La Estrategia y la tarea ordenamiento no son la solución para la economía cubana

Elías Amor Bravo, economista

Randy Alonso ha escrito un artículo para su diario digital, Cubadebate, que merece ser tenido en consideración porque viene a reflejar la posición oficial del gobierno sobre la situación de la economía cubana, que Randy califica como “encrucijada”. Y tal vez habría que empezar por descartar este término, porque la mejor forma de definir la situación de la economía cubana en este momento tiene poco que ver con la elección de alternativas o de opciones para seguir su futuro.

La economía cubana está agotada, contra las cuerdas, sin reservas, sin futuro y con unos dirigentes dotados de una ceguera ideológica que, conociendo qué cambios son urgentes y necesarios, están empeñados en mantener a ultranza un modelo social comunista que está obsoleto, en el que nadie cree ya.

El punto de partida no es solo la diferencia entre los títulos de los artículos, sino entre los diagnósticos y las acciones a ejecutar. Cuba no es ajena a la realidad económica mundial, porque su economía está abierta al exterior y precisa de intercambios comerciales, turismo inversiones, etc. Pero claro, estas variables se han visto afectadas por la crisis económica internacional provocada por la pandemia, y no es Cuba un caso aislado. Lo acaba de informar CEPAL al señalar un descenso del 7,7% del PIB para el conjunto de países de América Latina en 2020, que por cierto, será superior en la economía de la isla.

Achacar al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos la responsabilidad de la mayor crisis experimentada en la Mayor de las Antillas, es caer en un discurso que cada vez tiene menos credibilidad, si se tiene en cuenta que el único sostén exterior de la economía cubana este año se encuentra en los miles de millones de dólares en remesas que envían las familias radicadas en Estados Unidos a la isla, que el régimen ha intentado controlar disponiendo una serie de medidas, como las tiendas en MLC.

Cierto que cada vez hay menos divisas, y que se han tenido que cancelar préstamos del exterior con el consiguiente malestar de los acreedores, porque la situación es complicada, y no hay dinero ni para las importaciones de alimentos. Y aquí empiezan los problemas, que Randy Alonso ni siquiera ha mencionado.

Porque el sector agropecuario de la isla no produce suficiente para dar de comer a todos los cubanos por la marea de restricciones del régimen a los productores o los precios topados en los mercados, porque el déficit de 2020 se ha encaramado por encima del 20% del PIB para afrontar los gastos de la tarea ordenamiento y los provocados por la crisis, y eso es insostenible en una economía en la que el estado absorbe casi el 70% de la producción nacional.

 Porque en realidad no hay un solo sector o actividad económica en la isla que haya mejorado sus registros con respecto al año anterior, ni siquiera la urgente construcción de viviendas, ya que las inversiones se destinan a crear más plazas hoteleras. Si estos problemas internos de la economía, de responsabilidad directa de las políticas económicas del régimen comunista, se atribuyen al embargo o bloqueo, se falta a la verdad. En realidad, si la economía nacional no produce más es por su falta de competitividad, productividad, eficacia, al estar dominada por un sector estatal que invade todos los espacios de actividad económica.

Y entonces, en vez de prestar atención al sector emprendedor privado, que ya alcanza el 30% de la ocupación, el régimen simplemente lo olvida, y a pesar de las dificultades de la crisis, no otorga ni una mínima ayuda para que puedan capear la situación de crisis, y son abandonados a su suerte. El sector privado ha sido el peor afectado por la crisis y el que menos ayudas ha recibido, y ahora debe prepararse para un incierto futuro en la tarea ordenamiento en la que no existe ni una sola actuación para mejorar sus resultados.

No es que se trate de un escenario complicado, como dice Randy, es que es el peor de los escenarios posibles, y en este marco, el régimen se lanza a apostar por la tarea ordenamiento y por aplicar una Estrategia de Desarrollo Económico Social que aparece como una propuesta de buenas intenciones sin presupuesto, ni calendario de ejecución o medidas concretas. En fin, más de lo mismo de siempre. No llegará a ningún sitio.

