Libertad, derechos de propiedad privada, mercado y rentabilidad en el campo cubano
Elías Amor Bravo economista
Díaz Canel se quiere parecer a Fidel Castro, pero lo tiene complicado. Esa forma de aproximarse a los problemas, como si en su mano estuviera un talismán y la solución a cualquier cosa, lo lleva camino de perdición.
Castro hacía lo mismo. Incluso, cuando llegaban los ciclones amenazadores, se convertía en el meteorólogo de la televisión para explicar por dónde iba a pasar y por donde no. Díaz Canel ha hecho otro tanto con la agricultura, y de ahí ha salido un reportaje en primera plana de Granma titulado “Producir alimentos con eficiencia es el reto”, en el que justo, de lo que menos se ha hablado es de eso, de cómo dar de comer todos los días a los cubanos.
Díaz Canel se reunió con productores agropecuarios para trasladar sus impresiones sobre qué hacer para “avanzar en los procesos de contratación de las producciones, un mejor uso de la tierra e impulsar la diversificación de renglones agrícolas; el objetivo es no disminuir los planes de producción y siembra, y hacerlo de la manera más eficiente posible”, pero se tiene la impresión de que no va por el buen camino. De que está muy alejado de la realidad. Más o menos como Castro, pero cuidado, no es lo mismo. A Castro nadie lo culpó por sus extravagancias, como cuando el ciclón viraba y lo engañaba por su trayectoria y al final iba por otro camino. Díaz Canel debe tener cuidado.
Nadie a estas alturas puede tener la menor duda. Al régimen comunista cubano le pueden quedar dos o tres latidos si no encuentra una solución para incrementar las producciones agropecuarias. Es decir, pata que una familia cubana pueda hacer tres comidas al día con normalidad.
Pero cualquier idea que se ocurre a los comunistas, va justo en la dirección contraria. Sin otra cosa mejor por delante, esa idea de desterrar las importaciones de alimentos, porque no se tienen divisas para pagarlas, puede acabar creando más problemas de hambre, y una terrible crisis alimentaria que haga saltar todo por los aires. A corto plazo, no queda más remedio que importar alimentos y pagar el precio que sea, por un muy alto que lo pongan. La culpa, ya se sabe, es de un aliado del régimen cubano, Putin, con sus aventuras expansionistas en Ucrania.
Díaz Canel habla de forma inoportuna de “desterrar la mentalidad importadora en el esfuerzo por satisfacer las necesidades de alimentos de nuestra población”, pero él sabe muy bien que, en las condiciones actuales, el sector agropecuario es incapaz de alimentar a la población. Que puede estar muy bien romper esa dependencia a medio y largo plazo, pero mañana, el mes que viene, la cosa está muy complicada. Más que nunca.
Y que no venga culpando al burocratismo y las trabas que impiden la gestión de las empresas en esta esfera, porque él es el único responsable de ese bloqueo interno, que tantas veces denunciamos en este blog. Libertad, derechos de propiedad privada, mercado y rentabilidad son los principios que deben ser restituidos en el campo cubano, y en el conjunto de la economía, si se quiere salir adelante.
Pero Díaz Canel hace oídos sordos a estos llamados y se encierra en banda en el tema de la aplicación de la ciencia y la innovación, que puede estar muy bien, y nadie lo discute, pero se debe plantear en un horizonte temporal más largo. Mañana cuando haya que almorzar y no se tenga con qué, las familias cubanas no se acordarán de la ciencia y la innovación para nada.
También habló de “avanzar en los procesos de contratación de las producciones, en un mejor uso de la tierra e impulsar la diversificación de renglones agrícolas”, pero esto es imposible si los productores no son propietarios de la tierra que cultivan. Nadie aspira a dejar su impronta en algo que nunca será suyo. Trabajar para el estado comunista llegó a su fin. Solo se podrán aumentar los planes de producción y siembra, y hacerlo de la manera más eficiente posible, con derechos de propiedad privada de la tierra, mercado de compra y venta de parcelas y terrenos, y dirección privada del sector agropecuario. La tierra para quien la trabaja realmente. No hay otra, hasta los vietnamitas lo hicieron y les fue de maravilla.
