La revolución comunista cubana a medio camino entre informatizar y digitalizar, o viceversa

Elías Amor Bravo economista

Ahora que los comunistas cubanos han aprendido que una cosa es informatizar y otra bien distinta digitalizar, convendría que siguieran aprendiendo, porque se tiene la sensación de que la economía marxista leninista que rige los destinos de los cubanos, tiene muy poco que ver con el entorno de la cuarta revolución industrial en que nos encontramos.

Por ejemplo, en todo el mundo, las nuevas tecnologías ya forman parte de las empresas, incluso de las más pequeñas, que pensaban que la digitalización no tenía que ver con ellas y era algo ajeno a su realidad. En todos los países. tras la pandemia, los cambios tecnológicos se han acelerado, y como consecuencia, se demanda un capital humano formado para liderar los procesos.

¿Sabemos cuántas empresas en Cuba, da igual si estatales o no estatales, mipymes o CNAs han apostado por la digitalización? Y no menos importante, ¿Cuentan realmente con recursos humanos cualificados para atender los procesos? Sería bueno que el régimen diera respuesta a estas cuestiones o que al menos, la prensa estatal no contribuyese a alimentar la ceremonia de la confusión con artículos como el publicado en Granma de título “De informatizar(nos) al siguiente paso: la transformación digital en Cuba”.

Si los comunistas quieren hacer algo por la modernización de la economía cubana, lo primero que deben tener en cuenta es que tecnología y cultura corporativa deben ir de la mano para alcanzar el éxito en los procesos de transformación digital. Si van cada una, por un lado, y tienen dependencias jerárquicas distintas, el fracaso está servido de antemano.

Esto quiere decir que para afrontar de forma correcta la digitalización, se requiere de forma simultánea, impulsar cambios culturales en las organizaciones; cambios que serán eficientes si y solo si se implementan por medio de nuevas herramientas y métodos relacionados con la propia digitalización, de modo que que ambas transformaciones deben realizarse en paralelo, en definitiva, involucrar a las personas, que son las responsables de ejecutar los cambios y adaptarse.

Los programas de transformación digital en el nuevo entorno laboral son más complejos de lo que parece y no parecen sintonizar con discursos populistas “revolucionarios”, jerárquicos y burocráticos, sino con estrategias empresariales que deben incluir, tanto los factores tecnológicos como culturales. Esto significa que los trabajadores y las empresas son los que se tienen que adaptar a los cambios si se quiere disponer de una visión integral de los valores y desafíos de la empresa. Las OSDES y los ministerios no cuentan en este proceso. Lo mismo que los dirigentes locales comunistas. 

Las empresas, con libertad y autonomía, tienen que ser capaces de combinar con éxito la gestión organizativa, el análisis de tendencias futuras, los objetivos, el modelo operativo y los retos de los departamentos de gestión de talento apoyándose en la tecnología. Solo sin son capaces de ello, podrán tener éxito en la digitalización. Esta es una buena forma de dar a las empresas estatales el "estremecimiento" que propuso en su día Raúl Castro.

Estos procesos de de transformación digital requieren tiempo y dedicación sobre todo para evitar dificultades que frenen un crecimiento estable de las organizaciones. Y en estas condiciones, el miedo al cambio aparece como uno de los errores más comunes, unidos a la ausencia de liderazgo, la falta de compromiso y una personalidad corporativa indefinida. Elementos que son apreciables en el sistema empresarial estatal comunista cubano, donde la obediencia es más importante que la rentabilidad, que son, posiblemente, los obstáculos más importantes a la digitalización.

Además, en todos los países del mundo, los procesos de transformación digital de las empresas se realizan de forma constante, con el correspondiente análisis y seguimiento de los avances para no salirse de la dirección establecida y evaluar el éxito o fracaso. Este seguimiento continuo, debe servir para indicar que elementos necesitan mejorar para poder corregirlos. En Cuba, digitalizar hoy, informatizar mañana, o al revés, se han convertido en iniciativas más dirigidas a contentar a los jefes del partido que a generar fuentes de valor y de rentabilidad para las empresas.

¿Qué porcentaje de las empresas cubanas considera muy o bastante importante los procesos de digitalización en su día a día? Este proceso resulta necesario para competir en un mundo cada vez más tecnológico, pero realmente ¿a quién preocupa la competitividad de las empresas cubanas? Es más, ¿para qué deben ser competitivas y arriesgar? Luego llega el régimen, topa o regula los precios, y se acabó. Más de 500 empresas siguen con pérdidas sin vías de solución, como dijo el ministro Gil.

Hay que ser serios. La era digital exige un internet de primera calidad y una sociedad dispuesta a realizar todo tipo de transacciones en la red. ¿Cómo se puede estar pensando en internet y la red en una economía dominada por la escasez física estructural de productos y servicios? Parece razonable que antes de digitalizar, las empresas cubanas produzcan suficiente para atender sus compromisos de mercado. Lo contrario es un error, y no lleva a ningún sitio. La digitalización no se debe plantear para  producir más, sino para hacerlo mejor y con mayor rentabilidad. Y desde luego, no parece que la digitalización se vaya a conseguir con subsidios o ayudas, e incluso intervención estatal. De nada sirve digitalizar si no hay productos y servicios para comercializar.

Con las herramientas tecnológicas avanzando a un ritmo cada vez más acelerado en todos los países del mundo, se tiene la sensación de que, una vez más, la economía cubana se queda aparcada al margen de los procesos de cambios estructural de las empresas. No hay una apuesta mínima creíble del gobierno por la digitalización empresarial, y con ello dar respuesta a los nuevos retos sociales y empresariales, que están bajo su dependencia jerárquica. Con ello, la economía cubana, que son sus empresas y organizaciones, se alejan del resto del mundo y no se aprovechan las capacidades tecnológicos, que ya están disponibles, para crear arquitecturas de datos ágiles para los negocios. Posiblemente muchas empresas ignoren las ventajas de la nube e incluso desconozcan la existencia de la misma.



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