Las razones del fracaso de la economía cubana (I)

Elías Amor Bravo economista

El régimen comunista cubano acaba de publicar, año y medio después, las cuentas nacionales de la economía en 2020. Más vale tarde que nunca, diría alguien con optimismo. En realidad, ha pasado tanto tiempo desde entonces, que con seguridad, ir a tientas y sin una clara orientación, puede haber hecho tanto o más daño a la economía que la Tarea Ordenamiento, que viene marcando el paso desde el mes de enero pasado.

Las cuentas nacionales son un instrumento que, en todos los países, sirve para realizar un diagnóstico del estado de la economía, observando el comportamiento de las principales variables económicas. Pues bien, en Cuba esta tarea tan importante se adjudicó a la Oficina Nacional de Estadística, y cabe señalar, en primer lugar, que los datos son tan negativos y críticos, que la prensa oficial les ha dado la espalda y no los han citado.

Nosotros si lo haremos. No tanto para cuestionar lo que han realizado las autoridades responsables de la economía, sino con el objetivo de contribuir a ofrecer una visión alternativa de los hechos.

La variable fundamental agregada de las cuentas nacionales es el PIB en precios constantes, que mide la corriente de bienes y servicios producidos en la economía durante un determinado período de tiempo. Pues bien, en 2020, el PIB de la economía cayó, según la ONEI, un 10,9% con respecto al año anterior, en que la economía también había descendido un -0,2%. 

De estos datos, cabe señalar que hasta ahora el régimen (su ministro de economía, del que depende la ONEI) había estado ofreciendo un -12% como dato para el PIB en 2020, en tanto que la cifra de 2019 se mantiene sin cambios. 

Esa corrección de un punto menos de caída del PIB en 2020  que hace la ONEI a su ministro no se debe entender como correctivo alguno, ni tampoco altera el paisaje muy negativo de la economía. En todo caso, se trata de una revisión muy pequeña que en otros países ocurre igualmente, conforme las autoridades van disponiendo de mayor información sobre el ejercicio con el paso del tiempo. En definitiva, caer un 12% o un 10,9% es lo mismo: el año 2020 ha sido el peor de la economía cubana desde los tiempos del “período especial”, no hay paliativos, ni excusas.

Al analizar los componentes del gasto agregado se  puede explicar por qué ese “hundimiento” sobrevenido en la economía, en un año en que se acumularon a partir del mes de marzo, los efectos de la pandemia del coronavirus. Cuando se disponga de la serie de datos trimestrales, se podrá confirmar que el único crecimiento del año tuvo lugar en los primeros tres meses, siendo el resto del año muy negativos para la economía cubana.

De los componentes del gasto agregado, por su mayor peso, el consumo es fundamental. Pero en Cuba según la ONEI en 2020 el consumo cayó un 9,1%, arrastrado por la fuerte contracción del consumo del gobierno, un -10,1% en tanto que el consumo de los hogares cayó un 8,7%. Es decir, en un ejercicio en que la política del gobierno tendría que haber intentado estimular el menor gasto de consumo privado, los datos no indican que fuera así y el gobierno comunista redujo su consumo más que lo hizo la población, con el agravante que ya en 2019 había aumentado un 3,9% justo el año en que comenzó el declive económico. No existió política fiscal de estímulo al consumo, que es lo que cabe esperar en estos casos. El presupuesto del estado no dió para más.

Las inversiones, el componente del gasto agregado denominado Formación bruta de capital fijo, cayó algo menos de la mitad de lo que lo hizo la economía, -5,9%, resistiendo mejor que el consumo el hundimiento de la actividad económica. La apuesta del régimen por la inversión (básicamente en planta hotelera) no ha servido para evitar el hundimiento del PIB, lo que exige revisar en profundidad en qué áreas debe priorizarse la inversión para que sirva para estimular el crecimiento.

La aportación del comercio exterior al PIB ha sido igualmente muy negativa. Las exportaciones de bienes y servicios (aquí se incluyen los ingresos del turismo, las remesas, los ingresos médicos, etc) cayeron el doble que la economía, un -20,5% mientras que las importaciones lo hicieron en un -7,6%, La contribución del sector externo a la economía fue negativa en casi un 12%, por encima de la media.