Y luego, hablar en estos momentos de majaderías, como las "plantas proteicas para incrementar la obtención de alimento animal, la producción de piensos con recursos propios, o el desarrollo de las minindustrias para aprovechar todo lo que sea posible de las producciones agrícolas", forma parte igualmente de las cosas que no sirven para resolver el problema de almorzar mañana.
Lo mismo cabe decir de la utilización de bioproductos, incluso cuando citó la posible disminución los intermediarios entre los productores y los mercados agropecuarios, y agilizar la comercialización en esta esfera. Enunciados incluidos en las 63 medidas que ningún productor agropecuario justifica.
Díaz Canel sabe que de nada sirve publicar una Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional o las 63 medidas, si en el surco no se sacan las cosechas y luego se llevan a la población a los puntos de venta. Algo tan simple y tan fácil de conseguir, en Cuba se convierte, por obra y gracia del modelo comunista de la economía, en una tarea ímproba.
De ahí que, ante tamaña dificultad, que se podría resolver con la receta ya citada de Libertad, derechos de propiedad privada, mercado y rentabilidad, principios que deben ser restituidos en el campo cubano, y en el conjunto de la economía, los comunistas cubanos se ponen a ensayar otros experimentos colectivistas a ver qué sale. Díaz Canel es irresponsable, metiéndose en este tipo de historias que no llevan a ningún sitio. Me refiero a los “polos productivos” que en número de 19 se han creado por todo el país.
Según Granma estos polos están integrados por 86 unidades empresariales de base, 54 unidades básicas de producción cooperativa, 45 cooperativas de producción agropecuaria y 190 cooperativas de créditos y servicios, con un área cultivable de 151.829 hectáreas.
¿Con estos polos realmente se quiere resolver el problema del almuerzo de mañana? Lo tienen claro. La estimación de producción alcanza a finales de 2021 un total de 706.200 toneladas de renglones del agro, tan solo la cuarta parte de la producción. Sinceramente, tal esfuerzo burocrático y organizativo para lograr solo ese porcentaje de la producción agropecuaria, es injustificado. Si los arrendatarios privados obtuvieran del régimen comunista las mismas facilidades que estos “polos” de inspiración colectivista, seguro que producirían mucho más de esa cuarta parte, y además lo harían de forma más eficiente.
Pero al régimen comunista le interesan más los polos y los municipios, en esa apuesta por trasladar a lo local parte de las responsabilidades que el gobierno central es incapaz de lograr por haber fracasado una y otra vez. Los ayuntamientos no están para eso. Una estrategia que puede resultar, incluso, contraproducente, pero que ofrece una idea de lo perdidos que están por no renunciar a principios ideológicos fracasados.
Especialmente preocupante fue el mensaje de Díaz Canel a los asistentes, “estamos convocados a capacitar y movilizar a las estructuras gubernamentales desde el nivel de municipio para que estén en condiciones de liderar este proceso productivo con participación popular en los escenarios locales y, además, propiciar un intenso proceso que llegue a todos los productores locales, tanto estatales como cooperativos y privados, a la empresa estatal y hasta la última finca, al polo productivo agroindustrial, a cada proyecto de desarrollo local, favoreciendo la agroecología como una alternativa necesaria para la producción agropecuaria en las actuales circunstancias”. ¿A qué suena esto?
En medio de todo esto, Díaz Canel pidió "incrementar las exportaciones, lograr la vinculación de todos los productores a través de una empresa estatal, o en otros casos de cooperativas y nuevos actores económicos también muy vinculados con la producción". Ni una sola referencia a los valores de la libertad, derechos de propiedad privada, mercado y rentabilidad en el campo cubano. Como si estuviera hablando de otro país, en otro tiempo. Se tiene la sensación de que cada día que pasa está mas alejado de la realidad en que vive, y no se sabe si es por culpa suya o de la corte de aduladores de partido y régimen que lo rodean. Lo mismo que Fidel Castro.
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