Las dos publicidades en la economía castrista
Elías Amor Bravo, economista
Como todo lo que viene ocurriendo en Cuba en estos
tiempos difíciles, también hay dos tipos de publicidad. Una, la que
realizan con no pocas dificultades los pequeños emprendedores
privados que tratan de dar a conocer sus negocios. Otra, la de altos
vuelos y grandes presupuestos, como la que se realiza por Publicitur
y su socio EBM para el turismo. A estos dos casos se dedican sendos
artículos en Juventud Rebelde y Granma que vale la pena analizar.
La transición de la propaganda, una actividad en
la que el régimen castrista ha dado numerosas muestras de ser un
gran especialista, a la publicidad como instrumento de comunicación
a la sociedad, no va a resultar fácil, ni para el régimen, ni para
los cubanos, en general.
Básicamente, porque se trata de cosas distintas,
que responden a motivaciones diferentes y que se impulsan con
objetivos también dispares. No es extraño que la articulista de JR
se extrañe de que desde un almendrón se lancen papeles u octavillas
hacia la gente que pasea por una determinada zona concurrida. A más
de un disidente, por hacer algo de menor calado, lo han llevado preso
y ha sufrido condena por los tribunales revolucionarios. Al parecer,
sin embargo, esta técnica de promoción de lanzar octavillas se
encuentra bastante extendida y es utilizada por los distintos
establecimientos de los trabajadores por cuenta propia autorizados
por el régimen comunista, desde los peladores de fruta a los
paseantes de perros, pasando por los payasos o los paladades. Vaya
usted a saber.
En todo caso, es el emergente sector empresarial
privado ha hecho renacer la publicidad en Cuba. Esto no debe extrañar
a nadie. Las empresas, para dar a conocer sus productos y servicios a
los clientes, necesitan realizar campañas de comunicación, en las
que no sólo informan sino que tratan de obtener una respuesta del
mercado. En la economía de Cuba, estas prácticas, absolutamente
normales en cualquier país del mundo, presentan un bajo nivel de
desarrollo y se encuentran limitadas por la presión del régimen,
poco dado a favorecer esas libertades informativas.
De tirar papeles a la calle, a apostar por los
medios verticales, los anuncios en prensa o radio, e incluso en
televisión, como en otros países, hay un largo camino por recorrer
que no solo depende del conocimiento de las técnicas del marketing,
sino de la existencia de un marco institucional que permita la
realización de estas actividades. Eso en Cuba actualmente es
imposible.
Dejando de lado al régimen, incapaz de aceptar la
evidencia de que Cuba no es diferente del mundo, por mucho que se
empeñen, para que la publicidad pueda desarrollarse de forma
adecuada en la economía cubana resulta necesario atender a varias
cuestiones.
Primera, que exista libertad de elección. Por
desgracia en Cuba todavía existe una limitación muy notable en las
opciones de consumo que tiene la población y salvo las jerarquías
políticas o los que reciben remesas del extranjero, es muy difícil
poder ejercitar un poder de compra en libertad como en otros países
del mundo.
Segunda, que existan recursos para investigar el
mercado, analizar las necesidades y deseos de los consumidores y
diseñar productos y servicios para dar respuesta a los mismos, por
parte de las empresas privadas, habida cuenta que el estado comunista
ya dejó claro desde hace 57 años que está por el racionamiento y
la escasez. No es fácil obtener esos recursos cuando el sistema
bancario, por ejemplo, no concede préstamos para ello y los pequeños
empresarios no obtienen ganancias suficientes para invertir en
estudios.
Tercera, como se señala en el artículo, hay que
aprender un nuevo vocabulario, prohibido durante décadas por la
ideología comunista, perder el miedo a utilizarlo públicamente y
además ponerlo en valor. Me refiero a cosas como “atender a un
cliente, cómo brindar un producto con ética y profesionalidad, y de
respetar al cliente” materias en las que los empresarios cubanos
antes de 1959 eran expertos y muchos de ellos, al salir del país
rumbo al exilio pusieron en práctica dichas técnicas en los países
que los acogieron promoviendo las reglas de la publicidad más
profesional.
Esto por
cuanto se refiere al desarrollo lento y temeroso de la publicidad en
los pequeños negocios que abren los trabajadores por cuenta propia.
Porque en el otro extremo nos encontramos a la
poderosa empresa estatal, la Agencia de Comunicación Publicitur S.A.
que ofrece servicios integrales de promoción y publicidad al
Ministerio de Turismo y sus entidades en Cuba y el mundo, ocupándose
de los eventos más importantes del sector turístico, dígase la
Feria Internacional de Turismo (Fitcuba), la Feria Internacional de
La Habana (Fihav) o el Evento Internacional de Turismo de Naturaleza
(Turnat).
Granma nos desvela en otro artículo las andanzas
de esta agencia del régimen, para la que no existen límites en su
marco de actuación. El régimen castrista, su dueño, le ha
encargado en régimen de monopolio, “mejorar la imagen turística
del país y potenciar los atractivos sitios naturales, culturales e
históricos de un destino de extraordinaria belleza y seguridad, con
un pueblo culto y hospitalario”. Casi nada.
Para ello, Publicitur se pone en relación con
otra empresa, como EBM Marketing Solutions, compañía establecida en
Cuba en el 2004 con sede en España, para trabajar conjuntamente y
cerrar el paso a otras iniciativas competitivas. Incluye algún tipo
de peaje. En Granma lo mencionan explícitamente, “EBM se ha hecho
cómplice de la política cubana que defiende la estrecha relación
cultura-turismo y ha comprendido su importancia primordial para la
divulgación de la identidad del país hacia el mundo”.
EBM, que defiende la existencia de un marketing
específico para Cuba, suministra materiales para la venta con
destino final al turismo, desde las carpetas con obras de pintores
cubanos y souvenirs para el Museo Nacional de Bellas Artes y tiendas
del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos y de
Artex, a la comunicación digital para la Agencia de Turismo Cultural
Paradiso.
Estos dos artículos nos presentan la notable diferencia que existe entre la
publicidad valiente y aguerrida de los pequeños empresarios cubanos
que luchan por abrir un espacio en la agrietada economía de base
estalinista, con respecto al monopolio de Publicitur y su socio EBM. Entre las dos hay un gran
trecho en recursos, medios, apoyo institucional, etc...., un gap difícil de llenar que pone de manifiesto las notables
contradicciones de la economía castrista en este tramo final
de su existencia. Por citar un caso, ¿por qué Publicitur no empieza
a dar servicio a los pequeños empresarios?
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