La Nación y la emigración castrista: que no cuenten conmigo

Elías Amor Bravo economista

A Díaz Canel el corto paseo por Nueva York para hacerse unas cuantas fotos de recuerdo (nada que ver con la presencia de Castro en el hotel Theresa de Harlem) con unos “supuestos amigos de Cuba” le ha servido para proclamar a los emigrados cubanos: “todos los que quieran construir serán bienvenidos”.

Cuidado compatriotas. Son 64 años en el exilio, obligados por un régimen que es exactamente el mismo que llevó a más de 2 millones de cubanos a elegir otros países. Este tipo de avisos populistas tienen que ser cuidadosamente analizados, y desde luego, tener ideas claras de qué representan. Todos queremos regresar a la Isla en que nacimos, de eso no me cabe la menor duda, pero nunca a cualquier precio. La libertad y la democracia por la que han luchado tres generaciones de cubanos antes de nosotros, pasarían a mejor vida. No es este el momento. Nada ha cambiado en la Isla para que se facilite esa vuelta, por muy grande que sea la añoranza. 

Habrá que preguntarse por qué Díaz Canel dice esto y ahora. La idea principal es cuestionar el llamado "bloqueo" con los colectivos que quieren que Cuba siga siendo un régimen comunista opresor. Esta historia también la juegan en Europa de vez en cuando.

Bajo el slogan coreado en la prensa estatal de “¡Cuba sí, bloqueo noǃ”, Díaz Canel lanzó su propuesta para favorecer el retorno de los cubanos del exterior. Y si, puede ser  que ese puñado de cubanos que se manifestaron de forma organizada en la esquina de Lexington quieran o puedan ir a Cuba. Los comunistas españoles viajan varias veces al año y disfrutan de su propio paraíso proletario.

Y lo asombroso fue que Díaz Canel recurriese a Félix Varela y los 200 años de su llegada a Nueva York para lanzar ese ofrecimiento a la diáspora. Desde luego, no estuvo acertado. Aquellos eran otros tiempos, nada que ver con el sufrimiento de los cubanos durante 64 años, todavía muy reciente toda vez que existen más de mil presos políticos en las cárceles comunistas. Varela se estableció en Nueva York y como él otros muchos que huían de la represión de la metrópoli, por cierto, mucho menor que la practicada por el régimen comunista.

Realmente, que no confunda a nadie, la historia de la emigración cubana en Estados Unidos empezó en 1959, en Florida, y desde entonces se han acumulado numerosas experiencias de éxito y de fracaso que han dejado una leyenda que algún día habrá que poner en valor en la historia de Cuba que se construya sin las perversas influencias comunistas.

El cubano no es un emigrado común. Los emigrados eran los españoles, italianos, pobres que llegaban a Cuba antes de 1959, en busca de un mundo mejor. Los cubanos buscan la libertad y la democracia y con ello consiguen desarrollar sus vidas con la prosperidad que no tienen en la Isla en que nacieron. La diversidad política que observa Díaz Canel es coincidente en una sola idea: libertad de Cuba.

Después citó la experiencia de Martí en Estados Unidos desde donde realizó una labor que le dio la relevancia y el papel que asumió en la independencia. Es decir, Estados Unidos ayudó a Cuba a desprenderse de la metrópoli, nunca lo hizo con intenciones aviesas. Hasta en eso anda equivocado Díaz Canel que reiteró las alertas de Martí sobre los peligros de poner el destino de Cuba en manos de la potencia naciente y ambiciosa. Eso claro, lo dice él.

Y a continuación, con tono lastimero ofreció su análisis de la situación de la economía cubana. No se alarmen. La culpa de la crisis no es suya, sino de un conjunto de factores, como el impacto de la COVID-19, la crisis económica internacional y el efecto de la guerra de Putin, el aliado de Díaz Canel, en Europa. Mientras que otros países salen del agujero y recuperan los niveles de PIB anteriores, Cuba no encuentra el camino y Díaz Canel lo reconoce sin trapujos. 

Lo que califica como “actual realidad del país caribeño” se limitó a acompañarlo con “problemas internos de nuestra economía, de la estructura socioeconómica del país, y de trasformaciones necesarias que deben acometerse aun en el contexto de las actuales dificultades”. No lo dijo, pero se llama tarea ordenamiento.

Y dicho lo anterior, vino el momento del ataque desmedido a Estados Unidos entendido como un agente dirigido “a estrangular nuestra economía”. Incluso ahora se culpa al vecino, sin prueba alguna, de “obstaculizar los intereses comerciales y financieros de Cuba en cualquier latitud, y provoca grandes limitaciones al desempeño de nuestra economía”.

Lo cierto es que Diaz Canel se desvive con el tema del embargo, pero no dice que alrededor de 6.000 millones de dólares llegan todos los años procedentes de Estados Unidos en forma de remesas, y además, turismo, comercio de bienes y un largo etcétera. Si hubiera realmente un bloqueo, nada de eso ocurriría. Por eso, cuando Díaz Canel insiste en denunciar el bloqueo, lo que ocurre es que un número creciente de países empiezan a pensar que tal vez no sea correcta la posición de condena a Estados Unidos en Naciones Unidas. Veremos cambios, tarde o temprano. Las cosas nunca salen a favor de los regímenes autoritarios.

