Pero ¿respetan las empresas castristas los derechos humanos?
Elías Amor Bravo, economista
¿Respetan las
empresas castristas los derechos humanos?¿Es posible, de alguna
manera, identificar algún tipo de práctica empresarial en línea
con lo establecido en
la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948, el estándar internacional que garantiza el reconocimiento
de libertades individuales y condiciones de vida
dignas a todas las
personas del mundo?
No es una cuestión de
respuesta fácil. La información disponible es limitada. Pero me
temo que este tipo de cuestiones, por desgracia, no están presentes
en la agenda de prioridades de la dirección económica del régimen
castrista. Tendremos ocasión dentro de unos días cuando se reúna
la asamblea nacional y se puedan leer los informes elaborados por los
dirigentes económicos del régimen. No habrá referencia a los
derechos humanos por parte de las empresas. Eso es seguro.
Algunos podrían
pensar que corresponde a los gobiernos el papel de garante de los
derechos. Y si en Cuba esa garantía brilla por su ausencia, como no
resulta difícil constatar, qué se puede pensar de la relación
entre los derechos humanos y las empresas.
La realidad es
que en muy pocas ocasiones se piensa que en el escenario de la
globalización en que se mueve la economía mundial, el respeto a los
derechos humanos debe ser una prioridad para todos los actores, no
sólo los políticos. La legislación castrista en materia de atracción de inversiones extranjeras no presta atención a esta cuestión, y así le va. Desde esta perspectiva de gestión, las empresas, cuyas
actividades tienen amplias repercusiones sociales, deben desarrollar
actuaciones concretas en la defensa de los derechos humanos. Sin
embargo, un error podría llevarnos a suponer que este tipo de
práctica solo es recomendable para las grandes empresas con
proyección global, lo que dejaría a las empresas castristas,
alrededor de unas 10.000 según datos de la ONE, en su mayoría
orientadas al interior del país, fuera de este cuadro de
recomendaciones. No es así.
El objetivo del
denominado Pacto Mundial, que surgió en 2000 y que es la primera
iniciativa a nivel internacional en este ámbito, es que todas las
empresas puedan tener un papel relevante en relación a la protección
y defensa de los derechos humanos.
El Pacto Mundial
ha definido un conjunto de Principios
Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos
aprobados en 2011 por Naciones Unidas para trabajar en defensa de los
derechos humanos. Una simple revisión de esos principios en el día
a día de las empresas castristas nos permite constatar lo alejadas
que están de ser consideradas empresas responsables.
Para ello sería
necesaria su implicación con los derechos humanos en cinco grandes
objetivos:
En primer lugar, deben
aprobar una política de compromiso. Un paso que se considera
imprescindible para garantizar el respeto de los derechos humanos en
cualquier organización. En esa política se debe hacer constar el
compromiso con el respeto de los derechos humanos y la forma en que
se va a actuar para cumplirlo. No existen estadísticas actualmente
de cuántas empresas cubanas tienen algún tipo de compromiso con los
derechos humanos. El dato es inexistente.
En segundo lugar, se
deben identificar los riesgos derivados de la actividad empresarial
en materia de derechos humanos y ofrecerles una solución concreta.
Este paso analiza los principales riesgos en derechos humanos que
pueden provoca las actividades de la organización por medio de una
auditoria en profundidad realizada por personal especializado. Entre
otros indicadores, se deben tomar en consideración los países en
que se opera, los riesgos específicos del sector y estudiar la
cadena de valor de la empresa. Posteriormente, se actúa para
prevenir y mitigar los riesgos. Cuando se estudia el modelo de
perfeccionamiento empresarial que se sigue en muchas empresas
estatales del régimen se podría pensar que este tipo de
consideraciones se tienen en cuenta, pero la realidad es que rara vez
aparecen de forma explícita. Por tanto, tampoco aquí se puede ser
optimista.
En tercer lugar, se
debe contar con mecanismos de reclamación. Con ello se quiere dar la
palabra a las personas que han visto afectados sus derechos como
consecuencia de las acciones de la empresa. A fin de afrontar este
reto es preciso disponer de mecanismos que permitan la recepción de
quejas y reclamaciones, así como ofrecer soluciones concretas a las
mismas. ¿Reclamaciones en la economía castrista? Allí donde no
existe libre elección y los consumidores se ven obligados a aceptar
lo que el estado les suministra por medio de una canasta normada, la
posibilidad de quejarse y de recibir alguna contestación está fuera
de contexto. Más de 57 años operando de esta forma hace que las
empresas castristas no muestren la menor consideración hacia estas
cuestiones.
En cuarto lugar, las
empresas deben comprometerse a dar formación sobre derechos humanos
a sus trabajadores, integrando el respeto a éstos en la cultura de
la empresa por medio de acciones de formación y sensibilización.
Solo de ese modo los trabajadores y departamentos de la empresa
tendrán información de cómo actuar de forma responsable y sin
provocar impactos negativos. La formación sobre derechos humanos en
las empresas estatales del régimen castrista es inexistente. Más
bien, todo lo contrario. Lo que suele ocurrir es que a los
trabajadores se les obliga a participar en actividades militares y de
vigilancia y guardia en los fines de semana y tiempos de descanso, lo
que tiene poco que ver con el respeto a los derechos humanos.
En quinto, se debe
evaluar a los proveedores. El respeto a los derechos humanos no sólo
afecta a a la empresa de manera directa por sus operaciones, sino
también a través de las indirectas, procedentes de sus proveedores.
Se estima que 1 de cada 6 trabajadores a nivel mundial trabaja en la
cadena de suministro de otra compañía, por lo que es importante
evaluar a todos los proveedores para ver si ellos producen algún
tipo de impacto sobre los derechos humanos. De ese modo, la empresa
en cuestión evita ser cómplice de vulneraciones a la vez que
extiende su modelo de actuación responsable a toda la cadena de
valor. En una economía donde el sector logístico es inexistente
porque está controlado por el estado que se niega a ceder sus
competencias en este ámbito en favor de las empresas privadas, la
cadena de valor y la evaluación de sus impactos es otro asunto que
interesa muy poco, por no decir nada.
La somera revisión de
los cinco ejes que constituyen el compromiso empresarial con los
derechos humanos en la economía castrista deja un amargo sabor de
boca. Tal vez, la desaparición de Fidel Castro debería servir como
punto y aparte para empezar a trabajar sobre estas cuestiones
estratégicas. Los cubanos deben saber que esto es muy importante
para el futuro de Cuba y el atractivo de su economía en el mundo. No
se si realmente los dirigentes tendrán algún interés.
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