Carta abierta a Leyanis Isabel Zorrila Romero
Elías Amor Bravo, economista
Me veo en la obligación de matizar algunas de sus
afirmaciones contenidas en el artículo “Cuba: el futuro económico
está escrito” y publicado en Cinco Días, hoy 12 de abril. Mal
empieza, al definir “los escenarios de continuidad y gradualidad en
la política económica en Cuba” porque créame, ninguno
de los dos han dominado la gestión de las políticas públicas en
materia de economía. Se han puesto en marcha medidas que han sido
retiradas urgentemente por presiones comunistas, y viceversa. Lo que
realmente caracteriza la situación es la incertidumbre y la obsesión
por ganar tiempo.
No es cierto que en Cuba haya una “legislación
garantista, para hacer compatible la economía de Estado y la gestión
privada de importantes espacios socioeconómicos”. La
legislación castrista no es garantista de
nada, por cuanto coloca
al estado por encima del ciudadano. La Constitución prohíbe
los derechos de propiedad. Las libertades políticas no existen. De
momento no se ha abierto ningún espacio socioeconómico importante,
tan solo escenarios de propaganda como la Manzana de Gómez y el
lujo, que excluyen al pueblo cubano.
En cuanto a la afirmación que “la desfiguración
de la realidad por motivos meramente ideológicos resulta lesiva para
los intereses de los empresarios e inversores que ven una oportunidad
de negocio solvente en Cuba”, quiero decir que
si
hay
alguien
desfigura la realidad por motivos ideológicos es el régimen y el partido
comunista dirigente,
que quieren situar a Cuba en un escenario político ajeno a la
sociedad occidental, al mundo y a la propia historia de Cuba desde su
nacimiento como nación. Ese modelo llamado la “revolución” ya
no tiene justificación y es un factor limitante de los negocios en
Cuba y de las libertades públicas.
Tampoco
es cierto que “la
desaparición de Fidel Castro no tiene incidencia directa en el
proceso de apertura de la economía cubana”, o
que “desde 2000 en el país se ha venido
desarrollando paso a paso el paradigma de cambiar
lo que debe ser cambiado”.
La desaparición física
de Fidel y Raúl Castro es condición necesaria, pero no suficiente,
para los cambios. Cuando finalmente el menor de los hermanos Castro
deje este mundo
se producirá el detonante de los cambios, si es que la orfandad
ideológica comunista no es capaz de aportar una justificación a su
continuidad. Ha ocurrido en otras dictaduras unipersonales a lo largo
de la historia y en Cuba no tiene por qué ser diferente. Puede
tardar más o menos, pero acabarán llegando los cambios. Hoy por hoy
es imposible porque los núcleos de poder del régimen permanecen
intactos e incluso se han reforzado en los últimos años.
Por otra
parte, los llamados “Lineamientos” no son una política económica
en el sentido que se conoce este término por los expertos sino un
enunciado semi voluntarista de ideas y propuestas sin concreción monetaria y presupuestaria que
dejan al régimen todo el poder para realizar los cambios a su
antojo, tiempos, magnitud e incluso dirección y sentido.
De
igual modo, el
proyecto de conceptualización de
2016 tampoco es un programa al uso, sino tan solo
una marcha atrás en el proceso de reformas iniciado tímidamente en
2008, provocada por las presiones del ala comunista más
reaccionaria. El conglomerado estatal de empresas y negocios
vinculado con la seguridad del estado presiona para la apertura al
exterior, pero los comunistas aún concentran poder ideológico, una
rémora para el futuro de Cuba.
En “cuanto al papel primordial de la propiedad
socialista, base actual del sistema; pero abre
el escenario económico a la propiedad privada”
es falso.
En Cuba la propiedad privada, su acumulación, reparto y crecimiento
siguen estando prohibidas por la legislación, y el propio Raúl
Castro lo ha dicho en reiteradas ocasiones: la economía gira
alrededor de la empresa estatal socialista. Además, las medidas que
introduce el gobierno, fiscales, tributarias, administrativas van
dirigidas a evitar la acumulación de riqueza por los empresarios
privados.
Por lo que “respecta al reconocimiento de las
empresas que abre la posibilidad de sinergias y complementariedad con
otros actores del entramado jurídico”, tampoco
es cierto. En las
condiciones actuales, ni siquiera se utiliza el término convencional
de empresas, sino que se habla de “nuevas formas de propiedad”. Usted misma lo utiliza en su artículo, como si el término empresa no pudiera entrar en el ámbito de la libertad económica en Cuba.
