El sobrecumplimiento como medida de la ineficacia de las empresas estatales
Elías Amor Bravo, economista
Quién entienda algo que lo diga. La gestión
empresarial comunista en Cuba no pasará a la historia. No tiene gran
cosa que aportar. La antaño próspera economía de la isla,
levantada con el sudor del esfuerzo de hombres y mujeres que superaron la
independencia de la metrópoli, los años nefastos de la primera
posguerra mundial, la gran recesión de los años 30, fue destruida
en poco más de dos años por la absurda ideología que acompañó a
Fidel Castro y sus revolucionarios a partir de 1959. La llamada
ofensiva revolucionaria, a finales de los años 60, se encargó del
exterminio de cualquier vestigio de capital privado en Cuba. La
combinación de estalinismo e intervención total de la economía
provocó el desastre que ahora conocemos.
Un ejemplo de ese caos económico se encuentra en
las empresas, todas ellas estatales, que funcionan en la economía
cubana. Se trata de entidades que gozan en muchos casos de poder de monopolio en sus actividades y zonas de actuación, pero que todos
los años necesitan subsidios del presupuesto estatal para cerrar sus
cuentas, como consecuencia de las pérdidas, la poca eficiencia y la
mala gestión. Por eso, llama especialmente la atención algunos
datos que se divulgaron hace unos días en el periódico Invasor,
relativos a los resultados de las empresas avileñas, todas ellas con
niveles de sobrecumplimiento en sus utilidades del 200%. Expresado en
términos más comprensibles para el común de la gente, con niveles
de beneficio del 200% superiores a lo planificado, en sus cuentas de
explotación.
Ni más ni menos. De pérdidas abultadas se pasó
en solo un año a ganancias sobre lo planificado, que para sí las
quisieran las entidades que cotizan en Wall Street. Por ejemplo, la
Empresa Provincial de Acopio avileña que pese al sobrecumplimiento no logró abastecer los mercados a precios competitivos. Todo lo contrario. Es
evidente que algo funciona de manera anormal. Ni en las direcciones
provinciales de Economía y Planificación y la de Finanzas y Precios
que se encargan de controlar estas empresas de su titularidad, tienen
alguna explicación. Estas dos entidades consumen la mayor parte del
tiempo observando con lupa los vaivenes de la economía en el
territorio pero no entienden lo que está pasando.
El artículo de Invasor pasa revista a las causas
que explican estos sobrecumplimientos en las empresas, y ciertamente,
los responsables económicos tienen razón. No se pueden comprender.
Al margen de que deberían tener un mayor conocimiento de las cuentas
y el funcionamiento de las empresas, y preguntarse por lo ocurrido,
lo cierto es que algo huele mal en la planificación comunista de la
economía, y ello a pesar de los 59 años que viene funcionando de
forma continua este sistema económico. Como señala el profesor
Oscar Fernández Estrada, del departamento de planificación en la
Facultad de Economía, de la Universidad de La Habana, “la
elaboración de los planes transita por un mecanismo tergiversado que
convierte en un campo de batalla el proceso más importante del
sistema”. Ahí queda eso, una referencia clara a que el sistema
está agotado y clama a gritos por su sustitución por otro distinto.
A veces el sobrecumplimiento llega porque los
impuestos que gravan los productos cambian sin previo aviso,
concretamente cuando ya estaba hecho el plan para el año 2017. Esto
fue lo ocurrido con Acopio, que pensaba en un impuesto del 70% que
fue rebajado al 42%. Y cuando se había realizado el nuevo calculo
para el el plan de 2018, llegó otra modificación. Una
justificación. Por esos cambios procedentes del ministerio las
cuentas se cerraron favorables a Acopio. Podría haber ocurrido lo
contrario. El problema es que los consumidores no vieron más
productos en los puntos de compra. Y mucho menos a precios baratos.
El caso es que no
pudieron reajustar el plan porque el ministerio no lo permite, salvo
que se haga ante situaciones excepcionales; y esta de
cambios de impuestos no lo era.
¿Qué más pasó? Pues que en Acopio tuvieron que
abonar casi medio millón de pesos en intereses al banco, debido a la
falta de liquidez que genera la deuda de más de 30 millones
contraída por otros con Ciego de Ávila (fundamentalmente Camagüey).
