Las CNA en la construcción y sus problemas reales
Elías Amor Bravo, economista
Un experimento detrás
de otro y ninguno sale bien. Granma se hace eco precisamente hoy, en
un artículo titulado “Pese a las fisuras, construir sobre sólidos
cimientos” en referencia a las llamadas cooperativas no
agropecuarias (CNA) de la construcción, una de las apuestas del
régimen para tratar de sacar al sector del estado de
postración y marasmo.
Vaya por delante que a
la hora de comparar entre la empresa estatal socialista y la nueva
cooperativa, por muchos problemas que presente esta nueva “forma de
gestión”, mi preferencia está muy clara. Las cooperativas, aunque
puedan estar sometidas al control del régimen comunista, dirigidas por miembros
de este partido y como se tendrá ocasión de exponer, aprisionadas
por las trampas de los gestores estatales de la economía, presentan
numerosas ventajas con respecto a los paquidermos socialistas que
solo pueden funcionar recibiendo subsidios del estado por su marcada
ineficiencia y baja competitividad.
Granma
destaca que ya son 68 las cooperativas no agropecuarias de la
construcción que funcionan en el país. Los datos son elocuentes de
la forma que los cubanos tratan de recuperar el control de la
economía. El 62% de las CNA hoy constituidas corresponden a los
servicios técnicos, personales y gastronómicos; el siguiente cerca del 17%, está vinculado a las actividad
constructora.
El proceso de
actualización del modelo económico y social cubano, con los
llamados “lineamientos” ha dado vida a estas iniciativas que
luchan por ofrecer bienes y servicios en condiciones de precio y
calidad competitivas a los ciudadanos. En el caso concreto de la
construcción, y pese a su número reducido, Granma constata que su
existencia ha servido para “revitalizar un sector que durante años
ha sido blanco de críticas por los retrasos en la ejecución de las
obras, la obsolescencia tecnológica, los problemas de control de la
calidad, así como el desvío de recursos y materiales”. Casi nada,
y eso lo dice el diario oficial del régimen. Imaginemos lo que
podría ocurrir si existieran empresas privadas libres.
El artículo de Granma
observa numerosas ventajas de las cooperativas respecto de las
empresas estatales. Qué lástima que no lo hubieran visto en 1967
cuando la llamada “ofensiva revolucionaria” destruyó lo que
quedaba del capital privado de la nación. En esencia, “las
cooperativas poseen una infraestructura más nómada que les facilita
acceder con eficiencia a pequeñas obras y desarrollar acciones de
rehabilitación y mantenimiento, al tiempo que ganan en buenas
prácticas y notoriedad”, “son una fuente que genera nuevos
puestos de trabajo, mejoran las condiciones de vida de los socios y
sus familias a partir del incremento de los ingresos personales, así
como contribuyen al presupuesto del Estado”. El enunciado no puede
ser más claro.
Según datos de Granma,
procedentes del Ministerio de la Construcción (Micons), las CNA del
ramo ingresan anualmente al presupuesto por concepto de impuestos
sobre ventas y utilidades 519 millones CUP, en tanto otros
impuestos y contribuciones de la contratación recaudan 51 millones CUP.
El negocio no puede ser más redondo.
En tales condiciones,
cabe preguntarse cuáles son los problemas de este sector
incipiente que tantas ventajas aporta a la economía. Granma presta
atención al mercado mayorista, de propiedad estatal, que, como en
otras muchas actividades que se han ido privatizando, ejerce un
control absoluto para frenar su crecimiento y dinamismo.
Es cierto que las CNA
de la construcción, al igual que las empresas estatales, pueden
adquirir los materiales en las distintas comercializadoras que
existen como Cimex, Almacenes Universales (AUSA), el Grupo
Empresarial de la Industria Sidero Mecánica (Divep), Escambray,
Acinox, entre otras, pero la diferencia está en la formación del
precio. De ese modo, ante la ausencia de mercado libre que regule
oferta y demanda, la ley señala que el precio mayorista de las
cooperativas se conforma a partir del minorista, menos un 20%.
El ejemplo llama la
atención. La empresa estatal está autorizada a comprar un metro de
arena en la industria de materiales de la construcción y le cuesta
aproximadamente 20 o 26 CUP. Sin embargo, la CNA como persona
jurídica tiene que comprar ese mismo metro de arena a 180 CUP, que
es el precio referencial del Ministerio del Comercio Interior, al que
se le aplica un descuento del 20%.
El lío aumenta más
aún, ya que como consecuencia de la dualidad cambiaria, la empresa
estatal socialista aplica el cambio de 1 CUC por 1 CUP, mientras que
las cooperativas, en los mercados mayoristas, operan al precio de las
casas de cambio (Cadeca), o sea, 1 CUC por 24 CUP. Los gastos por
materiales se contabilizan a precios distintos en cada una de estas
formas de gestión. No existe un precio de mercado único. Así,
¿cómo se puede funcionar con eficacia?
Además, si el precio
ya es un inconveniente, las cooperativas en la red mayorista,
tropiezan con el problema de las cantidades a su disposición, es
decir, la oferta. Y ahí la competencia es feroz. Cierto es que
cuando una CNA de construcción trabaja para el sector estatal en
proyectos priorizados como obras sociales, educación, salud y
vivienda, tiene preferencia en la compra de los recursos, en la mayor
parte de casos, se tiene que poner a la cola y esperar lo que incide
en la viabilidad de sus trabajos.
En suma, precios
impuestos, cantidades fijas, condiciones de los mayoristas que no se
pueden negociar, ausencia de alternativas para elegir, incumplimiento
de contratos de proveedores, impagos, ausencia de equipamientos
(grúas, güinche, compresores y maquinarias para el movimiento de
tierra), la falta de transporte propio (las cooperativas no pueden
comprar vehículos a los ciudadanos), las dificultades para la
contratación de trabajadores, configuran un escenario complejo y
difícil sobre el que también recae la presión de los ciudadanos
que utilizan la fórmula de “esfuerzo propio” para construir o
rehabilitar sus casas. Como la oferta de materiales de construcción
no aumenta al mismo ritmo que la demanda, el caos es total.
Algunos piensan que
estos problemas se podrían solucionar si las CNA se integrasen en el
plan de la economía. Conociendo las deficiencias de la planificación
estatal, no parece que se trate de una solución adecuada. Lo cierto
es que, pese a que “las cooperativas de la construcción han dado
significativos pasos en estos últimos años en cuanto al despliegue
de una fuerza de trabajo que amplía las alternativas para las
empresas inversionistas del país” el régimen no da facilidades.
Al contrario. La acción inspectora del Micons se ha lanzado a
detectar lo que denominan “deficiencias asociadas a la elaboración
de los contratos, específicamente, a la hora de definir el alcance y
objeto de los proyectos a ejecutar, los cronogramas de entrega, así
como los elementos utilizados para calcular el presupuesto de la
obra” unido a otros problemas no menos relevantes como “la falta
de capacitación de los socios y de formación especializada de los
trabajadores” en un país que hace alarde de poseer uno de los
mejores sistemas educativos del mundo.
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