Tan solo el reconocimiento de actividad privada está limitado a los
trabajadores por cuenta propia y se restringe de forma notable su
modelo de actuación y su número total. Nada que ver con el resto
del mundo. No se debe confundir a nadie con esta cuestión.
La realidad es que en ningún
caso, los emprendedores privados en Cuba pueden desarrollar
libremente los principios de acumulación, crecimiento de la riqueza
y logro de escala eficiente propios de la actividad empresarial. Los
“propietarios” en Cuba son meros gestores sin capacidad sometidos
al control del estado, del partido y a una tutela jurídica que penaliza cualquier
comportamiento no autorizado por el régimen.
En
cuando “al papel
de las formas de propiedad vinculadas a la inversión extranjera
directa,
reconociendo su potencialidad como fuente de desarrollo y vía de
acceso a capitales, tecnologías, mercados y experiencia gerencial,
para la solución de los importantes desequilibrios estructurales del
país”, tengo que afirmar que
la realidad
es que la inversión
extranjera no puede formalizar acuerdos con los empresarios privados
cubanos, lo que impide transferencia de tecnología y capitalización
de conocimientos en beneficio de la actividad privada por cuenta
propia. Es una limitación importante.
Experimentos
en curso “como la Zona
Especial de Desarrollo del Mariel, la Cartera de oportunidades
de Inversión por sectores priorizados, el
trabajo
del Estado
en la eliminación de trabas burocráticas”, no
han conseguido movilizar
interés internacional en Cuba como consecuencia de la reserva por el
estado de la llamada “acción de oro” en todos los proyectos y
ocupar el 51% del capital y la capacidad de decisión. Las
inversiones extranjeras llegan a cuenta gotas y se encuentran con
numerosas barreras legales y administrativas. No hay simplificación
burocrática alguna, más bien todo lo contrario. Hasta se han fijado
impuestos sobre los salarios de los trabajadores en empresas de
capital extranjero distintos al resto. Un
ejemplo final, la
“Cartera de oportunidades
de inversión” no
refleja la realidad económica del país sino aquellas actividad que
prioriza el régimen para captar capital extranjero en su propio
beneficio.
Por otra parte, la afirmación que “la
seguridad jurídica del inversionista se ha venido garantizando
mediante la existencia de un compromiso estatal positivado”,
tampoco es cierto.
Existen numerosos episodios de inversores extranjeros que se han
visto obligados a abandonar sus proyectos por distintos motivos que
nada tienen que ver con la seguridad jurídica. La inversión
extranjera se encuentra con graves problemas de financiación de la
contraparte, la ausencia de mercados financieros y crediticios internos, la obligatoriedad
en la contratación de trabajadores y lo que es peor, la repatriación
de beneficios no es libre y debe ser autorizada por el control de
cambios ejercido por el Banco central. En última instancia, la
expropiación sigue estando en el texto constitucional que está por
encima de la ley de inversión extranjera. Los inversores acaban
perdiendo interés en las inversiones u cierran sus negocios.
Se afirma igualmente que “la
disponibilidad del derecho de los inversionistas
–salvo limitadas excepciones– de pactar el foro donde
dirimir los conflictos y los disímiles acuerdos de promoción y
protección recíproca”, pero la realidad es que los
arbitrios siguen siendo impracticables, porque la separación de
poderes no existe en Cuba y los tribunales populares son marionetas
al servicio de los comunistas.
Por
último, en relación con la economía cubana no conviene
distorsionar la
realidad ni pecar de
exceso de voluntarismo.
La prudencia es buena
consejera. La
realidad es que no es
posible que la economía y la sociedad cubana se transformen con el
paradigma normativo del régimen, y eso es más que evidente. Se
trata de un callejón sin salida que aumenta la incertidumbre con
respecto al futuro.El ejemplo más evidente: Cuba está en recesión desde el segundo semestre del año pasado, y todo hace pensar que el actual no será mejor y que conforme avance el año, los ajustes ya anunciados menguarán más las cifras de crecimiento. Eso si, la culpa será del embargo. Seguro.
Las leyes
poscastristas no sirven para crear las condiciones para la libertad
económica, la flexibilidad de los agentes económicos y la
eficiencia de la economía. Consagran un sistema dual en la economía
que impide una articulación de los mercados. Nada de lo que se ha
hecho en los últimos años es útil para enderezar la economía
nacional. Los cubanos lo saben y por eso quieren ideas claras y
rapidez. Algo que el régimen, empeñado en ganar tiempo, no va a
conceder.
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