Balance de la economía de Cuba en 2016: ¿una década de cambios?
Elías Amor Bravo, economista
2016
cierra un año perdido para la economía de Cuba. Hace unos días,
CEPAL anunciaba que el crecimiento del PIB sería del 0,4% uno de los
más bajos de América Latina, acercando a la economía al
estancamiento. Una situación especialmente agravada por la
coincidencia de un creciente déficit fiscal que se estima en
el 6,8% del PIB, a pesar de que el estado ingresa alrededor del 60%
del PIB, y en estrecha coincidencia con el mal dato interno, un
notable desequilibrio en el comercio de mercancías, con una
muy baja tasa de cobertura, situada por debajo de 40, que contrasta,
sin embargo, con la evolución más favorable experimentada por los
ingresos del turismo o las remesas de las familias en el exterior.
Los
analistas observan que las reformas introducidas por Raúl Castro
en 2006 no están dando los resultados previstos. A pesar de la
descongelación de las relaciones con Obama, los responsables de la
economía mantienen un estrecho cerco sobre el sector privado,
el único que puede ayudar a sortear la pésima situación económica.
Desde 2015, el número de trabajadores por cuenta propia no ha
subido del medio millón logrado en los primeros tiempos, y ese
estancamiento no se encuentra relacionado tanto con la limitación de
oficios y profesiones que el régimen impone a la actividad privada,
sino con la falta de expectativas, la ausencia de financiación y las
dificultades para funcionar en el marco de la economía de
intervención estatal, sin mercado ni derechos de propiedad.
Por
otro lado, la nueva regulación para la atracción de inversiones
extranjeras o las campañas de marketing internacional de la ZED
del Mariel, tampoco parecen estar dando los resultados previstos,
porque, si bien es cierto que los empresarios se sienten atraídos
por la llamada “cartera de proyectos”, abandonan rápido en
cuanto observan quién está en la contraparte, la escasez de
financiación interna o los problemas para contratar trabajadores
libremente. Aspectos sobre los que el régimen insiste que no piensa
hacer cambios, lo que frenará más aún a los potenciales
inversores.
Las
autoridades responsabilizan de todos los males al bloqueo y
embargo de EEUU a pesar de los avances producidos desde el
encuentro entre Castro y Obama, y que actualmente Cuba no sólo
comercia con todos los países del mundo, sino que ha
conseguido una graciosa condonación de deudas y aplazamiento
de pagos que raras ocasiones se establece para países con una
trayectoria tan negativa en el cumplimiento de sus compromisos de
pago. Además, la dependencia externa aumenta, porque las remesas de
las familias en el extranjero y el aumento de los viajes se han
convertido en las principales fuentes de obtención de ingresos, al
tiempo que los compromisos petroleros de Venezuela han
experimentado una clara tendencia a la baja. La mayor parte de los
inversores que actualmente operan en la isla coinciden en que los
cobros por los servicios se retrasan más de un año, y que el
Banco central no tiene control alguno sobre los pagos, que dependen
directamente de la cúpula que dirige el país. Operar en la isla
exige contratar seguros de crédito para la exportación en los
países de origen. Casi siempre, financiados por empresas estatales.
En todo caso, el control de las divisas y los movimientos de
capitales está muy lejos de ser liberalizado.
En
2016 se han disparado las alarmas que se vienen cerniendo
sobre la economía. El envejecimiento de la población se
acelera, sin que se estén adoptando medidas para hacer frente a un
proceso que amenaza el potencial de crecimiento a largo plazo. De
otro lado, la tensión migratoria se ha acelerado, ante el
temor a un cambio en la política receptora de EEUU. Los ajustes en
las ineficientes empresas estatales se frenaron como
consecuencia de las protestas sindicales, lo que ha supuesto el
mantenimiento de elevados niveles de subempleo que reducen de
forma sistemática la productividad de la mayor parte de los
sectores. Y por último, la obsesión con el control y la
centralización de la distribución comercial y la logística
sigue provocando problemas de suministro no sólo a los mercados de
consumo, sino lo que es peor, a los de bienes intermedios. Es
evidente que el modelo de planificación central de la vieja
JUCEPLAN es absolutamente incapaz de dar solución a estos problemas
cuya gravedad ha ido en aumento.
La dualidad monetaria se mantiene, siendo aceptada como un mal
menor por la población, pese a los problemas de credibilidad que
supone, para una economía, funcionar de este modo. Los planes para
la supresión de la dualidad al parecer han quedado olvidados. Se han
producido tímidos avances en el ámbito de las telecomunicaciones
e internet, pero todavía es muy baja la penetración de las
redes en los hogares, las tarifas prohibitivas para los sueldos que
se pagan en Cuba y los niveles tecnológicos continúan siendo muy
atrasados para impulsar actuaciones en servicios básicos como la
banca, el pago en las tiendas o en las empresas de servicios, por
citar algunos ejemplos. Los llamados “Lineamientos” no han
servido ni para mejorar la interrelación entre los sectores y
actividades productivas (el ejemplo mas evidente es la
construcción de viviendas, insuficiente para atender las demandas de
la población) ni tampoco para reducir las importaciones.
Los
cubanos padecen las consecuencias directas de esta pésima gestión
económica de dos formas. En primer lugar, afrontando situaciones
estructurales de escasez y en su caso, alzas de precios, que
han llevado a las autoridades a fijar topes, una de las políticas
más ineficientes para atender estos problemas. Por ello, a pesar de
que los salarios nominales han aumentado, su importe promedio es tan
bajo, que los salarios reales se han visto resentidos por los
incrementos de precios y la reducción de la canasta normada
que el régimen se ve obligado a practicar como consecuencia del
incremento del déficit. En segundo lugar, observando que las
expectativas de mejora de la economía y la certidumbre
respecto del futuro no caben en el actual diseño de políticas, lo
que aumenta la desafección con la clase dirigente.
Desaparecido Fidel Castro de la escena, ya existen apuestas para
saber cuánto tiempo pueden soportar los cubanos antes de salir a
protestar y enfrentarse a un sistema que es contrario a la razón
humana.
Al
final, volvemos a los problemas de la economía castrista, sus
señas de indentidad: la falta de un sistema jurídico de derechos
de propiedad privada libres, la inexistencia del mercado
como instrumento básico de asignación de recursos, el bajo nivel de
las inversiones en el PIB o la incapacidad de los precios
para cumplir su función como señales de valor, y se
puede concluir que ninguna de las reformas introducidas desde 2006
han servido para dar solución a estos problemas que constituyen la
verdadera atadura de una economía que puede ir a peor en 2017. Diez
años perdidos en la gestión de la economía que no han servido para
bien de todos los cubanos.
Comentarios
Publicar un comentario