Pero la economía cubana, ¿va bien o va mal?
Elías Amor Bravo, economista
En Cuba, la información estadística para
el seguimiento y análisis de la economía es materia reservada, digamos, alto
secreto de estado. El analista económico, que en cualquier otro país cuenta con
abundante y variada información para realizar una evaluación objetiva e independiente
de los hechos económicos en Cuba, se tiene que conformar con las migajas que
suelta el ministro de economía cada vez que acude invitado al programa de Randy
“Mesa redonda”.
De esto va la presente entrada del blog.
Hace unos días, el ministro Gil acudió a hablar de las tiendas en MLC para
justificarlas como una “medida revolucionaria” y también ofreció sus propios datos sobre
el estado de la economía, y una primera impresión del estado actual de
implementación de la llamada Estrategia Económica y Social para enfrentar la
crisis.
Y se puede afirmar que fueron “sus datos”
porque en ningún momento se pudo calibrar la dinámica de la economía, de forma objetiva. Que conste
que este déficit de datos no es un problema de los estadísticos cubanos de ONEI, que hacen su trabajo, sino
de un gobierno que “oculta” la información e impide conocer el estado real de la economía,
que de buen seguro es muy negativo (todavía no han facilitado los datos del ejercicio de 2019) lo que agranda las dudas e incertidumbres
asociadas a una nefasta gestión de las políticas públicas. A los hechos cabe
referirse.
El ministro empezó diciendo que la
producción agropecuaria es "la principal prioridad dentro de las 16 áreas clave
identificadas en la nueva estrategia”, pero sin indicar cuál es la situación
actual. Las publicaciones estadísticas semestrales y trimestrales de la agricultura han desaparecido. Tan solo se limitó a las medidas y “experimentos” que
nunca acaban dando resultados, como el “diseño de una política para la
recuperación gradual de la ganadería bovina”, o la "reorganización de la
actividad empresarial estatal en el sector agropecuario, que plantea el vínculo
con las diferentes formas de gestión, el perfeccionamiento de la actividad de
servicios de esas entidades y el fomento de los polos productivos”. Cuántas
veces se le ha explicado que la solución no reside en el perfeccionamiento,
sino en cambiar el régimen jurídico de derechos de propiedad.
Después volvió al mismo asunto de
siempre: la importancia del Plan de la economía y del proyecto de Ley del
Presupuesto del Estado para el próximo año. Dos documentos que consumen numerosas horas
de trabajo para luego ser totalmente ineficientes y no ser capaces de alcanzar
los objetivos y realizar una gestión ordenada de los gastos e ingresos
públicos. Por cierto, ni un dato de los presupuestos, y dijo que habrá que esperar
al 16 de diciembre para su presentación en la Asamblea. Ni una primicia. Esperamos.
Todo este esfuerzo de intervención y
control estatal de la economía se ha realizado, según el ministro, en un escenario
de “incertidumbres y tensiones en la economía, no solo de la cubana sino a
nivel internacional”, pero a diferencia de otros países y organismos, como la
OCDE, que se muestran mucho más cautos con sus previsiones, el ministro Gil dice estar convencido de que “vamos a
disponer de instrumentos de conducción de la economía que nos permitirán
avanzar sin improvisación y con flexibilidad”. Parece mentira que tras una
historia de fracasos del modelo social comunista, todavía sigan creyendo que es
viable. Y siempre, por supuesto, sin datos.
Llegados a este punto, lo único razonable que dijo
el ministro es que” la pandemia es un problema no superado” y que el
principal reto es cómo sintonizar los avances de la economía con las mejoras en
los indicadores sanitarios y viceversa. De lo que no cabe duda es
que Cuba, muy dependiente en divisas del turismo y las exportaciones, está teniendo
dificultades mayores que otros países para remontar la crisis de la pandemia,
de modo que el tránsito a la normalidad de este año y del próximo, y tal vez el
siguiente, no permitirán a la economía recuperarse hasta bien entrado 2023 o 2024.
Malos presagios, sin duda. El régimen tiene experiencia en la digestión larga de crisis, como ocurrió en el "período especial" que se necesitó más de una década para recuperar los niveles perdidos en 1993.
Lo cierto es que en este punto, y tal
vez con escasa convicción, el ministro dijo que “tenemos cierta recuperación,
aún leve, y que el tercer y cuarto trimestre del 2020 tendrán un
crecimiento ligero de la actividad económica con respecto al primero y al
segundo”. Que en términos de análisis económico es lo mismo que decir nada y se
limitó a recordar que de todo ello se informará a la Asamblea Nacional el día
16.
Luego dedicó parte de su comparecencia a
presentar lo que llamó avances en la descentralización gradual del mecanismo de
asignación de divisas en la economía contraponiendo los conceptos de
planificación centralizada con asignación centralizada de recursos. Un galimatías
al que ya hemos hecho referencia en este blog en entradas anteriores y que
carece de interés. La defensa a ultranza que se hace de la planificación
centralizada en la economía cubana, frena la iniciativa y la toma de decisiones
libres y autónomas de los agentes económicos, decisiones que cuando se orientan
por el objetivo de la rentabilidad y del crecimiento, pueden llegar incluso a
penalización. Por ello, mientras que esta presión indolente del régimen comunista sobre los agentes
económicos no se suprima, de nada sirve que, por ejemplo, las divisas se
asignen de forma descentralizada.
