La tierra pide más brazos. O tal vez será otra cosa.

Elías Amor Bravo economista

Cubadebate publica un artículo titulado “La tierra pide más brazos”. La tesis que suscribe es que, con 17.279 hectáreas ociosas en Artemisa a finales de 2021, no se encuentran brazos, a pesar de que la tierra los pide. No hay mano de obra dispuesta a trabajar en el campo ni siquiera en las tierras ya cultivadas. 

Y es que claro, cuando a los dirigentes comunistas llega la necesidad de justificar el fracaso del modelo económico comunista de la constitución de 2019, se echa mano a cualquier argumento, por asombroso que sea. Este de la tierra es vergonzoso. Con solo consultar las estadísticas de la ONEI, se darían cuenta de cuán equivocados están.

Resulta que, según la estadística oficial, en el sector agropecuario cubano trabajan actualmente (año 2020, último publicado) nada más y nada menos que 802.500 personas, el 17,3%, del total de 4.643.700 ocupados de toda la economía.

Esto significa que, en términos de empleo, es el sector con mayor volumen de trabajadores, ocupando el primer puesto de un conjunto de 18 ramas de actividad. Por tener otro ejemplo, en el sector agropecuario trabajan 289.500 personas más que en la Salud pública y asistencia social que es el segundo por volumen de empleo. También son 320.800 más que en la Educación, y una cifra similar en el Comercio, que son las actividades que concentran más empleo.

Y, claro, la consecuencia de ello es que la productividad de la agricultura (PIB dividido por trabajadores ocupados) es la más baja de todas las actividades de la economía, 3.545 pesos, frente a 23.117 pesos de toda la economía. Obsérvese que la agricultura funciona con una productividad inferior en un 85% a la media de la economía. Y entonces, ante un escenario como el descrito, los dirigentes comunistas, empezando por el ministro del ramo, que hace unos días insistió en la cuestión, se lanzan a este mensaje de que “la tierra pide más brazos”.

Si se analiza de forma objetiva, la existencia de tierras ociosas y la falta de mano de obra para el cultivo, aparece la necesidad de contratar “obreros agrícolas” eventuales por corporaciones estatales, como ocurre en el  Grupo Empresarial Agropecuario y Forestal Artemisa, que tiene 11.446 trabajadores, o en Cítricos Ceiba de Caimito, lo que viene a confirmar que el problema no es de escasez, sino justo lo contrario, de una abundancia mal distribuida, que se encuentra relacionada con notables deficiencias estructurales del modelo que hacen improductiva la actividad agropecuaria, obligando a importar alimentos que bien podrían producirse en Cuba.   

El fracaso del modelo llega incluso hasta los “inventos” más recientes que no dan resultado porque no van al origen del problema, sino que tratan de parchearlo con soluciones que no funcionan, como es el caso de los polos productivos. Se ha visto que la solución no está en acercar o concentrar a lo productores. Eso es inútil y acaba trastocando los planes de muchos que se interesan por la fórmula.

El problema de la falta de mano de obra, que afecta a las grandes empresas estatales, es si cabe mayor para los pequeños arrendatarios que argumentan “nadie quiere trabajar en el campo, mucho menos los muchachos nuevos. No hay trabajadores fijos”. El recurso al trabajo eventual, menos cualificado, acaba siendo general, y ello actúa de forma negativa sobre el nivel de productividad. Muchos de esos trabajadores abandonan tras una temporada, y no vuelven, con lo que al contratar otros nuevos se tienen que formar y cualificar.

Un proceso que nunca acaba y que ha llevado a la aparición de “brigadas móviles” que se ocupan allí donde van encontrando trabajo en el territorio. La precariedad más absoluta, en el “paraíso de los trabajadores”, pero en Cubadebate presentan estas experiencias como algo destacado, simpático, y que puede servir para dar salida a problemas de producción allá donde existan. Incluso hasta escriben con la fonética de los que hablan, y hacen declaraciones en el reportaje.

No es una cuestión de salarios, ni tampoco de ofrecer una participación en los beneficios de la producción. Los trabajadores estables y fijos para el campo no se encuentran, a pesar de que casi la quinta parte de la ocupación de la economía está en el sector agropecuario, como ya se ha señalado.

Conozco bien las tierras donde se ha realizado este reportaje porque forman parte de mi memoria y origen. Alquízar, Güira de Melena, San Antonio de los Baños, Artemisa, Mariel, Caimito, son tierras rojizas, de gran calidad y de gente trabajadora y productiva, que conoce mejor que nadie cómo sacar el máximo provecho del surco porque siempre han estado en ello. De hecho, fue una de las zonas que primero apostó por el arrendamiento como forma de explotación, dejando atrás la vinculación asalariada con empresas estatales ineficientes e improductivas.

Pero esta gente que se ha dejado más de una década aportando valor a unas tierras que les fueron entregadas en pésimas condiciones, ya no pueden más. Unas tierras que nunca serán suyas, porque pertenecen al estado que les obliga a pagar una renta como si fuera el señor feudal. Unas tierras a las que nunca podrán acceder como titulares de derechos, como dueños para moldearlas en función de sus objetivos. 

Y por ello, han estallado y llevan razón. El pretexto está en la necesidad de buscar mano de obra para el campo, que lleva a muchos de estos arrendatarios a dedicar parte de su tiempo principal a estas actividades de búsqueda de trabajadores en las que no siempre, tienen éxito. Nadie los va a compensar por esa pérdida de función principal que significa menos producción.

Entretanto, cada uno va dando solución a sus problemas como puede. No hay un planteamiento por parte de las autoridades para facilitar las cosas. Los que forman las brigadas dejan atrás sus ciudades, muchas veces en el otro extremo de la Isla, o sus profesiones, y se lanzan a la busca de oportunidades. Y los productores recorrer largas distancias para encontrar esos trabajadores que necesitan para luego ponerse de acuerdo. Las autoridades han decidido no entrar en este tipo de cuestiones, y bien mirado es lo mejor que podría ocurrir porque el mercado está resolviendo el problema de forma mucho más eficiente, aun cuando el coste sea elevado.

Es de suponer que estos desplazamientos de trabajadores por toda la isla, las brigadas, sigan en aumento, porque las condiciones económicas son malas y mucha gente encuentra más rentable vincularse a las brigadas, y trabajar de forma eventual allí donde hay salarios o condiciones de vida, que trabajar en una aburrida entidad presupuestada por un salario mísero. El problema vendrá cuando se requieran los servicios de estas brigadas y estén prestándolos en otras zonas, lo que incrementará previsiblemente la competencia y con ello, los precios. Otra vez los productores tendrán que asumir los costes.

El dilema de un sector que concentra a casi la quinta parte del empleo, que ocupa el último puesto en productividad y que, al no encontrar trabajadores, recurre a formas laborales eventuales y precarias, no es fácil de resolver dentro de las coordenadas del modelo comunista que rige la economía cubana. Alguien debería explicar por qué. Tal vez porque la cuestión no es que se pidan más brazos por la tierra, sino otra cosa. Y eso, el régimen comunista, ni lo ofrece ni lo quiere ofrecer.


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