La Estrategia responde a los objetivos del modelo económico social comunista, y en ello podemos dar la razón a Randy Alonso, pero nada más. Porque no conviene esperar nada de su aplicación, ni servirá para  eliminar trabas y prácticas obsoletas. Mantiene a ultranza el enfoque de la planificación centralizada de la economía que es el origen de la mayoría de los problemas de la economía en los últimos 61 años, y no servirá para mejorar el tono muscular de la economía, porque no va al origen de las reformas estructurales que necesita la misma: derechos de propiedad para todos los cubanos, libertad de empresa, mercado para asignación de recursos y libre elección.

La Estrategia, como enésima apuesta de los comunistas cubanos por activar la economía, no va a conseguir sus objetivos de potenciar la demanda interna y la producción nacional, desterrar la mentalidad importadora y fomentar las exportaciones, o alcanzar esa “complementariedad entre los diversos actores económicos” que ya se ve que no puede lograrse por la continua intervención del estado en la economía.

Esta es una tesis que ya he formulado en colaboraciones anteriores y no veo necesario volver a los mismos temas. No obstante, sería conveniente incidir en una de las tesis de Randy Alonso en su artículo citado. Sostiene el autor, y cito textualmente, que “un paso imprescindible para hacer avanzar la Estrategia es la unificación monetaria y cambiaría en el país, la cual se pondrá en práctica a partir del próximo 1 de enero de 2021”.

Pues no. Hay que aclarar, antes que los corifeos del régimen empiecen a divulgar de forma insistente esta tesis, es que no es cierta. Los objetivos de la Estrategia tienen poco que ver con la existencia de dos o tres monedas en circulación con diferentes cambios; de hecho la dualidad del CUC y CUP ha presenciado años de fuerte crecimiento de la economía, y otros de estancamiento y crisis. Cierto que el aparato financiero que se diseñó en el período especial estaba obsoleto y resultaba anacrónico, pero se podría haber mantenido en el tiempo sin necesidad de aventurar un conjunto de medidas de resultado incierto en este momento tan complejo para la economía de Cuba y del mundo.

Es por ello, y Alonso no lo dice, que la vinculación entre la Estrategia y la tarea ordenamiento tiene poco sentido, y no está justificada como la clave del éxito. Las instituciones, empresas, personas naturales se habían acostumbrado a operar con distintas monedas y tipos de cambio y la economía funcionaba de manera habitual dentro de sus deficiencias provocadas por el modelo en términos de eficacia y competitividad.

Alonso no quiere reconocer que el impulso de la Tarea ordenamiento obedece a unos intereses económicos y políticos vinculados a un sector empresarial abierto al exterior y controlado por el ejército  y la seguridad del estado, que antepone sus intereses, sobre todo económicos, al eventual perjuicio que se va a producir en la población por los efectos de la devaluación de la moneda el CUP, o la anunciada eliminación de subsidios.

No entrar en este debate supone perder de vista que un proceso social y político complejo, como la tarea ordenamiento, puede acabar dando resultados peores de aquellos que pretende corregir, con un incremento del malestar social de proporciones difíciles de estimar.  Más aun, en cuanto se pongan en marcha los mecanismos de control relativo de precios, que acaben generando los masivos desabastecimientos en los mercados complicando la dieta diaria de los cubanos.

Por todo ello, por donde quiera que se mire, si 2020 ha sido un año difícil, lo que cabe esperar para 2021 es incluso peor y desde luego, incierto. La tarea ordenamiento empezará a provocar sus efectos, muchos inciertos. La implementación de la Estrategia no avanzará por escasez de recursos. La falta de divisas continuará, porque el turismo no se va a recuperar rápidamente. El sistema productivo interior seguirá paralizado y los compromisos financieros con el exterior, sin atender. Eso sí, el déficit público aplastará cualquier progreso de la iniciativa privada, que será el principal afectado de la combinación de despropósitos del régimen. 

Pensar en estas condiciones, como Alonso, que en 2021 la economía cubana podría alcanzar los niveles perdidos de 2019, es una quimera. Nada de eso va a ocurrir, y por el contrario, el pueblo cubano va a perder la poca confianza que tiene en sus autoridades y el modelo económico que se empeñan tozudamente en sacar adelante. Tiene razón Randy Alonso en su frase final “Un desafío enorme en los tiempos turbulentos que vivimos”, pero le falta reconocer que está mal planteado, más enfrentado y mucho peor, gestionado. El modelo no sirve.


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