Entre esa cifra y los más de 300 contratos incumplidos que del surco
no llegaron a la entidad, la empresa debió sortear tropiezos hasta
lograr resultados positivos, como por ejemplo, rebajar el consumo de
combustible asignado por el gobierno del territorio para sus
transportes. Con todo, ellos mismos reconocen que el ahorro se debe a
que los índices implantados desde arriba no fueron todo lo objetivos
que debieron. Acopio pasó en un sólo año de pérdidas, a
sobrecumplimiento del 200% pero sin transportar más comida para la
población.
Con empresa de Materiales de la Construcción,
ocurrió otro tanto, porque las utilidades llegaron al 244%. Aquí la
explicación está motivada por unas ventas imprevistas a clientes
que no se habían planificado y que pagaron a precios más elevados.
Para realizar esas ventas, lo que realmente había ocurrido es que
otros no habían formulado sus compromisos, se había producido un
habitual incumplimiento de esos que tanto critican en los medios
oficiales, lo que en el caso de que no se pudiera realizar la venta
imprevista habría acabado siendo un grave quebranto. La casualidad
jugó a favor, porque lo que podría ser dañino acabo siendo bueno
gracias a los nuevos contratos.
Para la Empresa de Suministros Agropecuarios, la
explicación, según el diario Invasor, “es aún más triste”y yo
lo suscribo. Aquí el sobrecumplimiento llegó al 132% a pesar de
que el huracán estropeó muchos sacos de fertilizantes que se
vendieron a precios inferiores y en altos volúmenes, que no estaban
planificados.
Y qué decir de la Empresa Porcina, en este caso
se pasa de un ejercicio de incumplimiento absoluto a un resultado del
500% por encima de lo planificado en sus utilidades. Como dice Invasor, no es admisible que “una
empresa que deja a los consumidores con ganas de comer cerdo a 16.00
pesos la libra, termine el 2017 con aplausos en su gestión
financiera”, a lo que se une la retirada de 5 grandes productores
de carne de cerdo de la provincia, con cerca de 20 mil cabezas. Las causas son propias de un sainete. La Empresa
Porcina tuvo que disminuir las compras a los ganaderos por problemas
del matadero y de la industria para asimilar tanta carne. Cuando no
es en un sitio, es en otro. Para colmo de males, “tres cochiqueras
estatales debieron ser desmanteladas ante el peligro de infección,
pero el dinero terminó multiplicando ganancias”. ¿Alguien puede
entender algo?
La Empresa Provincial de la Construcción es otro
ejemplo, con el plan de utilidades al 202% por encima de lo previsto.
Aquí la circunstancia se refiere a los efectos del huracán
Irma que obligo a crecer sus producciones.
Sin embargo, con el sector azucarero ocurrió justo lo
contrario. Aquí el cumplimiento de la producción quedó en un 84%
de su plan, como consecuencia de menos caña molida por el descenso
de cosecha. Pero las utilidades a pesar de todo, se fueron al 299% de
su plan.Fue debido a un cambio en la ficha del coste del azúcar
cuando los planes ya estaban hechos. Al pagarse mejor el producto
recaudaron 60 millones de pesos, por encima de lo previsto.
Todos estos resultados, excepto el azúcar, se
consiguieron sin que mejorase de forma significativa el
abastecimiento de productos a los consumidores. Más bien, todo lo
contrario, como se destaca en algunos casos. En la economía libre de
mercado, donde las empresas se orientan por la óptica del beneficio,
nada de todo esto es posible. El que hace bien su trabajo dando a los
clientes buenos precios y servicio, gana; y el que no sabe o no puede
actuar de ese modo, pierde. En la economía cubana, se puede ganar y
sobrecumplir, pero esto no guarda relación con el servicio a los
consumidores.
Los que creen que la economía cubana lo aguanta
todo están equivocados. Porque la economía no admite experimentos,
ni casualidades, ni prácticas basadas en las recomendaciones.
Quédense con lo que dice el director de Finanzas
y Precios en la provincia avileña. Que los responsables de la
economía se crean y digan estas cosas es lo que explica, en buena
medida, el caos existente. Y añade, “cuando una empresa, por las
razones que sea, obtiene sumas no planificadas, disminuye el aporte
real que el país podría adquirir. Disminuye, entonces, la
posibilidad de redistribuir esos ingresos, de usarlo, y aumenta la
deuda pública. Se compromete el futuro”. Solavaya.
Comentarios
Publicar un comentario