"Nuestro modelo económico" ¿de quién y para quién?
Elías Amor Bravo, economista
Ni democrática ni participativa. La ruta que lleva al proceso de
aprobación de los documentos de actualización del modelo cubano, "nuestro modelo" como dice Granma, deja mucho que desear en términos democráticos y plurales. La
“consulta”, de la que alardea Granma en relación con los
principales documentos de la actualización del modelo económico y
social cubano, está muy lejos de la legitimidad democrática.
Para empezar, la discusión democrática no es
posible cuando solo se acepta, por el régimen, una determinada
ideología, la comunista. Los sistemas totalitarios se empeñan en
que los estados impongan una visión uniforme a la sociedad,
eliminando cualquier vestigio de organización que pueda reducir ese
poder. Solo cuando existe pluralismo ideológico y los ciudadanos
pueden valorar las medidas del gobierno desde distintas perspectivas
políticas, se puede hablar de democracia. Los partidos políticos,
en un régimen plural, se dirigen precisamente a eso, a movilizar a
la opinión pública en función de sus posiciones, dando así apoyo
a las personas que piensan de forma distinta, pero que contribuyen
desde esa diversidad a que las cosas funciones mejor. Además, en
materia de asuntos económicos, cualquier pretensión de uniformidad
termina siendo un fracaso.
Ni el totalitarismo ni el autoritarismo valen de
nada, cuando son el resultado de imposiciones del gobierno que
impiden a determinados sectores sociales hacer valer sus opiniones y
derechos. Cuando eso no es posible, de nada sirve celebrar 47.470
reuniones, o 15, o las que sean, si no se admite la pluralidad y el
derecho a discrepar y aportar visiones contrarias, que no “enemigas”,
a la oficial. Para el régimen castrista cualquier posición
alternativa a la dominante se percibe como una amenaza. Algo que se
debe reprimir en una primera fase, y encarcelar si persiste. Lo que
en cualquier democracia sería imposible, en Cuba es una realidad. La
seguridad del estado hace el papel más sucio.
Y lo más grave es que todos los ámbitos de la
vida política, económica y social caen en el mismo modelo de
funcionamiento. Todo aquello que atenta al régimen, es enemigo del
régimen y debe ser eliminado. Véase si no esa exigencia de la
cúpula dirigente por “el orden, disciplina y exigencia” en las
discusiones. O la expulsión de estudiantes de universidades o de
trabajadores de sus empleos por disentir de la línea oficial. El
problema es que el régimen castrista entiende que un debate es como
un desfile militar en el que hay que guardar la fila. En democracia,
el debate es un proceso en el que las divergencias pueden provocar
enfrentamientos, pero siempre se puede alcanzar una solución de
consenso y una posición de equilibrio, en la que todos deben aceptar
una pérdida para lograr un objetivo concreto. Eso si que es “visión
de futuro”, y no el mandato absurdo del “orden, disciplina y
exigencia” que aburre a los cubanos tras 58 años de tono
monocorde.
El asunto no es baladí. Porque lo que se está
debatiendo, o al menos lo que se está abordando en estas reuniones
de las que alardea Granma, es el futuro económico de la nación, a
saber, “los tres documentos rectores de la actualización:
Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de
Desarrollo Socialista; las bases del Plan Nacional de Desarrollo
Económico y Social hasta el 2030: Visión de la Nación, Ejes y
Sectores Estratégicos; así como nuevas modificaciones a los
Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la
Revolución”.Ni más ni menos. Lo que durante casi 60 años ha sido
un rotundo fracaso, trasladado al futuro. Incomprensible.
De que sirve hacernos creer que 1.600.000 cubanos
han participado en un “amplio proceso de consulta popular”, si
fundamentalmente son los militantes de las únicas organizaciones del
régimen, PCC y la UJC, y una serie de representantes de las
organizaciones de masas, “así como de amplios sectores de la
sociedad”. Frente a esa uniformidad gris y aburrida, el pluralismo
político e ideológico ha quedado al margen de cualquier
planteamiento alternativo.