El tamaño del sector público volvió a agrandarse en 2020, al crecer el gasto de gobierno en el PIB hasta un 69,2% seis puntos porcentuales más que en 2016. En cambio, los ingresos estatales como consecuencia de la debilidad de la actividad económica cayeron hasta un 51,5%, en este caso seis puntos menos que en 2017. Con gastos descontrolados e ingresos a la baja, el déficit del gobierno se incrementó de forma espectacular a un -17,7% el segundo más elevado de la serie histórica y solo comparable a los registrados en el "período especial". En cierto modo, la pandemia trajo consigo un claro retroceso en los esfuerzos que venía realizando el régimen para controlar el gasto y el déficit, y ahora será más difícil encontrar una senda de corrección a un fenómeno que no se puede mantener de forma indefinida en el tiempo.

Por último, el descontrol del gasto del gobierno se trasladó sobre la expansión de dinero crculante en la economía emitiendo más papel. El último año antes de la unificación de las dos monedas, el indicador de oferta monetaria en porcentaje del PIB se incrementó al 121%, 70 puntos más que en 2016, el efectivo en circulación se incrementó hasta un 67,7% del PIB. Los aumentos de papel en circulación tienen un efecto directo sobre los precios, y así, la tasa de inflación oficial reconocida por el régimen se incrementó a un espectacular 18,5%, que supuso multiplicar por 9 la tasa media de los cinco años anteriores. La inflación con sus consecuencias negativas y como indicador del mal funcionamiento de la economía, surgió con fuerza inusitada en un contexto de caída de oferta y aumento de papel en circulación que habría exigido otra política económica distinta en 2021.

Tan solo destacar de la evolución de los principales agregados que el declive del consumo de los hogares, las inversiones, las exportaciones y las importaciones ya arrancó de 2019, un año en que las cuentas nacionales mostraron al régimen una ejecución muy negativa, que hubiera exigido en 2020 otro enfoque más expansivo de la política económica, lo que parece evidente que no se hizo y ni siquiera se planteó, a la vista de los datos. 

De modo que al llegar la crisis de la pandemia, la economía cubana se encontraba arrastrando unos pésimos resultados que, en el caso de las importaciones y exportaciones venían mostrando signos negativos desde 2016, cuando Venezuela empezó a reducir de forma sistemática los suministros de petróleo a la Isla.

Por desgracia, el régimen solo ofrece información relativa a las balanzas de bienes, servicios y cuenta corriente hasta 2018 pero es evidente que los resultados de 2019 y 2020 apuntan a un escenario en que los resultados positivos habrán quedado atrás, y los signos negativos habrán provocado una presión muy importante sobre las autoridades con cada vez menos recursos para asumir sus compromisos. En tales condiciones, la última estimación de la deuda externa que dan las autoridades, de un 18,4% del PIB en 2018, puede haber pasado a mejor vida, y situarse en 2020 cerca del 20-25% del PIB, e incluso superior.

Los datos de las cuentas nacionales ofrecen una imagen de absoluto descontrol de la economía, un descontrol que se venía produciendo desde 2016 en forma de bajos crecimientos económicos del PIB. El crecimiento medio entre 2016 y 2019 se situó en el 1,075%, una tasa muy alejada de ese 5% que necesita la economía cubana para superar sus carencias  y atrasos. 

Y no solo se observa descontrol de la economía sino que existe fracaso en la ejecución de las políticas económicas, sin que se obtengan los resultados previstos. De hecho estos datos confirman que el plan es ineficiente como instrumento, no cumple sus objetivos y tampoco permite a la economía superar sus trabas. 

Y por último, se vuelve a confirmar una tesis que en este blog se ha venido exponiendo de forma continua. Con el balance de la economía cubana en 2020, negativo como en otros países como consecuencia de los efectos del covid-19, nunca se debió implementar el 1 de enero de 2021 una política económica tan nefasta como la Tarea Ordenamiento. La huella sobre la inflación ha sido más que evidente. 

Las posibilidades de remontar la crisis y salir del bache se han tirado por la borda, por el objetivo de los dirigentes comunistas de cumplir las órdenes de su partido en el congreso de mayo. El resto es historia. En próximas colaboraciones se verá como la evolución de los sectores ha influido de forma negativa en el devenir de la economía.

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