Las transformaciones estructurales de la economía cubana en 2019
Elías Amor Bravo, economista
Tras la
intervención del ministro de economía en la Asamblea Nacional del pasado 17 de
diciembre, la Oficina Nacional de
Estadística e Información de Cuba, ONEI, ha publicado el cuadro macroeconómico
correspondiente al año 2019, casi un año después.
Aunque ya se
disponía alguna información de los principales agregados, se puede al fin
contrastar las distintas magnitudes que ayudan a entender el estado de la
economía cubana hace un año.
2019 fue un
ejercicio controvertido en el que, conforme iban avanzando los meses, la
situación de la economía iba en franco deterioro y acabó cerrando el año con
una caída del PIB del -0,2%, un resultado mucho peor que en 2018, que tampoco
fue un año de crecimiento espectacular, tan solo un 2,2% pero que visto en perspectiva
se antoja un éxito comparado con las cifras actuales.
El descenso del
PIB en 2019, en clara recesión, significó desde el punto de vista sectorial y
de las actividades económicas, una notable variabilidad en los ritmos de
crecimiento medidos en precios constantes.
Conviene destacar que la economía cubana, con los medios de producción en manos del estado, deja un espacio muy reducido para la actividad privada, que supone apenas el 30% de la ocupación total. No obstante, para analizar la contribución al PIB de la actividad estatal y la privada puede ser útil agrupar las 19 actividades de la clasificación sectorial de ONEI en dos grupos.
El estatal o presupuestado se encuentra
integrado por: administración pública, defensa y seguridad social, ciencia y
tecnología, educación, salud pública y asistencia social, cultura y deporte,
otras actividades de servicios comunales y derechos de importación.
Las restantes actividades, siendo de titularidad estatal, se orientan más a la demanda de mercado como agricultura y ganadería, pesca, explotación minas, el azúcar, la manufactura, construcción, comercio, hoteles y restaurantes, transportes, intermediación financiera y servicios empresariales.
Si se analizan estos dos segmentos, el
primero supone un 34% del PIB mientras que el segundo alcanza el 66% restante.
Si se analiza la evolución de los dos segmentos entre 2018 y 2019 en precios
constantes, el primero, el estatal presupuestado creció un 4,5%, mientras que el
segundo, el orientado al mercado, decreció lo mismo que el conjunto de la
economía, -0,2%.
Esto permite
obtener una primera conclusión: la economía cubana no creció en 2019 pese al
efecto arrastre del sector estatal presupuestado que sí que lo hizo, y de forma
intensa. Esto significa que se vuelve a confirmar que hacer que crezca el sector estatal no garantiza lo mismo para el conjunto de la
economía. Las políticas económicas que consiguen que la economía crezca, y con ello el empleo y la riqueza, deben orientarse a las ramas de actividad orientadas al mercado. Sin ese enfoque, los resultados no serán positivos, como ocurrió en 2019.
Los indicadores de
crecimiento sectorial y por actividades, oscilan entre el crecimiento de la
industria azucarera que alcanzó un 31,5% (un dato que obedece a un rebote, ya
que el año anterior había disminuido un 43,7%) seguido de la salud pública y la
asistencia social, con un 7,9%, y de las actividades de servicios comunales,
asociaciones y personales, con un 5,4%. Los hoteles y restaurantes, con un 3,2%
se descuelgan de este grupo de actividades “motoras” de la economía cubana en
2019, que representan la quinta parte del PIB, un 20,5% del total.
En el extremo
opuesto, los mayores descensos de producción tuvieron lugar en actividades como
la explotación de minas y canteras con un -14,5% (destinado a la exportación);
le siguió agricultura ganadería y silvicultura, con una caída del -12,4% y
pesca con -11,7%, el eterno problema de los alimentos. Fue significativa,
igualmente, la caída de la producción en la industria manufacturera, con un -7%
y del comercio, -4,8%. Estos sectores y actividades representaron el 32,5% del
PIB por lo que tuvieron un efecto arrastre sobre el mismo.
Adicionalmente, la
construcción estancó su ritmo de crecimiento de la producción, con un 0,4% y
los servicios empresariales crecieron solo un 1,3%, los transportes algo más
dinámicos, crecieron un 2%. En cuanto a actividades estatales, la educación
creció solo un 0,1%, la cultura y deporte un 1,8% y la ciencia y tecnología
decreció un -2,4%, corrigiendo un alza del año anterior. El suministro de
electricidad gas y agua interrumpió sus crecimientos de años anteriores, con
una caída del -0,6% y la intermediación financiera en pleno proceso de
modernización, cayó registrando un porcentaje similar, -0,6%.
