Rodríguez Parrilla insiste en la nueva arquitectura financiera internacional

Elías Amor Bravo economista

Y bien, si grande fue el ridículo de Díaz Canel ante las Naciones Unidas con relación al espinoso tema de la deuda, su ministro de exteriores, no le sigue de lejos, y en la cumbre del futuro, también de Naciones Unidas, volvió a lanzar un alegato relativo a la urgencia de acelerar la reforma del sistema multilateral, “para avanzar”, según dijo Rodríguez Parrilla, “hacia un mundo más justo”.

Nadie dice a los dirigentes comunistas que eso que van diciendo en los foros internacionales es justo lo contrario que deben decir los deudores para intentar calmar a sus acreedores. Se ve que no, y ahora tratan de escudarse en las Naciones Unidas. ¿Lo conseguirán? Ya veremos.

La verdad es que los asistentes a estos foros internacionales, que se tienen que pasar un rato escuchando la sarta de baboserías del ministro castrista, tienen mérito sobrado. Lo mejor habría sido levantarse y dar un paseo, pero ya se sabe, en estas cumbres de la ONU hay que andarse con cuidado. Los que ganan pueden perder, y viceversa. El ladrillo que soltó Rodríguez Parrilla fue un buen ejemplo.

Un discurso aburrido, alejado de la realidad, incoherente y basado en la ideología y no en la eficiencia económica, sirvió al ministro de exteriores castrista para que la prensa del régimen recogiera con amplia cobertura su patética comparecencia ante la ONU.

Y qué dijo el ministro castrista que llama tanto la atención. Pues básicamente que esta Cumbre del Futuro debe revitalizar y fortalecer el sistema multilateral y reafirmar el carácter intergubernamental de la ONU.

Pero, ¿de qué sistema multilateral habla Rodríguez Parrilla? ¿Quizás del que pretende situar a China como eje económico y político del mundo? ¿Acaso de la idea trasnochada de una Rusia capaz de liderar ese mundo? No lo dijo de forma explícita, ya se cuida mucho el ministro castrista de hacerlo, pero en su análisis “el mundo pospandémico se ha convertido en un lugar más dividido, injusto y desigual” una vez más tratando de extender ideas fracasadas de los comunistas cubanos al resto del mundo. 

Rodríguez Parrilla quizás no lo sabe, o no lo quiera reconocer, pero el mundo ha visto cómo la pandemia, y sus secuelas, han servido justo para apostar por lo contrario que él dice. Lo que pasa es que como el turismo no llega a Cuba, al ministro castrista le viene bien atacar a la pospandemia. Empezó desafinando el discurso, pero acabó mucho peor.

Luego, en defensa del Grupo de los 77 más China y con los ecos recientes de la cumbre de La Habana dijo en el foro que, recientemente, se adoptó un proyecto de decisión sobre el alcance de la Cumbre del Futuro, que explicita el contenido del Pacto del Futuro que ha de ser establecido mediante negociaciones intergubernamentales abiertas, transparentes e inclusivas, contando con los Estados miembros y grupos de países. 

Ni qué decir tiene, los asistentes a la charla del ministro castrista se acabaron perdiendo entre tanto futuro, tanto proyecto, y tantas negociaciones intergubernamentales. Rodríguez Parrilla parece ignorar que toda esa gente que le escuchaba no está para tanta fiesta, ni contempla el futuro como el castrista, que debe pensar que tiene por delante otros 64 años para seguir haciendo y deshaciendo en la Isla desafortunada.

Por eso, Rodríguez Parrilla no dejó de solicitar la participación en las negociaciones de manera constructiva, y que se eviten las prácticas desleales, “que pretenden imponer a los demás una especie de “veto”, en relación con importantes temas sobre los cuales no se acepta siquiera negociar”. En este punto del discurso, era evidente que el ministro castrista ya estaba  perdiendo el último amigo que le quedaba en la sala, pero no crean que aquí acabó su proclama.

A partir de aquí empezó a defender el sistema multilateral, sin referencia a China o Rusia, pero siempre con esa última mirada contraria a Estados Unidos, y para el colmo de los colmos,  reafirmó lo dijo que es “el carácter intergubernamental de la ONU”, algo que nunca ha estado en la mesa de la organización.

Para el canciller comunista, lo mismo que para su jefe de filas, la ONU se ha convertido en un instrumento de financiación de bajo coste, que permite acceder a dinero fresco a cambio de repetir hasta la saciedad los contenidos de la organización, aun cuando resulten hilarantes. Y por eso, el ministro castrista pide a la Cumbre que proporcione una plataforma para la aceleración de la reforma del sistema multilateral. 

El dice a continuación que es para avanzar hacia un mundo más justo, equitativo, unido y sostenible, pero en realidad es para tratar de rebañar cualquier ayuda financiera que pueda caer en Cuba. No deja de ser una burla cruel que Rodríguez Parrilla reivindique la Carta de la ONU teniendo a más de mil presos políticos en las cárceles. Peor es aún que ningún país diga algo al respecto.  

Y llegados a este punto, el canciller castrista repitió los mismos argumentos que su jefe de filas el día anterior. A saber, que se debe cambiar el orden internacional injusto y excluyente, que afecta según dijo, a un importante grupo de  naciones del G-77 y China. Pidió que los Estados se abstengan de promulgar y aplicar cualquier medida económica, financiera o comercial unilateral no acorde con el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas. Claro, el caso es no pagar las deudas.

Y para ello, pidió igual que Diaz Canel, “una reforma de la arquitectura financiera internacional y el establecimiento de medidas que excedan el monto del pib, con el propósito de reducir la disparidad en el financiamiento al desarrollo”. Este nivel de concreción macroeconómica en las propuestas de quienes no han hecho otra cosa que destruir la economía de una nación, debería despertar del letargo a los asistentes que escucharon el discurso desde el principio. Lo que los comunistas cubanos denominan “reforma urgente de la arquitectura internacional de la deuda” traducido a nuestro lenguaje es no pagar.

Pidió que a los países en desarrollo, entre ellos Cuba, se les tenga en cuenta en las decisiones de financiación, la transferencia de tecnologías y la formación de recursos humanos, junto a la provisión de la asistencia oficial para el desarrollo, dinero y más dinero fresco para las aventuras irresponsables que acaban saliendo mal.

Rodríguez Parrilla se despidió con referencias a los principios de Río, incluido el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, como piedra angular para el desarrollo sostenible. Los cubanos deben saber que este tipo de cuestiones en Cuba están completamente ausentes. 

Pidió cooperación tecnológica y científica de parte de los países desarrollados hacia los países en desarrollo, para eliminar las disparidades y fomentar el desarrollo sostenible en sus tres dimensiones de una manera integral y coherente y cerró con la responsabilidad de un desarrollo igualitario, que sea verdaderamente democrático, donde se respete la diversidad. Una carta a los reyes magos en septiembre que lo más probable es que no llegue a sus destinatarios. Les da igual. Estas palabras, seguramente, fueron escuchadas por cubanos en una cola para comprar la canasta normada y otros que al mismo tiempo, compraban en una tienda en MLC, y la conclusión a la que llegaron es que el ministro hablaba de otro país. Los dirigentes cubanos ya no pueden estar más alejados de la sociedad. La distancia da vértigo.

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