Ajustes en el presupuesto y recesión en la economía
Elías Amor Bravo, economista
El
viernes pasado el régimen castrista anunciaba serios recortes en el
presupuesto, que es lo mismo que asumir más recesión en el
conjunto de la economía, dado el peso elevado que tiene la actividad pública estatal. Además, hoy se ha sabido,
igualmente, que Venezuela había reanudado en marzo sus exportaciones
de crudo ligero a la isla después de una pausa de ocho meses que
provocó una parálisis en la actividad de la refinería Cienfuegos.
La coincidencia de estas dos informaciones viene a confirmar lo que
ya sabíamos.
La
recesión de la economía castrista tiene mucho que ver con la
disminución del petróleo de Venezuela, pero esta no es la única
explicación. Digamos, empleando la jerga habitual de los
economistas, que es condición necesaria, pero no suficiente. La
urgencia del régimen castrista por aceptar una reducción
en los
gastos planificados
en 2018, después
de dos años en caída libre, es un duro
golpe a sus finanzas
que obedece a razones estructurales y reales que van más allá de
las entregas generosas de petróleo.
¿Por
qué tiene el gobierno castrista que realizar estos duros ajustes en
el presupuesto estatal? Ni reduciendo las
importaciones y
el consumo
de combustible y
electricidad
se
resuelve el problema. Lo que Raúl Castro ha denominado “disciplina
y ahorro” es una peligrosa huida hacia adelante que, además, no se
puede explicar en términos de una racionalidad elemental en la
gestión de política económica.Bien está que el plan del estado se
proponga cumplir
los compromisos productivos y de servicios, pero
hacerlo
por
medio del ahorro
eficiente y el
reajuste
de presupuestos,
sobre todo de gastos vinculados a los llamados “logros de la
revolución” porque la inversión en infraestructuras, por debajo
del 8% del PIB ya no se puede reducir más
es
un suicidio colectivo con un responsable último:
el ministro de Economía, Ricardo Cabrisas, ya
que curiosamente el “zar” de la actualización y las reformas,
Marino Murillo, se ha quitado del medio ¿Por qué será?
Nadie con unos conocimientos básicos de cómo funciona una economía afronta una crisis de oferta como la que existe en
la economía castrista con medidas de reajuste de la demanda. El
problema de la economía cubana, como hemos señalado en numerosas
ocasiones, no está en el lado del gasto de la producción nacional,
sino en las limitaciones, prohibiciones, imposiciones y controles que
el régimen ejerce sobre la oferta productiva, sobre todo, la
privada. Las reformas que se necesitan en la economía para que ésta
funcione realmente y de forma eficiente, obligan a abandonar el
diseño ideológico de base estalinista de la economía, devolver la propiedad de
los medios de producción a los cubanos y garantizar la generación y
acumulación de la riqueza, como ejes fundamentales del sistema
económico. La actualización de los llamados “Lineamientos” ha
entrado en crisis y es incapaz de dar respuesta a las necesidades de
la economía.
En
vez de liberar las fuerzas productivas, la política económica
castrista las asfixia, porque apretar el cinturón es difícil en
un país en racionamiento estructural durante más de 57 años. El
otro problema reside en la incapacidad del régimen y su aparato de
empresas estatales para posicionar, de forma competitiva, a la economía
cubana a nivel mundial. La culpa siempre ha sido del bloqueo o del
embargo, pero la realidad es que los socios de Cuba a nivel mundial,
dejan mucho que desear. Ni como inversores privados, ni como mercados
de turismo, ni tampoco como proveedores de materias primas. La nave
cubana se desplaza a la deriva, inmersa en un círculo vicioso fatal
del que no saben salir. En tales condiciones, la economía castrista
acabará siendo devorada por el estado comunista
que
le impide crecer, y volverán a aparecer los problemas de impagos,
incumplimiento de contratos y escasez de liquidez. No es extraño que
los planes para la unificación monetaria hayan quedado
definitivamente olvidados, y que algunos inversores extranjeros
empiecen a provisionar pérdidas por su actividad e la isla, llevando
a incobrables buena parte de las deudas en vigor. Algunos empiezan a recordar la nefasta experiencia del Club de París. Nadie
quiere entender que la única forma de romper esa cadena de
insuficiencia de liquidez se basa en aprovechar las fuerzas
productivas internas, liberalizar la actividad empresarial con la
restauración de la propiedad privada y el abandono del modelo que no
ha funcionado durante más de medio siglo.
El régimen en su fase terminal ni lo quiere hacer, ni parece ser capaz de hacerlo. Las consecuencias pueden ser todavía mucho peores. Les hemos avisado.
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