Es decir, el “yo me lo guiso, y yo me lo como”,
que los dirigentes comunistas quieren trasladar a todos los cubanos
es una visión de la realidad no consensuada, sino impuesta, en la
que todo, absolutamente todo, se contempla desde la perspectiva
marxista y comunista o socialista, que da igual, que se mantiene como
eje central del régimen castrista. Es, como dice Granma, “nuestro
modelo económico”. ¿Nuestro de quién? Tal vez ¿de la cúpula
que dirige el país? ¿Quién certifica ese valor de “nuestro”
cuando no ha habido elecciones democráticas y plurales por medio?
Asumiendo que todas las opiniones son respetables,
y que merecen ser tenidas en cuenta, porque eso es lo que caracteriza
a cualquier demócrata, las 900 opiniones de dos plenos del Comité
Central (diciembre del 2015 y enero del 2016), los más de 3.500
invitados a reuniones en todas las provincias, los diputados de la
Asamblea Nacional del Poder Popular, hasta rebasar la cifra de 8.880,
son opiniones, ni más ni menos. Lo que realmente nos interesa es la
diversidad y la gama de colores al completo.
La realidad es que ni las ocho versiones de la
Conceptualización, o del Plan Nacional de Desarrollo hasta el 2030,
o la Visión de la Nación y los Ejes y Sectores Estratégicos, y los
cuatro años de discusiones y debates, han servido para mover ni una
sola coma del tema principal en relación con la gestión de la
economía cubana.
El paradigma es el mismo. Economía de
planificación estatal, centrada en la empresa estatal, en la que los
derechos de propiedad se ejercen de forma limitada y no para acumular
renta o riqueza, sino para gestionar aquellos ámbitos en los que el
estado es ineficiente, son ejes que no han cambiado apenas. La
evolución de la economía en el quinquenio 2011-2015 tampoco ha
servido para lanzar campanas al vuelo. En 2017 la economía se
encuentra en recesión presa de sus contradicciones y de la
incapacidad de las autoridades para definir un camino adecuado para
el futuro.
Insisto. Desvestir un santo para vestir otro, es
una actividad poco gratificante. El debate real que necesita Cuba
para enderezar el rumbo desequilibrado de su economía no es tarea
para comunistas. Las posiciones liberales, democristianas,
socialdemócratas, sobre el funcionamiento de un sistema económico y
el papel del gobierno en su organización, dirección y gestión, han
quedado totalmente excluidas de los documentos que se van a llevar a
la Asamblea Nacional para su aprobación y visto bueno, porque allí
tampoco nadie dirá absolutamente nada.
A nadie le gusta perder el tiempo. Los recursos
económicos dedicados a las 47.470 reuniones celebradas por todo el
país sirven de muy poco si la música y la letra de los documentos
sigue siendo la misma; me quedo con la idea que 1.600.000 personas
han sido defraudadas porque se ha negado la posibilidad de adoptar
programas, medidas y modelos alternativos al comunista. Sería bueno
que se pudieran investigar con detalle las encuestas de ese Centro de
Estudios Sociopolíticos y de Opinión (CESPO), que junto a la
Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo, procesó
los resultados de las consultas. Me gustaría realmente saber si en
Cuba existe ese pluralismo característico de las sociedades
democráticas modernas, o al final, si las “5.146 propuestas
referidas a cambios de redacción y estilo que no modificaban el
contenido” realmente sirvieron para algo o cayeron en saco roto.
Un proceso burocrático, controlado por la
jerarquía comunista, y en el que se ha buscado la cantidad (48.320
propuestas tipo, organizadas en las categorías de: modificación,
adición, eliminación, y dudas) más que la pluralidad y la
diversidad. No es extraño que la conceptualización del modelo haya
sido la categoría que mayor número de propuestas recibió, con un
total de 34.991. Sería bueno, insisto, poder acceder a esa
información.
El resto de la historia que se recuenta en Granma
es la misma de siempre.
Ahora los documentos se llevan a la Asamblea
Nacional para que se aprueben. Al menos, el único que se sale con la
suya Raúl Castro que dijo en el III Pleno del Comité Central
que estos «son los documentos más estudiados, discutidos y
rediscutidos de la historia de la Revolución». Y yo añado, con
“orden, disciplina y exigencia”. Qué fatiga, qué cansancio.
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