En términos de precios, y atendiendo a la información que proporciona el deflactor de cada una de estas actividades y sectores, se destaca el fuerte incremento de precios de la industria azucarera un 85,8% en este ejercicio de rebote con respecto al año anterior. Descontado este resultado “anormal” conviene tener en cuenta los aumentos de precios en servicios proporcionados por el gobierno (una vez más resultado de las elevaciones de salarios) como educación, con un 22,8%, y ciencia y tecnología con un porcentaje de aumento del 22,7%.
A más distancia, administración pública defensa y seguridad social vio crecer un 11,5% sus precios, un porcentaje similar al de minas y canteras, con un 11,6% en este caso, agravado por la reducción de la producción. En la agricultura el deflactor no se quedó a la zaga, con un aumento del 9,2%. Tan solo se observan descensos de precios en Transportes, un 5,5% y en salud pública con un 4,3%.
La
variabilidad de los precios por sectores y actividades es mayor que la
observada en las producciones, lo que indica que los esfuerzos del gobierno por
topar y controlar los precios están muy lejos de producir los resultados
buscados en términos de estabilidad. Las tensiones inflacionistas están
presentes como consecuencia de las limitaciones de oferta, el descontrol fiscal
y monetario y la deficiente intervención del estado en la economía. Topar precios no resuelve nada.
La distribución
sectorial de la economía cubana en 2019 ha situado al comercio y reparación de
objetos personales como la actividad más importante en términos de producción
absoluta y relativa alcanzando 19.288 millones de pesos que suponen el 18,7%
del total, seguida de cerca por salud pública y asistencia social, con un
importe de 18.149 millones de pesos, un 18,4%. Las dos posiciones sectoriales
de cabecera se ven alteradas si en vez de precios corrientes se utiliza la
estimación de la producción en precios constantes, en cuyo caso, la actividad
de salud pública y asistencia social ocupa el primer puesto con 10.561 millones
de pesos, y comercio y reparación de objetos el segundo, con 10.249 millones de
pesos. En adelante, las referencias se harán a las magnitudes en precios
corrientes.
En tercer lugar,
la manufactura (excepto el azúcar) alcanza un importe de 12.165 millones de
pesos, el 11,7% del total, y en cuarto se sitúa la construcción con 10.382
millones de pesos, el 10% del total. Estos cuatro sectores o actividades, de un
total de 19 seleccionados por la estadística oficial, representan el 58,8% de
la economía, con un peso relativo superior al que presentan en otros
países.
Un dato a tener en
cuenta en la distribución sectorial es que la agricultura ganadería y
silvicultura cubana, con una producción de 3.497 millones de pesos, un sector
esencial para la alimentación de la población, alcanza una cifra de producción inferior a la
obtenida por la administración pública, defensa y seguridad social, que llega a
3.897 millones de pesos. La agricultura es desbancada en la clasificación de
actividades económicas por la administración pública, y no tardará mucho tiempo
en ser superada por otra actividad presupuestada, cultura y deporte, que
alcanzó en 2019, 3.325 millones de pesos (en precios constantes ya lo ha
hecho).
Desde esta
perspectiva, la economía cubana se presenta como una economía de débiles bases
estructurales, con un sector primario de reducidas dimensiones en su
contribución al PIB, apenas representa un 3,7%. El sector secundario alcanza el
18,4% y el sector terciario que representa el 77,9% restante. Y dentro de este
último, una actividad la salud pública y asistencia social, financiada con
cargo al presupuesto, representa el 23,9%; el comercio, el 23,2% y transportes
almacén y comunicaciones, el 14%.
Estos resultados
se traducen en que la productividad de los distintos sectores de la economía,
en precios constantes, arroja los siguientes resultados: frente a una media de
100, el sector primario se queda en un 20,7%, el secundario alcanza un 115,5 y
es el terciario el que registra un mayor nivel con un índice de 128.
El análisis
confirma que la economía cubana, con sus deficiencias estructurales, ha
completado una transición desde los sectores, primario y secundario, al
terciario, que se encuentra directamente relacionado con el peso de las
actividades del estado en la economía: el 63,8% del PIB corresponde a los
gastos del presupuesto del estado. Un porcentaje que quintuplica a la media de
países de América Latina y se aleja del registrado en otros países de nivel de
desarrollo superior.
Este escenario estructural fue el que presenció la llegada a la economía cubana del escenario crítico de la pandemia, provocada por el COVID19 a partir del primer trimestre de 2020. Las tendencias que se venían presentando, en concreto en el sector agropecuario y las actividades exportadoras y de servicios, que ya eran claramente negativas han debido agravarse durante la recesión.
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