El ministro dijo que el nuevo sistema de
asignación de divisas, aprobado como parte de la estrategia, ya está
implementado en 180 empresas, y cómo no, anunció la corrección inmediata de “desviaciones”
que habría que resolver sin referirse demasiado a, en qué consisten esas desviaciones.
Nos lo podemos imaginar. Hay dudas, como dijo el ministro, que la asignación de
divisas por este método sirva de algo o pueda dar beneficios a las empresas. Ni
siquiera para las que se encuentran en la Zona de Mariel, donde estos incentivos
se han exprimido al máximo para atraer capital extranjero, por cierto con pocos
resultados concretos, y con ello, se han creado notables asimetrías con las
empresas extranjeras que operan en otras zonas del país.
Estuvo acertado el ministro al reconocer
que las relaciones de las empresas estatales con las del Mariel no se basan en
una “resolución”, sino que tiene que hacerse por la propia relación empresarial.
Pues bien, debería preguntarse por qué ello no ocurre de forma espontánea en Cuba.
Ciertamente, el ministro dedicó una
parte importante de su comparecencia a explicar las interrelaciones económicas
que se generan en la Zona del Mariel, y cabe preguntarse a qué cubanos espectadores
del programa de Randy, pueden interesar estas reflexiones estratégicas, sobre
la disponibilidad de divisas, la política de exportación, los contactos internacionales
o la financiación de capitales. Y no deben interesar estas cuestiones, porque
los cubanos de a pie, son excluidos por su gobierno de este ámbito de negocios
en el que solo pueden participar las empresas estatales con las extranjeras. Lo
dicho, el ciudadano de Alquizar o de San Antonio de los Baños le interesan mucho
más otras cuestiones económicas, que el ministro ni aludió.
Otro asunto de escaso interés para la audiencia
fue la explicación sobre la necesidad de buscar mayor autonomía de la
empresa estatal, y dar más flexibilidad y apertura en el sector no estatal de
la economía para que todos los actores económicos se desempeñen en similares
condiciones, y subrayo la frase del ministro en este punto “actores no iguales
pues los contextos son diferentes, pero similares para que existan encadenamientos
entre ellos”.
Este fue el momento elegido para resaltar
las ventajas del ordenamiento monetario y cambiario, que según el ministro
contribuirá a encaminar soluciones, como por ejemplo “la posibilidad de generar
un entorno más favorable para los encadenamientos entre los diferentes
actores que operan en el modelo económico cubano”. Reconoció, sin embargo,
la existencia de déficits de ofertas en alimentos y medicamentos, y también que
lograr esos encadenamientos no se consigue en dos o tres meses. Tiene razón,
pero con las políticas en curso, lo grave, es que no se conseguirán tal vez
nunca, y no es un problema de falta de divisas.
Los espectadores que aguantaron hasta
este momento tuvieron la ocasión de conocer, de voz del ministro, algunas
previsiones para 2021.
Explicó que se espera un crecimiento
gradual de los niveles de oferta en moneda nacional, lo que es lógico si
finalmente se elimina el CUC. La cuestión es si esa oferta en CUP se puede adquirir
por la población, a los precios que tendrán tras la unificación. No parece que
el ministro tenga respuesta para ello.
Señaló como prioridad para 2021 “continuar
con la implementación de la estrategia económico y social, y sus 300
medidas para aumentar la producción nacional de alimentos, incrementar las
ofertas y lograr un equilibrio monetario en el país a la vez que se potencia el
desarrollo local, y aumentan las
exportaciones”.
Un escenario virtuoso que el ministro
sabe, que ni en el mejor de sus sueños, se va a conseguir, teniendo en cuenta
que la economía no está saneada, que los desequilibrios (déficit, inflación,
falta de competitividad) se han visto agrandados por la pandemia, y que la
unificación monetaria y cambiaria, lejos de resolver los problemas, los puede
agrandar de forma desproporcionada. Sobre todo, si los salarios lejos de
corregir las alzas de precios encaminan la economía a una espiral de precios y
salarios que genere una inflación de dos dígitos, que acabe provocando ese
temido estallido social que no quieren las autoridades.
En lenguaje populista el ministro
anunció que “tenemos que hacer una arremetida contra el incremento injusto de
precios sin justificación”. Y si bien es casi seguro que en este punto
debería estar pensando en los productores agropecuarios o los carretilleros, tendría
que saber que el principal responsable de las tensiones de precios que sacuden
a la economía cubana en este momento es su propio gobierno, por los incrementos
de salarios al sector presupuestado a mediados del pasado año, el aumento de la
cantidad de dinero en circulación que no se frena y ya está en el 28% del PIB,
en la baja productividad de todos los sectores y sobre todo por la incertidumbre
que sus política económicas están creando en la población. Si quiere un responsable
de los aumentos de precios, nadie mejor que él.
O sea , que van a privatizar a lo duro, pero sin ningún tipo de control, fiscalizacion o licitación ...ummm esto me huele a corrupción pero de la salvaje.
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