Atacar al comercio no es el camino correcto
Elías Amor Bravo, economista
El paisaje comercial.
que se describe en un artículo de Granma titulado “Una mirada a la sinrazón de
los altos precios” en el que se hace referencia a un discurso incendiario del presidente de la Asamblea Nacional, Esteban Lazo, en que dijo que “es preciso
desterrar los egoísmos y la búsqueda exclusiva del beneficio personal que mueve
a algunos a pescar en el río revuelto de las necesidades de la mayoría,
subiendo abusivamente los precios”, es atroz, pero si hay un responsable del
mismo, este no es otro que el gobierno cubano y su modelo social comunista.
Las colas eternas, “los
ceños de los consumidores que permanecen fruncidos y los labios que se aprietan
más de lo normal, mientras los pulmones exhalan resignadas molestias” son los
rasgos que golpean diariamente a la demanda que no experimenta mejora alguna en los procesos
de compra.
Al otro lado, desde la
oferta comercial, se describe en el artículo una supuesta “indiferencia a la
atmósfera que suscita, un vendedor explora de reojo, minuto a minuto, los
alrededores de su punto de venta, como para evitar cualquier presunta sorpresa”.
La tensión descrita en
estos términos en el comercio cubano, no se observa cuando alguien va a comprar en Madrid, Lisboa o
Hialeah. Por favor, si alguien experimenta estas sensaciones, estaré agradecido
que lo comunique en este blog.
El acto comercial no se
basa en el cabreo, la desconfianza, la tensión, que ocurre en Cuba tal y como
se describe en el artículo de Granma, sino que es una actividad placentera,
para disfrutar en familia sabiendo de antemano que todo aquello que se desea se
puede conseguir y regresar a casa después sabiendo que, al día siguiente o cuando
se desee volver a comprar, habrá de todo nuevamente.
¿Se ha preguntado Granma
si esas condiciones se presentan en el comercio cubano?
No. Al parecer, todavía es
mucho peor, ya que “el listado de precios está disimulado u oculto en algún
rincón (…) para que el astuto mercader tenga mayor margen de maniobra ante la
incursión de una autoridad que, talonario en mano, pudiera depararle una
jornada sin excesos de plusvalía”. Mira qué casualidad, en las economías de
mercado libre los precios no sólo están situados de forma conveniente en los
productos, sino que los “mercaderes” astutamente ponen los precios en carteles bien
grandes para que el consumidor observe las ofertas y tome las decisiones de
forma conveniente. Aquí nadie oculta nada, incluso en las rebajas los precios
aparecen bien grandes.
Dice Granma que en el
comercio cubano, “si alguien en voz alta pregunta cuánto vale un producto,
recibirá como respuesta el silencio; esa información en colectivo no se
difunde; el cliente la recibirá casi como un secreto al momento de pagar su
compra”. ¡Qué cosas! Aquí en el mundo libre, los precios se publican en
catálogos, en carteles, el vendedor informa amablemente, incluso cuando hay
rebajas para que el consumidor pueda analizar lo que se puede ahorrar.
Pero Granma sigue
descalificando al comercio cubano cuando señala que “perplejo quedaría hasta el
mismísimo Newton ante el hecho de que en Cuba los precios de no pocos productos
contradicen la ley de la gravedad con la misma irreverencia que desafían
disposiciones legales, a contrapelo de reiteradas, enérgicas e inequívocas
exigencias por parte de la dirección del país de frenar la abusiva práctica”.
Insisto, en la economía de mercado, todos los años tenemos rebajas en invierno y
verano que aprovechamos para comprar de todo, y continuamente, nos llegan las campañas
comerciales y de marketing que permiten constatar como cambian los precios, arriba y abajo.
Lo más grave de Granma
no es que adopte una posición crítica hacia los comerciantes, utilizando las
palabras incendiarias pronunciadas hace unos días por un encendido discurso de
Esteban Lazo, que se desmadró atacando con dureza a los "gusanos y contrarrevolucionarios". Lo grave es que
pongan estas mismas palabras en ciudadanos, presuntamente entrevistados por las
calles que se hacen eco de ese mensaje oficial. Uno de ellos habló de "gangatrucos; de sinvergüenzas", de “degenera´os”,
magos de tarifas jugosas, al referirse a los vendedores. Y de ahí, pa´lante.
Gente quejándose de precios altos, que no se pierden la Mesa Redonda ni el
Noticiero (de televisión) y que, en cambio, no se dan cuenta de que los precios altos son
responsabilidad del régimen que impide que en Cuba haya más producción de todo
tipo de bienes, y que sus míseros salarios son la causa que explica ese bajo
poder adquisitivo, y los salarios dependen del régimen y de su “pirámide
invertida” y “grupos de complejidad”.
Realmente creo que los
cubanos son más listos de lo que revela Granma, y saben que Lazo dice cosas que
son insostenibles, como por ejemplo, hacer leña del caso de una madre que al escuchar las
melodías navideñas del carrito ambulante en Matanzas le compró a su hija los helados,
¿por qué no? Si puede hacerlo, bienvenida. Su hija estará contenta, aunque solo
se pueda comprar uno. Y lo más importante, el vendedor ganará dinero con su
trabajo, que de eso se trata. Cuanto más venda mejor, comprará más a los productores
y si ve que los precios fijados son altos y que la gente no puede comprar más de uno, también disminuirá los precios. Si no vende,
dejará de dar el servicio.