Y entonces llegó el momento culminante en que Díaz Cane anunció “el deber de reconocer, agradecer y homenajear, especialmente, a los miles de compatriotas que aquí, en los Estados Unidos, no solo respaldan, sino que luchan, cada cual a su modo, para que se ponga fin al bloqueo económico”. Bueno, entonces en qué quedamos, hay bloqueo o no hay bloqueo. Al parecer, además de los mensajes de “condolencias, ofrecimientos de ayuda y donaciones enviados”, Díaz Canel se plantea hacer caja con los emigrados. Sin mover ni una coma de la constitución comunista que ampara al régimen.

Después anunció las medidas y decisiones dirigidas a continuar estrechando los vínculos con los cubanos residentes en el exterior con el “empeño de no dejarnos desviar del rumbo hacia una relación cada vez más natural, cercana y constructiva con aquellos que nacieron en Cuba y han decidido asentarse en otros países, con los descendientes de los emigrados y con quienes sencillamente y por razones diversas viven indistintamente dentro y fuera del país”.

¿Qué les parece?

Y para redondear el asunto, anunció que los días 18 y 19 del próximo mes de noviembre -se celebra en La Habana la IV Conferencia “La Nación y la Emigración”, “resultado del diálogo amplio y franco iniciado en noviembre de 1978, que marcó un punto de inflexión, promovido e impulsado por Fidel Castro”.

Y se anuncian reconocimientos a los mártires Carlos Muñiz y Eulalio Negrín, Lourdes Casals, Luis Miranda, Walfrido Moreno, Reinaldo Cué, y “otros tantos que dedicaron sus vidas a esta noble y patriótica causa”.

Díaz Canel quiere que las jornadas de debates sirvan para estimular los vínculos con las nuevas generaciones de cubanos residentes en el exterior, a través del fortalecimiento de los nexos culturales e históricos con su país o el de sus padres, para lograr “un país aún mejor, que proteja y refuerce la justicia social, sin intromisión foránea; que cuente con el concurso de todos los cubanos dispuestos a aportar, con independencia de dónde vivan; que todos se sientan parte; que contribuyan a enaltecer el orgullo nacional y a rechazar el esfuerzo por denigrar, vulgarizar y distorsionar la cultura y las tradiciones de nuestro país”.

De libertades públicas, democracia, pluralismo político, modelo económico, libertad de presos políticos, nada de nada. No se puede lograr “robustecer el amor patrio y el sentimiento misterioso que nos despierta escuchar la palabra cubano” sino se arreglan las cuestiones que fragmentan a la sociedad. La reunificación que plantea Diaz Canel es, con todos mis respetos, un cuento chino.

La primera idea es que “nos adentramos en terrenos inexplorados y nos sentimos en la necesidad de realizar ajustes, reagrupar la inteligencia colectiva y corregir lo que resulte propicio”. Es decir, que todo lo que hable y diga estará controlado y dentro de las coordenadas del modelo comunista. Fuera de este espacio, no existe inteligencia ni se tienen que hacer esos ajustes.

Una segunda idea equivocada es que “Cuba tiene el derecho a construir y defender su propio destino”. Una quimera, cuando se han tenido 64 años para lograrlo y el estado actual del país es mucho peor que en 1959. Hasta cuándo la cantaleta.

Una tercera idea es que Díaz Canel no quiere que el debate sea “parte de la politización de la emigración cubana, con la que trafica el enemigo”. A qué llama politización, a restaurar la democracia liberal y la economía de mercado? Pues si no se puede hablar de esto, apaga y vámonos.

La cuarta, es que Díaz Canel dice “defender una relación con los emigrados cubanos que les deje claro que admiramos sus triunfos y que su Patria los respeta, la mira orgullosa y la espera de regreso, aspirando simplemente a que respeten y defiendan el suelo que los vio nacer y los formó con amor”, si todo está muy bonito de color rosa, pero ¿Qué van a poder hacer libremente esos cubanos en su patria, y en qué colas se van a tener que encontrar comprando la canasta del mes?

La voluntad y compromiso de continuar fortaleciendo los vínculos raigales de nuestros connacionales en el exterior con su país de origen que dice Díaz Canel es otro ejercicio de represión, del que poco o nada se puede obtener. Ni siquiera perder el tiempo. Conmigo que no cuenten.

Comentarios

  1. Como siempre, muy de acuerdo con la opinión e ideas de Elías Amor... Saludos

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    1. “…EI que abandona el país hoy es un miserable: A esos no Ie debemos dar chance nunca más, de volver a este país, a esa gente hay que quitarle la ciudadanía porque esa gente algún día va a mendigar aquí, a las puertas de Cuba que lo dejen regresar. Cuando los médicos., ingenieros, arquitectos, profesores y muchos otros., vengan a tocar a las puertas de este país, pidiendo que los dejemos entrar, ese es el momento que tenemos que ser duros. A esa gente les diremos: No, ustedes dejaron de ser cubanos hace mucho rato, porque cuando nuestro país estaba luchando contra el extranjero poderoso. ustedes se fueron. Ustedes no son cubanos., cubanos son los que defienden esta Revolución. ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!"
      FC. Acto de clausura del Congreso Nacional de Alfabetización. Teatro “Chaplin", Septiembre 5 de 1961.

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