia o España. Nada que ver. Si se tiene en cuenta las condiciones socioeconómicas de los distintos países es evidente que el problema cubano va por otro sitio.  

Los mismos especialistas alegan que las causas del descenso demográfico en Cuba responden a las situaciones económicas, de vivienda, el patrón sociocultural, las características sociales y económicas del país en cada momento, la migración externa e interna, las altas tasas de divorcios y los problemas socioeconómicos individuales. Pero con ello no se puede explicar por qué hay casos de parejas jóvenes, con buenos empleos, casa propia, independencia familiar no quieren tener hijos. El asunto es complicado y obliga a evitar superficialidades.

¿Qué es lo que ha fracasado? Todo. No hay un solo aspecto económico, social, jurídico, cultura, social, de valores éticos, que apunte a que en Cuba se pueda revertir la situación, ni siquiera culpando de forma hipócrita a las mujeres de la caída de la fecundidad. Este es un problema de difícil arreglo, que va a exigir grandes esfuerzos colectivos para la superación de los déficits de población que se irán acumulando en los próximos años.

Y si la sociedad no tiene anclajes para dar solución a un problema de esta magnitud, que cada vez se va enredando más y más, la actitud del gobierno comunista de meter la cabeza bajo el suelo a la espera de que se arregle solo, no funciona. La táctica del avestruz puede acabar creando más problemas en el horizonte de los próximos años.  

En particular, las políticas de familia en Cuba, basadas en una enorme intrusión del estado en la vida familiar y de las personas, han sido un fracaso absoluto, y el proceso de destrucción económico y social de la isla se ha encargado del resto. La caída de la fecundidad en Cuba es el resultado más visible del fracaso de la acción pública del régimen. Peor aún es imaginar lo imposible, y de ahí caer en el más absoluto de los ridículos. Solo eso cabe pensar de la frase de Granma relativa a que “la baja fecundidad es también un efecto combinado de una sociedad con altos niveles de salud sexual y reproductiva y acceso a la anticoncepción, que reconoce la igualdad de derechos y oportunidad para las personas, representa un logro que aún está pendiente en muchos países de nuestra región".

Si esconder bajo tierra la cabeza es grave, más aún es actuar de forma irresponsable y con imprudencia en un asunto de gran impacto económico y social, con efectos sobre las generaciones venideras. Lo que parece evidente es que aquellos que tienen la responsabilidad de lograr un país de éxito, con una economía capaz de integrar los deseos de todos, son incapaces de afrontar el reto demográfico, y han tirado la toalla, pensando que con el tiempo es posible que todo cambie y se supere el statu quo actual. 

El régimen es incapaz de entender que sus políticas de apoyo a la población, intervencionistas, injerencistas, controladoras e intrusivas, simplemente no sirven. Ellos creen que lo que hacen es suficiente, y no quieren ver el desastre. Pero creer que esto se arregla priorizando la entrega de subsidios a las madres con tres o más hijos menores de 12 años para la construcción o rehabilitación de viviendas es un gran error. O que esta política se puede desarrollar mejor desde los territorios y no con una visión nacional, o que depende del estado de la vivienda, o de la atención del Ministerio de salud pública a las parejas infértiles, etc. etc. lo que hacen es despilfarrar recursos de un presupuesto estatal agotado. Y lo que es peor, recursos que no se evalúan en términos de su eficacia para conseguir los objetivos.

El problema es que dentro de un año la situación habrá empeorado, y el régimen seguirá “evaluando y analizando los temas relacionados con la dinámica demográfica como aspecto a priorizar para el desarrollo económico y social de la nación, así como el cumplimiento del programa de atención a este vital asunto”, pero es que ese tiempo ya llegó a su fin, y hay que actuar. Otro fracaso a la vista.

 

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