El artículo de Granma ataca también a los vendedores ambulantes de pan liberado por sus precios altos, a
los que venden frijol a 50 pesos y más; la cebolla y el ajo, también
disparados; la calabaza, el boniato, el plátano… al triple de su precio
tradicional. A todo este espectáculo, lo denominan como “desfile de precios
exagerados” que alcanza el máximo valor en la carne de puerco, para la que “hace
falta una colecta familiar”. Sinceramente, si el puerco está caro es porque la
oferta en los criaderos es menor que la demanda, y los productores no encuentran apoyo del
gobierno para producir más. Esta es la cuestión.
Granma alude a la preocupación
de la gente por la falta de competencia, “que no habrá placitas que puedan
hacerles contrapeso a los comerciantes”. Otro punto a tener en cuenta. La presencia
de monopolios y de comercio controlado por el estado comunista es algo que
diferencia a Cuba del resto del mundo, y si no, compárese con la amplia gama de
supermercados, hipermercados, comercios
de proximidad, etc, que disfruta cualquier residente en el exterior, en los
países antes citados. Si en Cuba no existe competencia, la razón se encuentra
en las políticas del gobierno, sin más.
Granma debería preguntarse
cómo es posible que “deambulen por las calles capitalinas ilegales
carretilleros, con productos que pocas veces aparecen en los mercados”. En vez
de culparlos de “obstaculizar el esfuerzo de un país que resiste los golpes de
la pandemia, los eventos meteorológicos y el recrudecido bloqueo” deberían de
averiguar qué hacen y por qué y descubrirían que muchas familias y sobre todo,
esas personas vulnerables a las que tanto quieren proteger pueden hacer una
comida al día gracias a los servicios de esos carretilleros ilegales. Y si son
ilegales, lo único que se tiene que hacer es legalizarlos. Seguro que ellos lo querrán.
Alimentar la percepción
de precios elevados, de que el salario no llega, de vendedores sin escrúpulos
que obtienen suculentos ingresos de sus prácticas injustificables, del
oportunismo, de estafas, de saltarse los precios topados, y de extorsiones en
las ventas del estilo de «Lo tomas o lo dejas», es muy peligroso, porque no es
cierto, y contribuye a una confusión que para muchos cubanos puede acabar
siendo incendiaria.
Pero si grave es
construir esta historia negativa del comercio, mucho peor es buscar el castigo
y la represión de prácticas, que no están justificadas. Como ese grupo
multidisciplinario de Villa Clara que en dos meses ha realizado 5.252
inspecciones, e impuesto más de 5.400 multas. Por todas partes surgen estas
iniciativas, como en Guantánamo, donde se han aplicado 169 multas, 73 de ellas
en centros estatales, sobre todo de Comercio y Gastronomía, y las demás a
privados. Lo grave de estas acciones represivas es que desaparezca la oferta y
luego, no haya ni productos para comprar, ni precios que pagar. La escasez y el racionamiento
volverán a adueñarse de la indolente realidad comercial de la isla.
Granma acusa de prácticas increíbles a los
comerciantes para evadir el control, trasladando ventas al horario nocturno; adulterando precios; incluso de financiar prácticas «turbias» en el desempeño de su labor por
los inspectores, un siniestro escenario que parece extraído de novelas negras,
más que de una realidad que dista mucho de lo descrito.
Coincidimos con Granma
que “para reducir definitivamente los precios, lo ideal es incrementar la
oferta”; pero las soluciones planteadas como recuperar las ferias agropecuarias de Matanzas, no
es la solución.
Y desde luego, tampoco es solución la
batalla contra los abusivos precios del primer ministro Marrero, y
mucho menos las arengas de Díaz Canel contra los cuentapropistas o las entidades
estatales que suben los precios. Los dirigentes comunistas lo justifican bajo
el aserto de que “no le hemos subido el impuesto a nadie” como si los precios
de venta en los comercios dependieran en alguna medida de los impuestos.
Se quiere luchar contra
la presunta corrupción imponiendo sanciones severas y ejemplarizantes, enfrentar
de manera inteligente la subida de precios, y como dijo Díaz Canel “desterrando
los egoísmos y la búsqueda exclusiva del beneficio personal que mueve a algunos
a pescar en el río revuelto de las necesidades de la mayoría, subiendo
abusivamente los precios. El egoísmo es una actitud que no prosperará en
nuestra Patria”.
Habría que preguntar al
mandatario comunista, por ejemplo, ¿qué hay de egoísmo en el carretillero que trabaja más de
12 horas diarias por las calles capitalinas para ganar unos pocos pesos? Si
vende caro, es porque el suministro de bienes es también caro, porque los productores
entregan la mayor parte de la oferta al estado que la despilfarra con el comportamiento
indolente de acopio. De igual modo, si el vendedor estatal aplica precios caros, no es por
otro motivo que por el fracaso de los precios topados que impone el gobierno.
Detrás de los precios topados, desaparece la producción y lo que queda se vende más caro, porque la demanda paga lo que sea. Díaz Canel debe entender que nada de eso es egoísmo, es simplemente la base del comportamiento económico racional que él no puede eliminar de Cuba porque es un valor que forma parte de la razón humana.
Lo que no pertenece al ser humano es la cola, las esperas interminables, la cartilla de racionamiento y llegar al
comerciante y decir al consumidor que el producto se acabó, y tener que ir a comprar
a la tienda en MLC buscando los dólares como sea. Eso si que es el egoísmo de
un régimen que se quiere inmolar con todos los cubanos dentro. No van a ganar
batalla ninguna atacando al comercio cubano estatal o privado. Son la parte más débil de la cadena. Lazo
debería reflexionar, Díaz Canel también. Se acaba el tiempo.
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